Cuando me entran ganas de cambiar el mundo, o simplemente me entran ganas de cambiar mi mundo —cosa que preferirás hacer si has asimilado los dos anteriores artículos (1 y 2)—, me siento y contemplo cómo crece —morosamente, lentamente, arrastrándose imperceptiblemente— la hierba. Dejo que el polvo se hunda en el estanque, se disuelva, descienda gravemente, se asiente y se convierta en cieno.
Cuanto me entran ganas de cambiarme a mí mismo, me digo que nadie cambia a nadie, ni siquiera uno a sí mismo; al menos no intencionalmente, deliberadamente, sin intervención externa —sea divina o de las circunstancias—.
Los poderes humanos son finitos, el poder individual de transformarse a uno mismo es más finito todavía, infrafinito podríamos decir —si se me permite la poética licencia —. Pensamos que todo está en nuestras manos, cuando deberíamos abandonarnos a un poder superior y obedecer sus designios (¡siempre inescrutables!).
Sí, ya sé que esto que digo conspira contra la búsqueda de la felicidad, la autenticidad y el uno mismo que anida dentro esperando a ser rescatado. Pero tras las capas de cebolla de nuestras insufribles y sucesivas máscaras no hay nada: doble negación: ¬¬A equivalente lógicamente a A.
¿Me contradigo? Pues sí, me contradigo. Y, ¿qué? (Yo soy inmenso, contengo multitudes). ~No (no Whitman).
Procesando…
¡Lo lograste! Ya estás en la lista.
¡Vaya! Se ha producido un error y no hemos podido procesar tu suscripción. Por favor, recarga la página e inténtalo de nuevo.
Este es un excelente artículo invitado de mi proto-amigo Antoine Kerfant, que es el anfitrión en un blog sobre finanzas personales http://ideasyahorro.com/.
Las finanzas personales no son un tema que hayamos tocado mucho en este blog, así que puede resultarte interesante. Gracias, Antoine.
Antoine Kerfant, experto en finanzas personales y asesor de PYMES y emprendedores
Uno podría preguntarse si el programa educativo debería incluir una asignatura sobre principios básicos de la economía doméstica. No hace falta investigar mucho para darse cuenta que una gran parte de la población carece de una cultura financiera básica. Algunas ideas, que parecen de sentido común, no han calado en la mentalidad colectiva. Para intentar aportar mi granito de arena y cambiar mínimamente esa situación, he pensado en compartir las cinco ideas que me parece que todo el mundo debería saber sobre finanzas personales.
#1 Gasta menos de lo que ingresas y ahorra
Los españoles no ahorran
Es el pilar de la economía doméstica. Parece obvio, pero basta con echar un vistazo a las estadísticas de ahorro de las familias españolas para ver que no lo es tanto. En 2018, los hogares destinaron menos del 5% de sus ingresos al ahorro. Eso es menos de la mitad de la media nacional entre 2000 y 2018.
Tu objetivo: el 10%
Porque cuando hablo de gastar menos de lo que ingresas, me refiero a hacerlo en proporciones significativas. Por ejemplo, ahorrando al menos el 10% de tus ingresos mensuales. Y cuanta mayor seas tu remuneración, más deberías ahorrar en porcentaje, porque te es más fácil hacerlo.
El peligro de no saber ahorrar
Sin embargo, una gran mayoría de personas vive al día. Gasta prácticamente todo lo que ingresa. Algunos no saben cómo ahorrar dinero, otros no lo ven como algo prioritario, y gastan hasta que se acabe el sueldo del mes.
Este tipo de comportamiento pone a la gente en una situación muy precaria al nivel financiero. No pueden enfrentarse a cualquier imprevisto, lo que los lleva a meterse en préstamos que complican aún más su situación.
¿Cómo se ahorra?
Si hubiera más cultura financiera, cada persona sería muy consciente de la necesidad de ahorrar, y apartaría religiosamente cada mes una proporción de su remuneración. Eso implicaría una mayor estabilidad económica, y más margen para superar crisis económicas.
Pero, ¿cómo lograrlo? No hace falta ser super minimalista. Basta con que hagas una lista real de todo lo que gastas habitualmente, y analices cada partida para ver donde puedes recortar. Y puedes, te lo aseguro.
#2 Evita el crédito: un gran principio de cultura financiera
Otro aspecto donde me parece que hay mucho desconocimiento es respecto al crédito.
