Tener, hacer o ser

El Shabbat es un día de alegría, porque ese día el individuo es plenamente él mismo. Por ello el Talmud llama al Shabbat la anticipación del tiempo mesiánico, y al tiempo mesiánico el Shabbat interminable: el día en que la propiedad, el dinero y la aflicción y la tristeza no tienen cabida; un día en que es abolido el tiempo, y solo domina el ser puro espiritual. Su predecesor histórico, el shapatu babilónico, fue un día de tristeza y de temor. El domingo moderno es un día lleno de consumo y de huir de sí mismo.

Erich Fromm: Tener o ser.

Si tuviera que darme una obligación que debiera y además quisiera cumplir durante el resto de mi vida, sería esta: observa el Shabbat, hazlo sagrado.

Si tuviera que darte una obligación que debes pero no querrás cumplir la mayoría de las semanas, al menos al principio, sería esta: observa el Shabbat, hazlo sagrado.

Escribió Abraham Joshua Eschel que el shabbat es como echar un vistazo a la eternidad, y que el judaísmo es una religión más del tiempo que del espacio, que construye un santuario en el tiempo todas las semanas.

Nadie te impide dedicar veinticinco horas todas las semanas a lo que verdaderamente importa, ser y no hacer, a la verdadera libertad, a las relaciones personales cercanas, familia y amigos íntimos, el espíritu y lo divino.

Imagina que has llegado, que no tienes que ganarte el pan con el sudor de tu frente, tienes la eternidad contigo y para ti. Olvida las metas y los planes, ya has llegado, no hay nada que esperar ni que temer.

Cierto, hay muchas cosas que no puedes hacer en este día: treinta y nueve según el Talmud. Pero a estas alturas ya sabemos que libertad es libertad para elegir nuestras cadenas. La restricción es el pilar de la libertad, y nada mejor que la restricción autoimpuesta y además propuesta por una comunidad.

Shabbat shalom.

Cómo acometer un proyecto

Tres requisitos.

Compromiso.

Asegúrate de que tienes un proyecto, no una línea más en la lista de la compra. Busca en tu  interior, no en google:

¿De verdad lo quieres? ¿Cuánto lo quieres? ¿Más que cualquier otro objetivo alternativo? ¿Seguirás motivado cuando ya no estés motivado o cuando la hierba del vecino resulte más verde o cuando surja la siguiente cosa brillante?

Si no respondes con completa seguridad y afirmativamente a todas las preguntas anteriores, olvida el proyecto. No es más que un deseo.

Por escrito

Ponlo por escrito.

No es necesario que la meta o el propósito del proyecto esté perfectamente definido, puede ser borroso, pero ha de ser lo suficientemente claro para que si haces algo sepas si te acercas o alejas. No está tampoco mal que formules una estrategia (con tres líneas bastan)  y te impongas una fecha límite para declararte triunfante o en bancarrota.  Luego da el primer paso.

Ponlo por escrito.

Ponlo por escrito.

Rendición de cuentas

El tercer requisito es imprescindible. Si no tienes alguien ante el que responder personalmente de caminar todos los días hacia tu proyecto, tus posibilidades se reducen a la mínima expresión. No confíes en ti, la carne es débil, tu mente es incluso más débil que tu cuerpo.  Si no tienes jefe que se enfade cuando no avanzas en el proyecto, cuéntale tu proyecto a alguien de confianza y pídele que lo revise contigo cada dos semanas.  Cuando fracases, cuando no avances, cuando abandones, el dolor de reconocerselo a otro ser humano te volverá más precavido a la hora de iniciar proyectos.

 

Amagar los hábitos

Estimado Doctor Mínimus,

vengo con una duda existencial.Si un día no puedo cumplir con un hábito a la hora prevista. ¿Qué hago? ¿Lo realizo apenas pueda, aunque eso signifique realizarlo 5 horas después?

Melisa.

Estimada radioescucha,

respondo a tu pregunta comenzando con la definición del diccionario  de la palabra amagar en sus acepciones quinta y sexta, porque mi respuesta tiene que ver con tales significados.

Amagar.

