Minimalismos femenino y masculino

Desde el principio de este blog, fue muy consciente de que había un minimalismo femenino (las mujeres y los niños primero) y otro masculino (los caballeros son los últimos en abandonar el Titanic). Hay hombres que practican algunas formas de minimalismo femenino y mujeres que se interesan por temas del minimalismo masculino, pero hay una distinción clara entre ambos arquetipos (formas ideales) que voy a  mostrar en este artículo.

Creo que el minimalismo atrae en mayor proporción a las mujeres que a los hombres. Esto se debe  a que la versión femenina del minimalismo  es  la más conocida para el público. Por eso, no culpo a muchos hombres por mostrarse reacios al evangelio minimalista. Es probable que yo nunca hubiera llegado al mundo minimalista si mi primer contacto hubiera sido a través de ratitas del orden como Marie Kondo en vez de ninjas de la productividad como el primer Leo Babauta.

Si das un repaso a algunos blogs minimalistas, verás que según el sexo del bloguero hay una acusada diferencia en los temas que se tocan y la forma de hacerlo. Las diferencias biológicas y las adaptaciones evolutivas propias de cada sexo se reflejan claramente en el estilo minimalista que cada uno muestra.

El minimalismo femenino es un minimalismo del espacio

El minimalismo femenino se puede caracterizar a grandes rasgos como un minimalismo del espacio, de la ordenación de los objetos y de sus relaciones espaciales. Tiene que ver especialmente con cuestiones cotidianas de comodidad, conveniencia y simplicidad en la gestión de la vida diaria.

La apoteosis del minimalismo femenino —su representación arquetípica más espectacular—  la podemos encontrar en Marie Kondo, el fenómeno de ventas japonés que ha convertido el orden en la piedra filosofal de la felicidad personal.

Marie Kondo poniendo orden en su vida


Los títulos de sus dos libros más conocidos  La magia del orden: herramientas para ordenar tu casa y tu vida y La felicidad después del orden. Una clase magistral ilustrada sobre el arte de organizar el hogar y la vida, resumen muy bien la esencia del minimalismo femenino: una mezcla de feng shui oriental, autorrealización, armonía en las relaciones y equilibrio psíquico.

Kondo dice que basta con eliminar de la vida todo lo que no nos hace feliz. Sé que Kondo se refiere a objetos, pero a veces por extensión esta actitud se aplica a toda clase de asuntos vitales y acaba convirtiéndose en una actitud vital facilona y sin brillo que encumbra la comodidad y la eliminación de tensiones como único propósito de la vida.

Estoy a favor de la eliminación o la omisión (mi primera o de la Ley de las tres oes del minimalismo existencial), aunque no tanto sobre lo de «eliminar lo que no te hace feliz», porque esto te hace virar peligrosamente hacia el hedonismo radical tan común en nuestros días. Recordemos a Bertry Russell: «Cuanto se ama profundamente la verdad y la justicia, es posible que nuestro bienestar no coincida con nuestra felicidad».

En arquitectura y decoración de interiores del minimalista existencial,  toco los mismos temas que Kondo, aunque con menos palabras. Ahí me acerco más al decorador de interiores que al arquitecto existencial.

Mis credenciales: ¡soy un bípedo implume de uñas planas!



Hace años, escribí una parábola zen: Cómo convertir a tu mujer en minimalista . La moraleja era que es  mejor renunciar a intentar que  una mujer viva con más simplicidad y menos objetos. Sin embargo, las blogueras minimalistas son la prueba viviente de que las mujeres pueden vivir con menos objetos y reducir la fricción que genera el exceso de posesiones. Es justo este esfuerzo el que más caracteriza al minimalismo femenino.

Los proyectos para reducir el número de prendas como el proyecto 333 están liderados por mujeres: en inglés, se inició con Courtney de Be More with less; en español, Inma de Mininmamente se hace eco del proyecto y nos proporciona una guía.

En varios artículos invitados de mujeres en este blog se ven claramente algunos de los temas femeninos:

En El viaje minimalista de Esther,, se advierte una inquietud por librarse de trastos y sustituirlo por experiencias; en un artículo de Yuri, se habla de cómo sería una boda minimalista, y en otro  de Laura Mascaró nos presenta una visión anti-minimalista de la educación infantil. Bea, del Blog Mamá Valiente, va más allá y cree que el minimalismo no solo es femenino, sino además feminista. Esto es  discutible y creo que no demasiado compartido, pero dejaremos este tema para otra ocasión.


