En el minimalismo existencial, también necesitamos modelos en los que inspirarnos, personas que ejemplifiquen los principios, valores e ideales que intentamos plasmar en nuestras vidas. No para seguirlos acríticamente, pero sí para abrir los ojos ante la magnitud de lo posible y hacernos conscientes de forma vívida de muchos rasgos dignos de imitación.
En el catolicismo, tenemos los hechos de la vida de los santos, una colección de estampas que ejemplifican formas de vivir virtuosa para los cristianos en sus más excelsas formas. En el minimalismo existencial, tenemos a Henry David Thoreau, Leo Babauta, y… a Diógenes de Sinope.
Diógenes de Sinope es el personaje que he elegido como santo patrón de MI minimalismo, un filósofo griego del siglo V antes de cristo, del que no nos quedan obras escritas pero sí referencias a sus ideas y hechos de su vida a través de otros autores.
Al igual que Sócrates, que no escribió nada y cuyo magisterio nos ha llegado a través de Platón, Diógenes es un personaje que hablaba principalmente a través de sus actos, de su forma de vida y sus gestos. Tenemos una colección de anécdotas, algunas probablemente apócrifas o, cuando menos, no exactas, pero que nos proporcionan un retrato coherente de una personalidad y una actitud existencial. Es en esta actitud ante la vida más que en sus ideas filosóficas en las que quiero centrarme.
Simplicidad elegida y rechazo del materialismo
El síndrome de Diógenes, del que quizá hayáis oído hablar, no tiene nada que ver con el personaje del que estamos hablando. Nada más lejos del minimalismo la patología mental de acumulación de objetos que va unida generalmente a la senilidad, el aislamiento social y la suciedad.
Este “Sócrates delirante”, como le llamaba Platón, caminaba descalzo durante todas las estaciones del año, dormía en los pórticos de los templos envuelto únicamente en su capa y tenía por vivienda una tinaja.
Diógenes, por el contrario, era un filósofo cínico que vivía como un vagabundo en las calles de Atenas y dormía en una tinaja . Sus únicas pertenencias (ríete tú del proyecto 333) eran un bastón, una capa, un zurrón y una escudilla para beber. Y llegó a prescindir de este último objeto por innecesario:
Un día vio como un niño bebía agua con las manos en una fuente: “Este muchacho, dijo, me ha enseñado que todavía tengo cosas superfluas”, y tiró su escudilla.
Desdén por la autoridad y las costumbres
Diógenes, nació en la colonia griega de Sinope (actual Turquía), su padre acuñaba monedas. Se vio envuelto en un escándalo por adulteración de moneda, fue exiliado y perdió su ciudadanía. Fue a vivir a Atenas y allí convirtió en su meta vital desafiar los valores y costumbres establecidas; cambió la adulteración de la moneda metálica por la depreciación de la moneda política. Creía que la gente no se molestaba en descubrir la verdadera naturaleza del mal y se conformaba con seguir acríticamente los usos y costumbres del momento.
Uno de los rasgos más admirables de este personaje es su falta de respeto por la autoridad y su coraje no exento de arrogancia y provocación para expresar sus opiniones incluso ante los más poderosos. La anécdota con Alejandro Magno es un gran ejemplo de esta actitud independiente y desdeñosa con el poder:
Durante los Juegos Ístmicos, expuso su filosofía ante un público numeroso. Pudo haber sido allí donde conoció a Alejandro Magno. Se dice que una mañana, mientras Diógenes se hallaba absorto en sus pensamientos, Alejandro interesado en conocer al famoso filósofo, se le acercó y le preguntó si podía hacer algo por él. Diógenes le respondió: “Sí, tan sólo que te apartes porque me tapas el sol.”
Los cortesanos y acompañantes se burlaron del filósofo, diciéndole que estaba ante el rey. Diógenes no dijo nada, y los cortesanos seguían riendo. Alejandro cortó sus risas diciendo: “De no ser Alejandro, habría deseado ser Diógenes.”