Un ejemplo de crédito al consumo
Imaginemos el caso de Juan. Tiene un sueldo de 1.200€ y cada mes le cuesta no pasarse de gastos. Un día, ve un televisor ultra moderno en una tienda. Cuesta 600€ y a Juan se le sale del presupuesto. Pero le explican que puede financiarlo a 36 meses, y le saldrá una cuota mensual de 23€. A Juan le parece genial. 23€ al mes se lo puede permitir.
El tema es que a pesar de que se comunique el TAE (en este caso un 24% de intereses anuales), la mayoría de las personas como Juan solo se fijan en la cuota de 23 euros. Parece darles igual pagar finalmente 828€ por un televisor de 600€.
Otro elemento que Juan no sabe es que al principio del préstamo paga muchos más intereses que al final. Si, por algún motivo, dejase de pagar las cuotas después de 18 meses, le quedarían por pagar 350€ de principal, no 300€.
Los riesgos del desconocimiento de los créditos al consumo
Las personas como Juan suelen acabar contratando varios préstamos, y aplazando los pagos gracias a la tarjeta de crédito. Esa situación genera varios problemas:
Su renta real se ve fuertemente reducida por el pago de los intereses, por lo que les es cada vez más difícil ahorrar y cada vez más tentador pedir otro crédito.
Si pierden su fuente de ingresos, se encuentran inmediatamente en una situación crítica, debido a que no disponen de reservas y tienen muchas obligaciones de pago, especialmente los créditos.
Un ejemplo de hipoteca
María quiere comprarse un piso. Tiene un puesto fijo en una empresa y cobra 1.500€ al mes. Le han dicho que, con su nómina, lo mejor que puede conseguir a 20 años es una hipoteca de 110.000€ que implicaría unas cuotas mensuales de 500€, una tercera parte de sus ingresos.
¿Por qué 20 años? Porque más allá de 20 años, la bajada de cuota es menor y el sobrecoste de intereses es importante. A María le da igual. El piso que quiere solo se lo podrá comprar con una hipoteca de 180.000€, así que está dispuesta a firmar una hipoteca a 35 años.
Además, María quiere comprar ya, porque ha visto que los precios están subiendo mucho y quizás en el futuro no pueda comprar nada.
Los riesgos del desconocimiento de las hipotecas
Las personas como María no se dan cuenta, que, al tener una hipoteca a tipo variable sobre un periodo muy largo de tiempo, el importe de la letra puede incrementarse muchísimo con una pequeña variación del Euribor. En el ejemplo anterior, una subida de 1,3 puntos del Euribor encarecería la cuota 100€ al mes.
Además, el hecho de querer comprar a toda costa alimenta los fenómenos de burbuja. Lo razonable, si los precios suben mucho, es esperarse a que bajen. Si María compró su piso a un precio excesivo, se encontrará durante varios años con una deuda superior al valor de mercado del piso, en cuanto los precios se corrijan.
¿Qué dicen el sentido común y la cultura financiera sobre los créditos?
Es mejor no contratar nunca préstamos al consumo ni usar la función de crédito de las tarjetas bancarias. Si se quiere comprar algo, se ahorra para lograrlo.
¿Un crédito para comprar un coche? Si el coche es imprescindible para poder trabajar o generar ingresos, tiene sentido. Pero en este caso, si no se dispone del dinero, es recomendable comprar un vehículo lo más económico posible (de segunda mano).
¿Pedir una hipoteca? En general, las hipotecas pueden ser muy útiles, porque permiten comprar un bien que se va revalorizando con el tiempo y poder tener un uso inmediato. Sin embargo, hay que tener cuidado con el plazo, el tipo de interés y por supuesto, el precio de mercado del bien que se compra.
#3 Invierte tus ahorros
Ahorrar mensualmente está bien, pero…
Si vas ahorrando un porcentaje de tus ingresos cada mes, enhorabuena. Pero no es suficiente. Tienes que tener en cuenta dos factores:
La inflación se está comiendo tus ahorros. Cada año aumenta el coste de la vida, por lo que tu dinero vale menos.
Invertir a largo plazo puede aumentar mucho más tu patrimonio que las cantidades que ahorras con esfuerzo cada mes. Hay un efecto “bola de nieve” que puedes aprovechar.
Tienes muchas formas de sacar rentabilidad a tus ahorros
Da igual lo que escojas.
Puedes buscar la seguridad con inversiones de bajo riesgo tipo bonos del estado o depósitos a plazo.