La imagen, como no, y el influjo del marketing sobre la mujer y su bienestar son temas que preocupan a muchas mujeres minimalistas. Tania Carrasco de RevolucionaT tiene un artículo muy representativo de este minimalismo de la imagen: Reflexiones de una mujer «sin un pelo de tonta».

En El amor, las mujeres y la vida defiendo ideas similares a las de Mamá valiente  y Tania Carrasco sobre la liberación de la mujer del marketing de la cosmética y la moda, aunque en clave no política o reivindicativa. Yo, como el budista, creo que la conciencia individual (y no la revolución) es el principio de la liberación.

En resumen,  existe un minimalismo femenino  centrado en la crianza, la organización del hogar y la liberación de la presión cotidiana del exceso de posesiones. Creo que esta orientación minimalista es la más conocida  en la actualidad, está asociada con la decoración de interiores y atrae especialmente a las mujeres.

Minimalismo masculino como minimalismo del tiempo

El minimalismo masculino está  orientado al tiempo. Tiene que ver con el uso de nuestros escasos días en la superficie de la tierra, la conciencia nítida y la exploración existencial en sentido amplio, más orientada al exterior que a la rumia sobre el ombligo.

En su versión más simple y pragmática, incluye el tema recurrente de la productividad y los hábitos: cómo lograr las metas y objetivos con los recursos disponibles y cómo crear hábitos de vida que urbanicen el tiempo y nos permitan ser eficientes y aerodinámicos, reduciendo la fricción diaria.

El minimalista masculino arquetípico es el bloguero Leo Babauta al que siguen  más de 2.000.000 de lectores. Su blog, Zenhabits, contiene la palabra hábitos; sus primeros libros estuvieron centrados en temas de productividad. Su primer libro se llama Zen To Done, un remedo minimalista del famosos Gettings Things Done de David Allen, el gurú de la productividad personal en el mundo del trabajo corporativo.

He traducido  al español tres de sus libros  focus, El pequeño libro de la satisfacción y La gran destreza: Cómo dominar el arte del desapego transformará tu vida (este último en colaboración con Elisa Erbali).


Bien pensado, ahora que reflexiono un poco más, me doy cuenta de que la misma orientación de Babauta —primero centrándose en metas, retos, ultramaratones y productividad— fue derivando con el tiempo hacia algo  más armónico, budista y equilibrado, más cercano a los kimonos floreados de las geishas y la ceremonia del té que a la superación de limitaciones físicas y competiciones deportivas.

En general, los hombres minimalistas de la esfera anglófona tienden más a la androginia o metrosexualidad. Leo Babauta ha ido virando  hacia esta variante con los años. El caso más  claro es el de The minimalists, Joshua Fields Millburn y Ryan Nicodemus, que muestran una estética propia de  decoradores de interiores veganos ahítos de mindfulness.

The minimalists


En inglés, los minimalistas masculinos prototípicos (¡aunque llenos de excesos!) serían Tim Ferriss, James Altucher o el personaje interpretado por George Clooney en Up in the air (película que reseño [alguien muy sabio dijo que es el mejor artículo de este blog] e interpreto muy jugosamente).

Minimalismo masculino y femenino posando juntos


En España, Bosco Soler es lo más cercano a estos personajes reales y de ficción, especialmente próximo a George Cloney. Es un nómada digital desapegado del espacio y optimizador de tiempo y experiencias.

El desapego en sentido amplio —no solo de objetos— es un elemento que considero importante en la variante masculina del minimalismo. No en vano, he nombrado a Diógenes de Sinope como nuestro Santo Patrón del minimalismo.

Su desapego va más allá de la reducción de posesiones y la búsqueda del equilibrio propio del minimalismo femenino.Su indiferencia hacia los bienes materiales se convierte en ascetismo. Por otro lado, lejos de buscar la armonía y equilibrio en las relaciones personales y sociales, busca epatar a los atenienses, confrontarles con sus incoherencias y atavismos; insulta a Alejandro Magno diciéndole que se aparte porque no le deja ver el sol; camina en sentido contrario a la multitud a la salida del teatro;  y si es necesario despluma a un pollo y le espeta a Platón: «Ahí va a un hombre», para ridiculizar su definición de Hombre como bípedo implume.

Esta versión iconoclasta del minimalismo del filósofo cínico Diógenes es más cercana al caos, la experimentación y la heterodoxia, y es, por tanto,  más propia del arquetipo masculino, siempre rayando en la lucha y la búsqueda de la superioridad, sea moral, intelectual o estética.

Un minimalismo femenino o más orientado a lo femenino, no busca la confrontación ni la lucha y se centra más en la optimización de la intendencia del hogar y en las relaciones personales, en su círculo familiar y personal.