Es obvio que para Diógenes la pompa y el boato del poder político y económico eran irrelevantes:
En otra ocasión, Alejandro encontró al filósofo mirando atentamente una pila de huesos humanos. Diógenes dijo: “Estoy buscando los huesos de tu padre, pero no puedo distinguirlos de los de un esclavo”.
La muerte nos iguala a todos y en lo esencial, no importa las diferencias entre seres humanos, estamos expuestos a los mismos dilemas existenciales.
Nuestro patrón del minimalismo existencial lleva a la máxima expresión la desconfianza por las costumbres de la época y las somete a crítica con su acción diaria, a veces de forma muy provocadora: se cuenta que Diógenes acudía a la salida del teatro y caminaba en dirección contraria al curso de la multitud abandonando el espectáculo. Cuando le preguntaban que por qué hacía eso, decía que era lo que llevaba toda su vida haciendo: ir contra la corriente.
Lo que puede interpretarse como rebeldía o espíritu de contradicción es mejor interpretarlo como afirmación del valor de la individualidad y desprecio por el consenso o aceptación general como criterio de verdad. Muchas de las anécdotas de Diógenes son el equivalente a las modernas performance artísticas, una mezcla de provocación, espectáculo y enseñanza moral.
Por ejemplo, una de sus performances filosóficas consistió en caminar en pleno día con una lámpara diciendo que estaba buscando un hombre honesto.
En su crítica de lo establecido, Diógenes llegaba al extremo de rechazar incluso las ideas normales sobre la decencia. Se dice que comía en el mercado, orinaba sobre la gente que le insultaba, defecaba en el teatro y se masturbaba en público. Cuando se le preguntó por esta última indecencia decía: “si solo fuera tan fácil calmar el hambre rascándose la barriga…”.
Su comportamiento era su forma de enseñar. Intentaba demostrar que la sabiduría y la felicidad pertenecen al hombre que es independiente de la sociedad y que la civilización es regresiva. Para él la moralidad implicaba el retorno a la simplicidad de la naturaleza: “Los seres humanos han complicado todos y cada uno de los simples regalos de los dioses”.
Podemos ver a Diógenes como un precursor de los luditas y neoluditas del siglo XIX y XX y más recientemente de los críticos culturales como Nicholas Carr (Superficiales. ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?) o Alex Soojung-Kim Pang (en su libro Enamorados de la distracción
y su manifiesto por el descanso deliberado), que nos alertan de los peligros que el progreso material y tecnológico puede tener para la moral y la felicidad humanas.
Mi minimalismo existencial no es anti-nuevas_tecnologías (después de todo, tengo móvil y escribo en un blog), pero sí que comparto la necesidad de acoger críticamente cualquier innovación tecnológica, no sin antes al menos haber evaluado sus pros y sus contras, so pena de convertirnos en meras ratas de Skinner que actuamos bajo el influjo de lo último y lo más brillante y quedamos inermes antes las armas de la publicidad.
Ciudadano del mundo y espíritu libre
Aunque Sócrates se había identificado previamente como perteneciente al mundo más que a una ciudad en particular, a Diógenes se le atribuye el primer uso conocido de la palabra “cosmopolita”. Cuando le preguntaba que de dónde era, él respondía: “Soy un ciudadano del mundo” (cosmopolites). Esta era una afirmación radical en un mundo donde la identidad de un hombre estaba íntimamente ligada a su ciudadanía en una particular ciudad-estado. Siendo un exiliado y desarraigado, un hombre sin identidad social, Diógenes dejó marca en sus contemporáneos.
El minimalismo es un diseño de vida, y esto, nos guste o no, significa tomar una actitud desapegada y objetiva ante las plantillas vitales que nos proporciona nuestra cultura y entorno social. Sin esta distancia, es difícil reconsiderar la dirección que queremos dar a nuestra vida y ser creativo en los medios que empleemos para iniciar nuestro camino.
Empirismo y lógica
Algunos autores afirman que Diógenes escribió más de diez obras, muchas cartas y algunas tragedias, pero nada nos ha llegado. Es lo mismo que ha ocurrido con otros filósofos cínicos. Afortunadamente, lo esencial de la escuela cínica está unido a la práctica. Por eso, la colección de anécdotas a las que estoy haciendo referencia contienen el sustrato de la filosofía vital de nuestro santo patrón del minimalismo existencial.
