Todos los pensamientos verdaderamente grandes se conciben mientras caminamos.
~Nietzsche
Esta es con diferencia mi forma preferida de pasar un día de trabajo.
Salgo por la mañana después de haber meditado diez minutos y haberme dado una ducha. Llevo conmigo la mochila, algunos libros, cuadernos y habitualmente el portátil. Desconecto el móvil.
Entonces ando como media hora para despejarme con el frescor o el frío de la mañana, según la época del año.
Y hago mi primera parada en una cafetería. Trabajo entre dos y cuatro pomodoros. Cuando acabo salgo por la puerta y ando otro rato hasta encontrar la siguiente parada.
Las paradas
Cualquier lugar me vale. Principalmente son los siguientes:
- Una cafetería.
- La biblioteca. Vivo en una ciudad con muchas bibliotecas y puedo pasar el día visitándolas. No suelo estar más de dos horas en ninguna de ellas.
- Un banco en el parque. Con buen tiempo es uno de los mejores lugares.
- En verano me echo una siesta de una media hora en el césped.
- La casa de un amigo o familiar que me cede durante unas horas algún lugar en su casa.
- Lugares al aire libre, con wifi o sin wifi.
- El tren de cercanías o el metro. Si el trayecto es largo se puede pensar y escribir con fluidez. Entre gente desconocida me concentro muy bien.
- Un rato en la oficina del cliente si tengo clientes con oficinas y me pueden dar una sala.
Los paseos
Entre parada y parada tengo que dar un paseo. Es como una forma de bajar el telón después de un par de horas de trabajo intenso. Puedo andar entre media hora y una hora.
Algunos pensarán que me sobra el tiempo, si es que puedo desperdiciar tanto andando. Al contrario, es una forma de tonificar la mente, cambiar de un modo mental intencional y extremadamente concentrado a uno más contemplativo y de descanso. Esos paseos ayudan a consolidar la información en la memoria y suelen ser origen de muchas ideas.
Aunque habitualmente mi paseo es urbano, procuro frecuentar parques y jardines. La mente descansa más en un entorno natural. Hay estudios que muestran los beneficios cognitivos de un simple paseo por el campo o el parque. Son mayores que si andas por la calle.
Echa un vistazo a este artículo de Antonio Crego si quieres conocer los estudios que avalan mi afirmación anterior.
[…] Caminar, especialmente en entornos naturales, parece tener un efecto beneficioso como estrategia de recuperación cognitiva y emocional. Algunas investigaciones recientes han encontrado que la práctica de esta actividad se asocia a mejoras en el estado de ánimo, reduciendo el estrés e incrementando la afectividad positiva. Además, parece favorecer el pensamiento creativo y algunas funciones cognitivas, como determinados aspectos atencionales y de la memoria.

Ventajas de la rutina itinerante
En el bosque no hay wifi, pero te aseguro que allí encontrarás una mejor conexión.
- Los frecuentes cambios de escenario son como un reseteo mental que me ayuda a generar ideas nuevas cuando estoy encallado. Basta con cambiar el entorno que te rodea para que se generen nuevas asociaciones. Cambiar de lugar cambia las claves ambientales y distintas zonas de la memoria se activan. Esto es suficiente para favorecer el pensamiento creativo.
- Aumenta el número de pasos diarios. Como el máximo de pomodoros que puedo hacer en un día productivo son dieciséis, eso son unas siete horas de trabajo real, y puedo estar diez o doce horas fuera eso hace que pase andando fácilmente tres horas o más. Con esto cumplo más que de sobra el segundo reto del curso de salud minimalista: andar más, moverme más.
- Los descansos entre sesiones de pomodoros sirven para que mientras descanso la mente siga bullendo y buscando soluciones a los problemas que se generan durante el pomodoro. Es habitual que me vengan espontáneamente gérmenes de ideas o distintas formas de aproximación. Muchos de los que pasaron el año pasado una semana intentando resolver el acertijo que les propuse en Juego sucio en la fontana lo solucionaron de manera espontánea cuando no estaban pensando en él y vivieron una «experiencia ajá». Para pensar mejor a veces hay que pensar menos.