Si te gusta el mercado inmobiliario, tienes la posibilidad de buscar “chollos” para comprar y ponerlos en alquiler.
Puedes operar en bolsa y en los mercados financieros en general.
Tienes la opción de prestar dinero a particulares, directamente o con plataformas especializadas.
Si te sientes un alma emprendedora, puedes invertir en un negocio.
Son solo unos ejemplos, y tienes que elegir con mucho cuidado donde vas a meter tu dinero, pero tienes que buscar una forma de sacar una rentabilidad.
El poder de los intereses agregados
Imagina que nada más empezar a trabajar has conseguido ahorrar 10.000€ y los has metido en una inversión al 5% de intereses anuales. A los 10 años el saldo sería de 16.300€. A los 20 años sumaría 26.500€. A los 30 años llegaría a los 43.200€. 10 años más tarde, el saldo sería de 70.400€. Y imaginando que conserves la inversión 50 años, llegaría a tener un valor de 114.600€. Eso con un tipo de interés relativamente conservador.
Es cierto que los intereses agregados (es decir la bola de nieve de los intereses) generan una rentabilidad exponencial solamente en periodos muy largos. Pero como puedes ver en el ejemplo, en 20 años, que no es tanto, la inversión se ha multiplicado por 2,6. Sería una pena desaprovecharlo.
Cultura financiera es saber que una combinación de un esfuerzo para ahorrar mes a mes y de la inversión de ese ahorro tiene un claro efecto multiplicador sobre tu patrimonio.
#4 Ni loterías, ni apuestas, ni bingo…
El timo de la lotería de Navidad
Cuando hablas con la gente de la Lotería de Navidad te suelen decir que es la lotería que más reparte, y que hay más probabilidad de que toque que otros sorteos.
Pero, en realidad, si analizas bien las probabilidades, tienes un 85% de posibilidades de perder el dinero invertido. Otro 10% que te toque el reintegro, que seamos realista, la mayor parte de la gente vuelve a gastar en lotería, hasta que se pierda. Luego tienes un 5% de posibilidades de ganar un premio ridículo de 100€ por 20€ jugados. Y finalmente, 19 posibilidades entre 100.000 de ganar algo significativo.
No tiene ningún sentido jugar y si la gente tuviera cultura financiera no lo haría. Pero puede más la tradición, la ilusión y el miedo que le toque al compañero y a ti no.
No tires tu dinero
Los únicos que ganan dinero en loterías, apuestas, casinos y similares son los que los organizan. No tires tu dinero en eso. Si dedicas lo que te gastas en esos juegos al ahorro y la inversión te irá mucho mejor. Premio seguro.
#5 La relación entre riesgo y rentabilidad
El último aspecto importante referente a la cultura financiera es el poco conocimiento que suele tener la gente de la relación entre riesgo y rentabilidad.
Como norma general, la cultura financiera te dice que, si se ofrece una rentabilidad alta, es más probable que el riesgo sea muy alto. ¡Cuidado! Que una rentabilidad baja no implica un bajo riesgo. Sin embargo, un bajo riesgo, normalmente implicará una baja rentabilidad.
Sabiendo eso, es mucho más fácil detectar problemas.
Si alguien te propone una inversión que parece demasiado buena para ser cierta, es probablemente porque no es como te lo han contado. O hay mucho más riesgo que lo que te cuenta, o directamente es un timo.
El sentido común ayuda mucho en esos casos. Por ejemplo, si una inversión es tan buena, ¿por qué alguien dedicaría tanto dinero en publicidad para promocionar esa inversión? ¿No sería más interesante invertir el capital en esa inversión? Pues eso.
Otra idea fundamental es recordar que las rentabilidades pasadas no garantizan las futuras. De hecho, muchas veces, entrar en una inversión que ha generado grandes beneficios anteriores puede significar entrar demasiado tarde.
Las burbujas se creen porque la gente ve la rentabilidad alta y quiere participar. Al comprar propician una nueva subida que atrae a más inversores. Pero al final se llega a un techo y la burbuja revienta. Una burbuja es un caso extremo, pero ilustra bastante bien la idea.
Hay bastantes más principios dentro de la cultura financiera, pero con aprender a ahorrar parte de tus ingresos, saber manejar los créditos, invertir tus ahorros, conocer la relación entre riesgo y rentabilidad y dejar de tirar el dinero en juegos, ya mejoras mucho tu situación.