Los seguidores de este blog ya conocen mi casi obsesión con la mentalidad experimental y con la acción como la vía regia hacia el conocimiento. Huyo de las ideas precocinadas y definitivas sobre las cosas o los trajes de talla única. Creo que cualquier idea, por muy coherente que sea lógicamente, por mucho valor aparente a priori que tenga o por mucho que sea bendecida y sea partícipe de la sabiduría popular, debe pasar la prueba de fuego empírica, el test de la realidad, la corroboración de la práctica.
Asistiendo a una lección de Zenón de Elea, que negaba el movimiento, Diógenes se levantó y se puso a caminar.
Si estamos hablando de diseño de vida minimalista o de aerodinámica existencial no queda más remedio que someter nuestros diseños al túnel de viento de la experimentación personal, como hacemos en las prácticas, misiones y retos propuestos en el blog.
Y hemos de tomar los resultados siempre como aproximados y provisionales, pues es en el contexto más amplio de nuestras vidas y personales circunstancias donde han de probar su eficacia o conveniencia. En algún momento, hemos de salir del simulador y probar nuestros prototipos en el torrente de la existencia, en las tormentas y encrucijadas a las que todos estamos irremisiblemente sometidos.

Diógenes, un hombre cuya vida era la encarnación de su filosofía, ridiculizaba la abstracción platónica y la excesiva confianza en las categorías lógicas y los sistemas:
Cuando Platón le dio la definición de Sócrates del hombre como “bípedo implume”, por lo cual había sido bastante elogiado, Diógenes desplumó un pollo y lo soltó en la Academia de Platón diciendo “¡Te he traído un hombre!”. Después de este incidente, se añadió a la definición de Platón: “con uñas planas”.
Tenemos que crear clasificaciones, porque nuestra mente funciona así y porque nos permite organizar el mundo y simplificarlo, pero no hemos de pensar que nuestros modelos mentales son el mundo; son solo herramientas conceptuales que nos hacen comprensibles los fenómenos y proporcionan guía para la acción.
La figura excéntrica y a veces extrema de Diógenes de Sinope me inspira y me anima a traspasar los límites mentales de lo que creo posible y me recuerda el valor del individualismo y la desconfianza de la autoridad, sea en la forma personal de un cargo político, un jefe de departamento o un experto, o de la más sutil y abstracta presión social de la costumbre o la sabiduría popular.
Me viene que ni pintado este post. De hecho es uno de los retos que tengo desde la semana pasada: vivir y trabajar sólo con lo indispensable. Y el estar rodeado de menos cosas (aunque estuvieran ocultas) ya me ha hecho sentir más ligero, más liviano, más centrado, más productivo.
Tengo un amigo que salvando enormes distancias claro, se parece ahora a Diogenes de Sinope. A lo largo de su vida ha ido dejando trabajo de funcionario, matrimonio, piso con hipotecas y multitud de pequeñas cosas, es verdad que no era con un afán de introducir simplicidad en su vida sino más bien por congruencia con una especie de ideales propios que tiene y mantiene. Su vida se me parece bastante a un esperpento, incluso muchas veces da la impresión de que actúa para el mundo, una especie de ahí queda eso o de si se puede. Y aunque su situación en la vida no es envidiable desde el punto de vista digamos de una gran mayoría de nosotros, el la lleva con gracia, tiene una personalidad muy atrayente (solo para algunos, para otros muy enervante) y muchas veces me ha resultado bastante inspirador a la hora de romper alguno de los limites que me impongo.
Genial, otra obra de arte para enmarcar.
Estupendo artículo sobre el bueno de Diógenes. Es una pena que pusieran su nombre a una enfermedad que consiste en todo lo contrario a lo que él proclamaba.
Me ha gustado la idea de que el minimalismo tenga su santo patrón 😉
Un artîculo muy interesante. Me instruyô. Gracias!