- Hago pausas y descansos estratégicos más frecuentes que las que haría si estuviera todo el día en la oficina y reduzco las interrupciones, que serían mucho mayores si estuviera en un entorno laboral habitual.
Efectos del ruido externo sobre la productividad y la creatividad
Paradójicamente, el alboroto (moderado) a mi alrededor facilita la concentración. Hay cierta evidencia de que trabajar en un entorno con ruido moderado como el de una cafetería o un lugar concurrido puede mejorar la concentración.
Los días que me quedo en casa trato de emular los lugares públicos usando una página web, Coffivity, que simula los sonidos de una cafetería.
Hay un documento de investigación sobre la relación entre el ruido ambiental y la creatividad. El estudio sugiere que hay un punto dulce de nivel de ruido, ni demasiado silencioso ni demasiado fuerte, en el que los procesos cognitivos son más eficientes. En mi caso, una biblioteca con poca gente o mi casa en silencio puede ser demasiada poca estimulación externa, mientras que un lugar muy concurrido o en hora punta me dificulta sobremanera la concentración.
Los autores del estudio teorizan que la distracción generada por un nivel moderado de ruido incrementa la dificultad de procesamiento o disfluidez. La disfluidez en el procesamiento se define como la falta de «la experiencia subjetiva de facilidad o velocidad en el procesamiento de información». En el estudio encuentran que la disfluidez en el procesamiento induce un nivel de contrucción más alto, con lo que los sujetos se involucran en un tipo de pensamiento más abstracto.
En resumen, un nivel moderado de ruido puede mejorar el pensamiento y la creatividad. De forma más o menos consciente, yo antes había observado ese fenómeno y solía cambiar de entorno y buscar algo de animación a mi alrededor para sumergirme en mis tareas.
En general, el ambiente de oficina no resulta para mí tan apropiado debido al alto nivel de interrupciones y el hecho de estar mucho más vigilante. La rutina itinerante en los días en que me la puedo permitir es una excelente forma de implantar el paradigma del velocista de intensidad-descanso y alternar los modos de ejecución y de contemplación o dispersión mental. Y es una forma inmejorable de aumentar el movimiento y reducir el sedentarismo al que nos suele condenar la vida moderna.
Hace tiempo que me estoy planteando trabajar en otros entornos, pero no acabo de hacerlo. Tu artículo hace que lo tenga más en cuenta todavía. Probaré.
Te leí por la mañana y, a continuación, decidí que por la tarde me iba a trabajar un par de horas a una cafetería del barrio. Estaba entre atascado y hastiado con el curro, entre otras razones, porque odio el verano —el calor me quita energía—, me da pereza salir con este calor, etc. Además, trabajar en una cafetería es algo que me gusta hacer y que no hago todo lo que debería por razones varias (una de ellas es la manía española de poner la tele o la música a to’meter…).
En fin, elegí un sitio que estaba a unos 10 minutos andando, donde no había estado y que quería probar. Aproveché que estábamos tan saludables en el curso, además, para pedir un estupendo zumo de frutas de temporada tamaño XL. A continuación, programé 4 pomodoros para Mi Gran Tarea Del Día, que la había aplazado hasta ese momento (es tan fácil rehuir «El Verdadero Trabajo»…).
El resultado fue estupendo. Quizá no tanto por si avancé o no mucho con la tarea —no estuvo mal la sesión—, sino por otro tipo de factores. En resumidas cuentas, me pareció que en casa hubiera avanzado lo mismo o menos, y me hubiera sentido más cansado, menos contento, etc. Conclusión: cambiar de entorno —si el entorno se ajusta a unos mínimos civilizados—, me ayuda introducir una sana variedad en mi dieta laboral.
PD. Se aceptan recomendaciones de cafeterías tranquilas y civilizadas, de esas que promueven un ambiente calmado para charlar o trabajar (y que no te reciben con un olor a lejía que te caes de espaldas). En Madrid, digo; no me mandéis a Teruel… 😉