Por eso, podemos decir que Diógenes representa mucho mejor al minimalismo masculino que Babauta. Incluso, el mismo Unabomber, en una versión criminal del minimalismo neoludita y  rechazo de la sociedad industrial y el consumismo, también es un excelente representante del minimalismo masculino.



Sin irnos a casos extremos (o yéndonos a casos extremos de gente menos conocida), sí que tenemos buenos representantes de un minimalismo masculino de habla española en Mario Casaretto y Tribuna de Avalón.

Mario Casaretto, un francotirador del ejército israelí ahora en la reserva (cuyo adiestramiento de soldado de élite costó más que un Ferrari), escribía esto hace unos pocos días en su artículo Romeo y Julieta:

[…] El calor me quemaba. Me quemaba hasta los cojones. Los calzoncillos Reebok que había comprado en Estados Unidos hechos con material sintético no me ayudaban demasiado. No estaban diseñados para el horno insufrible que es Wadi Rum en verano.

El guía de Casaretto en Wadi Rum esconde a un Romeo


Mi guía, un beduino medio regordete me contó que en el verano casi nadie llega por Wadi Rum. Al saber que yo venía desde Israel, me dijo que le había hecho un paseo a una familia de israelíes algunos meses atrás y que la hija, de unos 15 años, se había quedado prendada de él y que le mandaba fotos eróticas desde Israel a Jordania por medio del chat de Facebook…

En cuanto a Alberto Antonio de Tribuna de Avalón, en una entrada de la misma fecha que la del artículo de Casaretto, relata su extraña relación con un pequeño insecto:

[…] Entro en mi aseo para orinar y cuando termino tiro de la cadena, observo que un pequeño insecto es víctima del ciclón de agua de la descarga de la cisterna, me digo para mi «coleto» una víctima a la que le ha llegado su hora, salgo del aseo y horas después vuelvo a orinar y vuelvo a ver al pequeño insecto como se debate entre mis orines, vuelvo a tirar de la cadena y me lavo las manos  al observar que la cisterna ya se ha cargado,  miro distraído, y vuelvo a ver al insecto que ha vuelto a sobrevivir a la descarga de agua…


Huntsman on the Toilet Seat (This is Australia) – Michael Coghlan


[…]…esto ya es demasiado, las ganas de vivir de esa pequeña vida (por tamaño) me conmueve y pienso que merece un acto de misericordia, con un dedo lo saco del agua y lo deposito fuera, al momento se sacude las alas, da pequeños brincos y le dejo que se reponga y siga su destino sea cual sea, aunque parece que algo he podido influir en ello, pero no lo sabré.

Alberto Antonio y Mario no tienen nada que ver con los minimalistas anglófonos hombres; son  más reales, punzantes y proteicos (diría «auténticos» si no tuviera fobia químico-ideológica por esta palabra). Encarnan mucho mejor los valores de nuestro santo patrón del minimalismo existencial y el minimalismo masculino.

Mi forma de minimalismo

Mis amigos ingenieros definen jocosamente a un arquitecto (lo siento Flames) como alguien  que no es lo suficientemente hombre  para ser ingeniero de caminos ni lo suficientemente afeminado para ser decorador de interiores.

Quizá mi marca de minimalismo sea una síntesis de los arquetipos masculino y femenino. Incluye además el elemento existencialista que encarnan tan bien Mario y Luis Alberto, y la pretensión megalomaniaca de crear una arquitectura vital de nuevo cuño.

No quiero abusar de las imágenes, pero no puedo dejar de recordar la que nos proporcionó Anjin-san sobre el modo existencial del samurai: capaz de vestirse con un kimono floreado y ejecutar con sensibilidad y perfección la ceremonia del té por la mañana, posiblemente en compañía de Marie Kondo; para más tarde,  al caer el sol, calzarse la pesada armadura, tomar su espada y rebanar el cuello a un enemigo mientras emite un alarido que reverbera en la vecina montaña y aterroriza a las bestias del bosque.



Procesando…
¡Lo lograste! Ya estás en la lista.

Desequilibrio y recomposición

El fotógrafo Manuel Bauer recuerda  una anécdota de un personaje famoso al que acompañaba en muchos de sus viajes:

«Ocurrió el año pasado en Madrid. Estaba furioso con los encargados de los equipajes. Una hora después, cuando se arrepintió de su comportamiento, le dio un ataque de gastritis» [1].

Este personaje famoso era Tenzin Gyatso,  el decimocuarto Dalai Lama. El líder budista entra en pánico cuando sube a un avión y ha de cerrar los ojos durante el despegue; nótese que lleva toda la vida predicando el desapego y el dominio del temor a la muerte.

