Yo no soy tu gurú

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Hay una máxima en el mundo de la escritura —que aprendí el año pasado en mis incursiones en los talleres de escritura creativa—  que reza: «Escribe de lo que sabes».

El problema que encuentro con esta regla es que si ya sé de lo que voy a escribir no tengo gran motivación para escribir.

Por ejemplo, de este articulo tengo el título: «Escribe sobre lo que no sabes de  lo que sabes». En mi mente tengo la idea ya formada. Y creo que me va a llevar como tres minutos desplegarla y expresarla decentemente. Tengo la sensación de que la idea no da más de sí. Esto hace que me esté costando escribir este artículo. No me siento terriblemente motivado.

Así que siguiendo la dirección del título, me tendría que preguntar: «¿Qué no sé sobre el hecho de que es bueno escribir sobre lo que no sé de  lo que sé?».

¿Te estás perdiendo, amigo lector? Yo también.

Bien… Es una buena señal que yo me esté liando porque eso significa que hay algo que no domino del todo en este asunto de escribir sobre lo que no sé de  aquello que sé.

¿Qué no sé? Intentaré analizar el significado de la frase para ver si hay algo que no tengo claro:

La frase, el título de este artículo, significa que cuando tenga algo claro tengo que partir de la base de que no está del todo claro y que hay cabos sueltos.

Difícilmente tendremos un conocimiento cristalino sobre nada medianamente complejo o ambiguo: la escritura es una habilidad compleja y los criterios de evaluación son borrosos, si los hay.

El proceso de escribir es un proceso cognitivo sumamente complejo, tanto que muchos escritores describen su actividad en términos mágicos, casi místicos, como si fuera un proceso sobre el que no tuvieran ni conocimiento ni control.

Por tanto, está claro que puedo encontrar muchas zonas grises en cualquier prescripción o principio que enuncie sobre el proceso de escritura.

De lo que acabo de decir sobre el proceso de escribir, podría dar un salto lógico y  extrapolar que escribir sobre lo que no sé de  lo que sé es casi siempre posible. El mundo es grande y nuestro conocimiento escaso, luego en cualquier asunto sobre el que escriba puedo encontrar zonas grises, o puedo relacionar lo que sé con algún elemento desconocido y en el camino… ¡motivarme!

Si escribo sobre lo que no sé de  lo que sé  voy a estar motivado: al ponerme a escribir ya tengo un aliciente, algo que descubrir, algo que puede generar curiosidad: descubro lagunas en mi conocimiento.

La dificultad de seguir esta prescripción está en cómo hacerse preguntas que uno no sepa responderse inmediatamente  y hacérselas partiendo de situaciones o temas de los que sepa lo suficiente como para encontrar algo relacionado que no sepa; porque si sabes poco o no sabes nada,  es difícil o imposible encontrar preguntas interesantes.

De esta manera, la escritura se convierte en un proceso mental exploratorio, de descubrimiento de cabos sueltos y de esfuerzos  de atarlos con nuevas relaciones, datos, o inferencias.

Ajá.

Parece que tengo una aproximación a mi tesis:

Si sigo esta regla tengo materia sobre la que escribir, porque hay algo que sé, y tengo motivación porque estoy desentrañando lo que sé para encontrar lo que no sé, y eso genera curiosidad, una cierta tensión que busca resolución.

Las preguntas que me muestran lo que todavía no sé de lo que sé son la clave.

La sombra paralizante del cierre cognitivo prematuro

Hummm. La cuestión es que entonces no siempre podré seguir la regla:

Si no sé nada, imposible seguirla; si sé todo o demasiado, muy difícil seguirla;

Pero.. si sé algo pero no todo… puedo seguirla. ¿Parece fácil?

Lo parece, si no fuera porque las personas, incluidos los escritores, que también somos personas, creemos saber casi todo lo importante sobre todo lo importante. Los psicólogos llaman a esto «cierre cognitivo prematuro».

La propensión sicológica es a ese cierre cognitivo: no queremos las creencias para perfeccionarlas eternamente en un proceso de refinado constante que consuma nuestras vidas; queremos las creencias para orientarnos «suficientemente bien» en el mundo, para así hacer algo en el mundo, para comenzar la acción.