Quizá del gót. af-maga ‘desamparar’, y este der. de magan ‘tener fuerza’.

  1. tr. Mostrar intención o disposición de hacer algo próxima o inmediatamente.
  2. intr. Estar próximo a sobrevenir.

¿Se puede «amagar» a posteriori un hábito, una determinación, una promesa?

Es decir, si has incumplido una promesa, has violado el hábito (por una vez o por quinta vez seguida), o has dejado de meditar en el día de hoy a las 8:00 am, tal y como me habías asegurado que harías a partir del 1 de enero del 2018, ¿puedes amagar?

El amagar es —en principio—  un a priori, es hacer como si fueras  a hacer o al menos mostrar la intención de hacerlo próximamente (acepción quinta).

Cierto, esta mañana no te abstuviste de ese pastel o de esa Coca-Cola (¿desayunas con Coca-Cola, alma de cántaro?), y técnicamente has fallado en tu determinación (una vez más), no la has cumplido, has quebrantado tu sincera promesa.

Ok. Vale. Pero «amagar»  también significa estar próximo a sobrevenir. Si te has dado cuenta de que nos podido|querido cepillarte los dientes inmediatamente después de la cena, es un avance; si te flagelas un poco, si te sientes un poco mal, está bien también: la conciencia, como bien sabemos, es el principio de la liberacción.

Pero no te quedes en la mala sensación de boca, haz algo, por pequeño que sea que ratifique y renueve tus votos, tus buenas intenciones:

¿Estabas en la cama a las 5:05 am de la mañana y has recordado que no meditaste a las 11:11 pm (eliges unas horas muy curiosas…)? ¿Alguna persona significativa te ha recordado a las 7:06 en el beso de la mañana que el olor a ajo no es el mejor afrodisiaco?  Muy bien, pues levántate, siéntate, asume la posición del medio-loto y medita durante un minuto. O bien, levántate y cepíllate un diente, por mucho sueño que tengas.

Ya está, ya has amagado el hábito, aunque sea a posteriori.

Te quedas con mejor sabor de boca (literalmente, en el caso del aficionado a la salsa alioli), la luz de la esperanza al final de túnel brilla mortecina y quizá tengas remedio, quizá todavía podamos hacer una mujer|hombre de ti. Quizás no todo esté perdido. Quizá la acepción sexta de «amagar» se cumpla y tu deseada conducta virtuosa finalmente sobrevenga.

El borracho que no apura la segunda botella de vino de la noche, el glotón que en un momento de lucidez deja la última galleta de chocolate de la bolsa y se la da al perro o la tira a la basura, el perezoso que después de una tarde del sábado delante del televisor comiendo palomitas se pone las zapatillas de deporte, baja al portal de su casa, pone el pie en la calle y cuando siente el frío vuelve a su butaca, etc., todos ellos están «amagando el hábito», todos ellos tienen en su mano la posibilidad de redención.

La vida no es binaria: Todo o nada, 1 o 0, blanco o negro, Ortega o Gasset. La naturaleza da saltos pero los saltos pueden ser pequeños.

Lo que  dijo Rafael Sarmentero de los proyectos lo podemos decir respecto de los hábitos, rituales y buenas costumbres: «La manera más efectiva de perderlo todo es quererlo todo»:

La diferencia entre nada y todo es un poco.

No es un juego de palabras.

Tienes un proyecto. No le dedicas tiempo. Pasan los días y y no tienes nada.

Sin embargo, si le dedicas un poco cada día, al final tienes un proyecto terminado.

Entre nada y todo hay una diferencia muy grande.

Pero entre nada y un poco, la diferencia es un poco.

No supone un gran esfuerzo y representa un gran cambio.

Un poco lo es todo.

Lo diré de manera críptica, pronto y mal, Melisa,  para que lo grabes a fuego en tu conciencia:

La perfección es fascista.

Así que haz lo que puedas, aunque sea cinco horas después, aunque sea insignificante, y reafírmate en tus promesas a ti misma.

Nada está perdido, si haces algo, aunque sea muy poco.

El poco, aunque sea también tarde, sostenido fanáticamente todos los días, es tu esperanza.

Sinceramente,

Doctor Mínimus