También reconoce en entrevistas que se enfada con cierta frecuencia con sus asistentes, generalmente por  cosas pequeñas como la falta de cuidado o pequeñas negligencias.

Si tras casi ochenta años de meditación (actualmente el Dalai Lama tiene 84 años), alguien con su experiencia y sabiduría  se muestra tan humano, tan demasiado humano, ¿qué esperanza tenemos el resto de los mortales de  controlar nuestras emociones y disfrutar de cierto bienestar espiritual?

Pero no desesperemos, el mismo Dalai Lama, después de reconocer sus debilidades,  asegura que tras pocos minutos o segundos, recobra la compostura y transforma las emociones negativas en positividad y compasión.

Los desequilibrios mentales y emocionales van a estar siempre presentes porque somos humanos, pero podemos hacer mucho para suavizarlos, reducir su impacto y recuperarnos rápidamente después de haber tropezado. [2], [3], [4].


Referencias

[1] El dalai lama secreto. https://elpais.com/diario/2005/06/05/eps/1117952808_850215.html

[2] Curso de atención plena

[3] Curso de perseverancia y autorregulación

[4] El minimalismo existencial como aerodinámica de la acción humana

[5] Algunos ejemplos exitosos de aerodinámica existencial

Sesgo de complejidad: enemigo de este blog

Cualquier tipo inteligente puede hacer las cosas más grandes, más complejas, más violentas. Se requiere un toque de genio y un montón de coraje para moverse en la dirección opuesta.

Ernst F. Schumacher


El sesgo de complejidad es la propensión a buscar soluciones complejas en vez de hacer lo que puedas con lo que tengas en este momento y optar por la simplicidad.

Se traduce en la preferencia irracional por la complejidad cuando enfoques más simples serían más rápidos, más baratos y más efectivos.

Un ejemplo andante de este sesgo es este blog: lleva meses paralizado por la  búsqueda de la fórmula perfecta de escritura. Me siento como el ciempiés que un día intenta responder a la pregunta de cómo anda y en el proceso de buscar la respuesta se queda paralizado, incapaz de dar un paso:

  • ¿Cuáles son los temas más adecuados ahora mismo? ¿Necesito un calendario de publicaciones?
  • ¿Cuáles son mis metas u objetivos para este blog? ¿Debería tener metas?
  • ¿Cuál es el orden óptimo de presentación de los temas? ¿Me vendría bien un libro de estilo para este blog y así proporcionar una experiencia de lectura más estable y previsible, más fácil de leer?
  • ¿Cuál es el formato adecuado del artículo? ¿500 palabras o 1.500? ¿Escribo en corriente de conciencia o soy sumamente estructurado y sistemático?
  • ¿Uso Word, la herramienta de WordPress o el sofisticado software para escritores Scrivener?
  • ¿Cuál es el ritual perfecto para escribir? ¿Escribo a las cinco de la mañana o antes de cenar? ¿Tomo un té antes de empezar?
  • Etc.

Lo que digo sobre escribir en este blog se aplica a casi cualquier proyecto o asunto donde hay varias opciones, hay varias herramientas o mucha información disponible. Como siempre es posible optimizar el proceso, uno puede pasarse la vida buscando las condiciones más adecuadas de presión, humedad y temperatura antes de empezar. El sesgo de complejidad está muy relacionado con el fenómeno de parálisis por el análisis.

¿Por qué tenemos esta tendencia a preferir lo complejo sobre lo simple? Hay varias razones plausibles que probablemente te resultarán familiares:

Lo complejo vende más

La simplicidad es una gran virtud, pero lograrla requiere trabajo duro y educación para apreciarla. Y para hacer las cosas peor: la complejidad vende mejor. 

Edsger W. Dijkstra


Preferimos lo complejo porque lo que no entendemos resulta más atractivo, pensamos que lo complejo no comprendido es mejor, que en la complicación hay profundidad, que es mejor que nuestro sistema tenga cien piezas en movimiento que solo diez.

Si tomas el sesgo de complejidad y lo unes al sesgo de novedad, tienes el terreno abonado perfecto para que los especialistas en marketing y ventas exploten tus vulnerabilidades y te intenten convencer de que tu sistema es demasiado simple, subóptimo y desfasado. Entonces aparecen ellos con la  solución perfecta que resolverá tus problemas (eso sí, hasta que den con otro sistema mejorado que tampoco querrás perderte).