Cuando una creencia cumple su función, aunque esta sea meramente lenitiva o calmante del dolor de no saber, dejamos de buscar, nos ponemos a hacer y nos ocupamos de otro asunto; habitualmente, lo hacemos demasiado pronto.

Los escritores de ficción o no ficción creativa son seres especiales. No escriben tanto para mostrar lo que saben como para descubrir lo que no saben: ¡solo así pueden descubrir algo y ser creativos!

El miedo a la hoja en blanco y el aprendizaje condicional

Así que parece que muchas veces no me pongo a escribir porque ya creo saberlo todo o porque no quiero complicarme la vida con nuevas incógnitas, aunque sospeche que no sé todo sobre lo que quiero saber.

Ellen Langer, la psicóloga americana, considera que el profesor  debe mantener una actitud condicional, una actitud abierta a las posibilidades, sin encastillarse en ninguna, por muy probable o razonable que parezca.

En esencia, el buen maestro en vez de presentar  a sus alumnos tal o cual principio o hecho como algo taxativo, indiscutible, cerrado, ha de enunciarlo de manera condicional.

Ejemplo: el maestro no debería decir «El principio X es correcto» sino más bien «Podría ser que el principio X fuera correcto». Con esto da a entender que el principio o hecho que enuncia es uno entre varios que podríamos considerar, que podría ser otro. De aquí entonces la idea de «aprendizaje condicional».

Presentando la información de esta manera, el maestro consigue que la mente del alumno no se fije en una solución o guion cognitivo y mantenga abierta la mente a nuevas posibilidades y siga explorando en vez de limitarse a memorizar el conocimiento empaquetado y distribuido por el profesor. Y eso aumentará la involucración del alumno en su aprendizaje.

El aprendizaje condicional en la escritura

Extendamos la idea de aprendizaje  condicional de Ellen Langer a la escritura:

Cuando inicie un nuevo texto de ficción o de no ficción creativa debo decirme: «Podría ser que X… y también que Y… y quizá Z…» y «no veo claro si X o W… vamos a explorarlo…» y «¿Qué pasaría si fuera J, K o L? Es solo un suponer…» y… «aunque me decanto por H… todavía hay varios flecos o contradicciones Ñ, O y P que no sé cómo soslayar..». Etc. Y esto involucrará al escritor en su texto.

Es resumen, siempre que empiece a escribir me pondré a buscar lo que no sé en lo que sé para:

  1. Motivarme con la exploración.
  2. Buscar y encontrar algo nuevo que no sabía antes de empezar y que desafía o complementa o sustituye a lo que creía saber al principio. En el camino puedo crear algo nuevo tanto en contenido como en forma.

Yo no soy tu  gurú (¿o qué creías?)

HM habla siempre desde la condicionalidad, desde la razonable posibilidad que no excluye otras posibilidades razonables; aunque a veces parezca que hable desde el púlpito, esa no es su esencia; su esencia es la de trol filosófico existencial.

troll

No en vano, el santo patrón de su minimalismo existencial  es Diógenes de Sinope, un filósofo cínico que tenía solo tres posesiones: una capa, un bastón y una escudilla; el día que observo a un niño beber en un arroyo usando la concavidad creada con sus manos se deshizo de la escudilla cuando constató sorprendido  que era otro elemento superfluo al que hasta ahora había considerado imprescindible.

Diógenes es famoso por sus performances filosóficas. En cierta ocasión recorrió Atenas con un farol encendido a plena luz del día buscando a un hombre honesto; por supuesto, no lo encontró. En otra ocasión, cuando Platón le dio la elogiada definición socrática de Hombre como «Bípedo implume», desplumó una gallina y la hizo correr por la plaza mientras gritaba: «¡Ahí va un hombre!»; desde ese momento, se añadió a la definición «…de uñas planas»

El mejor troleo es siempre el autotroleo: uno debería esforzarse por ser el mejor trol de sí mismo y conspirar constantemente contra las propias convicciones, incluso contra las más fijas e indiscutidas, que no indiscutibles.