Me llamo Antoine Kerfant, soy francés, pero llevo muchos años viviendo en España y me encanta. Asesoro a emprendedores y me apasionan las finanzas personales. Por eso, desde 2011 publico consejos para ahorrar, invertir, ganar dinero y buscar un mejor trabajo en ideasyahorro.com.
Esta mañana, cuando me dirigía a una entrevista profesional y salía de la boca del metro, una chica de alrededor de uno cincuenta y cinco de altura, unos veinte años de edad, tres meses y ocho días, y con una carpeta azul en la mano se acercó a mí, «¿Tienes un minuto?», «No, no tengo un minuto, voy con prisa» [Esto es «Tengo 1.440 minutos hoy, pero no quiero malgastar ni uno contigo»].
Ahí podría haber acabado la cosa, pero la chica no se resignó a que no conversara con con ella y por tanto no tuviera la mínima probabilidad de convertirme en socio de su ONG y ganar su comisión; cuando me marchaba me espeta un irónico y voz en cuello «Se ve que tienes cara de solidario». Entonces me paré, volví sobre mis pasos y…
Solidario responsabilizándote del hambre en el mundo
¿Qué hice?
Digo: «¿Por qué dices eso?, ¿no te parece que prejuzgar el carácter de los demás cuando te dicen que no es algo infantil?». Se queda callada. Prosigo: «Cuando tú sales por las noches de fiesta, más de uno y de dos moscones se acercarán a ti, te dirán algo, y tú, con cara de más o menos fastidio, con más o menos educación, intentarás quitártelos de encima. Bien, pues eso te acaba de ocurrir: tú eres ahora la moscona, la tía poco agraciada que nadie quiere y que viene a importunar. Acéptalo y vive con ello. Si no lo aceptas, cambia de profesión.»
Otra de sus compañeras de fatigas, con la misma carpeta, pero con pelo muy corto al estilo LGTBIQ y con cinco centímetros menos que la otra hobbit, había oído nuestro intercambio anterior, se une al grupo y se queda a unos pocos pasos, como intentando defender a su colega. La miro de reojo, mientras vuelvo a reconvenir a su compañera : «Yo soy solidario con mis amigos y mi familia, pero, a diferencia de ti (en este momento, la señalo con el dedo índice), no soy solidario a comisión». La chica replica casi de inmediato –pero lánguidamente y con dos o tres tonos por debajo de sus palabras anteriores–: «Los médicos ayudan a la gente y también cobran…». Digo: «Cobran y no son más solidarios que el fontanero o el conductor de autobús, que también hacen su trabajo y cobran por él».
Ella: «No tienes corazón».
Me acerco un poco más, lentamente, buscando las palabras adecuadas, le digo: «Mira, aquí acaba nuestra plática; como tengo un gran corazón y hoy me siento compasivo –que no solidario– no te voy a decir de qué tienes tú cara». La chica arruga el hocico, me mira con gesto de enfado, y hace como que va a decir algo, pero no lo dice. Me doy la vuelta y la dejo ahí plantada.
¿Qué debería haber hecho?
Obviamente, no lo que hice.
Debí:
Recordarme el verso de Rabindranath Tagore y repetirlo de tal manera que resonara en las bóvedas de mi cráneo: «Sé como el sándalo, que perfuma el hacha que le hiere».
Parar, respirar tres veces, y decir para mis adentros, de manera muy tranquila y musical: «El cielo está enladrillado, quién lo desenladrillará, el desenladrillador que lo desenladrille buen desenladrillador será».
Sonreír fugazmente y con gesto compasivo.
Alabar a la chica de la carpeta azul: «Tu comprometido y solidario trabajo es una gota en un océano de dolor y miseria, pero una gota que faltaría a ese océano si tú no estuvieras».
Sin esperar respuesta, mientras la ninfa solidaria se recupera, finalizar con un «Ten un buen día, ángel de luz».
Retomar el camino y seguir andando con la serenidad y calma con la que un anciano chamán rema en su canoa sobre un río de asfalto.
Moraleja
Todos los días están llenos de este tipo de pequeñas e innecesarias fricciones que es conveniente eludir, circunvalar, allanar.
Un minimalista de nivel avanzado hubiera reaccionado con mucha más calma y mesura de lo que yo lo hice esta mañana. Su personalidad aerodinámica hubiera empleado el pequeño rozamiento del comentario fuera de lugar de la vendedora para entrenar sus habilidades de comunicación y su compasión.