Después de todo, por poner un ejemplo, nadie podría hacer mucho dinero vendiendo salud y bienestar físico si te dijera que te dejes de dietas de última generación, métodos sofisticados de entrenamiento en gimnasios ultratecnológicos y dispositivos de monitorización de calorías y movimiento, y te recomendaran que simplemente salgas a pasear todos los días, evites el azúcar, procures dormir siete u ocho horas diarias, y te rodees de gente sana y con buenos hábitos.

El negocio se habría acabado.

Y resulta que para el 95% de la población esos consejos convenientemente seguidos  son todo lo que necesitarían  para mejorar su forma y bienestar físicos.

Pero es difícil ganar dinero aconsejando lo simple y lo obvio.

El gran beneficio de la complejidad: la postergación

Otra razón importante para preferir lo complejo está en que mientras estamos buscando el sistema o solución perfectos no estamos haciendo lo que deberíamos estar haciendo. Usamos la búsqueda de información como salida o escape al trabajo de hacer lo que en nuestro interior sabemos que tendríamos que estar haciendo.

Una definición de «coraje» es «Hacer lo que debes hacer sin importar cómo te sientes». El problema es que hacer lo que uno debe hacer suele ser lo menos cómodo y más difícil. Por ejemplo, para mí es mucho más fácil y satisfactorio ponerme a buscar consejos sobre escritura de blogs  o talleres de escritura o libros sobre escritura creativa que ponerme a escribir.


Entonces, el diablillo me dice al oído que «Antes de hacer algo, debes saber lo que tienes que hacer, y es mejor que explores y planifiques un poco más antes de remangarte y ponerte manos a la obra».

Incluso, ese diablillo, citará a Homo Mínimus o Peter Drucker si es necesario, y me recordará que es mejor hacer las cosas correctas que hacer las cosas correctamente, y que sin ese conocimiento sobre lo mejor es estúpido ponerse a trabajar.

La eficiencia, que es el hacer las cosas bien, es irrelevante hasta que estés trabajando en las cosas correctas.

Peter Drucker.

Y esto nos  lleva a otra causa generadora del sesgo de complejidad:

El mito de las  pepitas de oro informacionales

A menudo sentimos como que nos falta algo (ya se encarga la publicidad de hacernos sentir así), siempre parecen faltar piezas pendientes de descubrir sin las cuales no podemos ni debemos empezar el rompecabezas.

Por ejemplo, conozco a gente que le gustaría bailar, pero que considera que no puede empezar a hacerlo hasta que haya ido a un curso de baile o hasta que haya aprendido los pasos. Muchos me dicen que les gustaría tener unas huellas en el suelo para memorizar los movimientos antes de ponerse a bailar y así sentirse seguros.

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El gran error que cometemos muchos es el de siempre estar consumiendo más información, el estar buscando el método o solución perfecta para todo lo que hacemos, sea escribir, bailar, estudiar o relacionarnos con otros seres humanos.

Quizá estás leyendo este artículo porque buscando alguna solución a alguno de tus variados problemas y navegando por internet como pollo descabezado has acabado recabando en esta orilla del ciberespacio (¿me equivoco?).

La solución: AAA + Consejos vendo que para mí no tengo

Como hemos comprobado, el sesgo de complejidad es ubicuo en esta sociedad, quizá en cualquier sociedad, siempre buscando lo más complejo porque creemos que va unido a lo mejor, lo más rápido, lo más eficiente.

Tenemos las palabras «Finalizado es mejor que perfecto» pintadas en nuestros muros para recordarnos siempre estar haciendo entregas.

Mark Zuckerberg


Yo, al igual que Zucky, Tengo un antídoto en forma de mantra. Ya hablamos de la regla de las tres aes hace tiempo:

(h)Az Algo Ahora.

Así de simple.

Hoy me he levantado y la he aplicado.

Pero antes de empezar, me he preguntado (aplicando la idea de Consejos vendo que para mí no tengo):

«Si tuvieras que dar un consejo a alguien como Homo Mínimus, pero que  no fuera Homo Mínimus, ¿qué le aconsejarías hacer ahora mismo? , ¿cuál sería la mejor acción correcta siguiente?»

La respuesta que me ha venido a la cabeza primero, y que resulta ser la correcta, es esta:

Ponte a escribir.

Sí, la actividad crítica para alguien que quiere escribir un blog, sea Homo Mínimus o cualquier otro postergador similar, es escribir. 

Escribir sin más. Nada sorprendente. El resto son detalles colaterales que ayudan a la escritura pero que no son la escritura.

Así que esto es lo que estoy haciendo ahora y espero seguir haciendo mañana.

Procesando…
¡Lo lograste! Ya estás en la lista.