Pero el autotroleo es tan difícil como aconsejable, muy difícil de autoinfligir; por eso es conveniente rodearse de troles y mentes despiertas  que se atrevan a contradecirte y decirte: «Soy amigo del señor Platón, soy amigo del señor Homo Mínimus, pero más amigo todavía soy de la señora Verdad».

Mientras uno no encuentre troles que le troleen bien troleado y le jodan bien jodido, hay que mantener una sana y permanente actitud condicional, hablar desde la condicionalidad deliberada y buscar contradecirse bien contradicho, aunque solo sea por el gusto de explorar distintas direcciones vitales.

El espíritu de la contradicción con los demás es bueno y saludable, pero lo es más si uno busca sus contradicciones y socava las certezas personales más queridas. A diferencia del que cabalga sus contradicciones y vive plácidamente en una hipócrita esquizofrenia, hay que usar la conciencia de la contradicción para diluir las certezas y llegar a una nueva verdad condicional mayor y provisional, siempre en desarrollo.

Así que recuerda que HM —incluso en sus momentos aparentemente más dogmáticos—  es un maestro condicional, uno que siempre en su fuero interno dice: «Podría ser que H, podría ser que M… pero exploremos hoy X… o quizá HM.».

9 comentarios sobre “Yo no soy tu gurú

  1. Cuestionarlo todo y poner a los demás en jaque no te hará la persona más popular del universo (en realidad puede que sí, pero no de forma necesariamente positiva :’D ). La mayoría prefiere la estabilidad que le proporcionan sus dogmas y la compañía de gente con dogmas afines, no es habitual que alguien busque ser refutado y mantenga una mentalidad abierta con disposición a enriquecerse. Pero, claro, a un troll no le interesa juntarse con especímenes del tipo predominante que lo catalogan como hostil. No todo el mundo sabe lidiar con la inseguridad que provoca ver sus certezas tambalearse.

  2. Viajando en el autobús… después de un largo y nuevo lunes… después de un ayuno cibernético… echo un ojo al buzón de hotmail. Sonrisa. H.M a la vista… Mientras te leo, respiro los espacios entre tus letras… mis pensamientos… y de repente… un pelo rebelde en una de tus cejas me distrae… Sonrío con mas acento sobre la «i», en respuesta al silencio que me dijo; con que poco se puede ser feliz, claro… hay que ser mucha mujer 😊 😉 … eso también…
    Gracias

  3. Pues iba a añadir a una de las «Cien maneras de hacerte miserable la vida» algo así como «darle la razón a HOMO MÍNIMUS».

    Pero en realidad a mí me pasa que soy más bien pelota. O más bien me pasa que si participo en un blog o algo una crítica a un libro, una serie o una peli…. lo hago sólo con las que me gustan mucho. Intento contener al troll que llevo dentro y apoyar aquello que me gusta más que escupir sobre lo que me desagrada.

    Pero puedo intentar cambiar por el pedazo de haragán que es HOMO MÍNIMUS. Malandrín.

  4. Creo que mi misión en la vida, si es que eso existe, ha sido siempre trolear. Autotrolearme como side effect. No siempre es fácil, pero reconozco que obtengo un extraño placer en joderle el marco cognitivo a otra persona. Por cierto, escribir de lo que uno sabe es posiblemente el coñazo más grande que existe.

  5. Me ha gustado mucho la idea que expresas de descubrir nuevos horizontes y nuevas idea a la hora de ponerte a escribir, la escritura como herramienta de conocimiento. Verás llevo tiempo dándole vueltas a la idea de escribir, en un blog p.ej, y me frena el pensar que no voy a saber qué decir o qué no puedo aportar nada nuevo en un mundo donde ya está todo dicho. En fin, soy lectora nueva en este blog pero minimalista desde hace tiempo y espero quedarme durante mucho tiempo. Un saludo.

    1. Mejor que darle vueltas a las cosas durante un tiempo, abre un blog gratuito en wordpress y prueba durante un mes a escribir todos los días un poco de lo que te apetezca y sin preocuparte por el público; pasado el mes, decide si seguir y si borras todo lo escrito y empiezas de cero o mantienes lo escrito y sigues. Lo bueno de los inicios es que a nadie le importa si lo haces bien, mal o regular: no hay casi nadie que te lea.
      Saludos.

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