Mi vida sin mí

Cuando un hombre sabe que va a ser colgado en quince días, concentra su mente maravillosamente.

Dr. Samuel Johnson. Escritor inglés.

Isabel Coixet, la cineasta española,  es conocida por sus películas  melodramáticas y de contenido intimista. El minimalismo suele estar en la historia, el presupuesto y  la ambientación, que suelen ser bastante prosaicos. Si bien todo lo que pasa ocurre en la mente y el corazón de sus personajes, su estilo no  es como el de  las películas chinas  de ritmo lento  en las que puedes ver crecer la hierba. El intimismo y ausencia de sucesos externos queda   compensado con  la exuberancia emocional de los personajes.

Hoy  traemos a colación  a Isabel Coixet por una de sus películas, Mi Vida Sin Mí, que usaremos  como  ejemplo de  una buena gestión del tiempo; o mejor, gestión de la acción en el tiempo que tienes disponible.

También podríamos ponerla como  exponente  del arte Memento mori —sobre el que ya escribimos en su momento—; es decir, del arte con motivos que nos recuerdan  nuestra mortalidad y la fugacidad de la existencia.

Trama

Una chica de 23 años, Ann (interpretada por Sarah Polley)—que quedó embarazada  a los 17 años  y que  vive pobremente en una caravana en el jardín de la casa de su madre con su marido desempleado y dos hijas pequeñas—, descubre que tiene un cáncer incurable  y le quedan un par de meses de vida.

Tras el shock  inicial  no pierde apenas tiempo en  desesperarse  y en la mesa de una cafetería escribe  una lista con las  “Cosas que hacer antes de morir». El resto de la película es sobre las pocas semanas en las que se centra en esas metas y en vivir lo mejor posible el poco tiempo que tiene disponible.

Cosas que hacer antes de morir

Son las siguientes (minuto 22:50 de la película):

  1. Decir a mis hijas que las quiero varias veces al día.
  2. Encontrar a  Don [su marido] una buena chica   que les  guste a las niñas.
  3. Grabar felicitaciones de cumpleaños para mis hijas todos  los años  hasta que cumplan    los 18.
  4. Ir todos juntos  a Whalebay Beach  y hacer un gran  picnic.
  5. Fumar y beber todo lo que quiera.
  6. Decir lo que pienso.
  7. Hacer el amor con otros hombres  para ver cómo es.
  8. Hacer que alguien se enamore de mí.
  9. Ir a ver a papá a la cárcel.
  10.  Ponerme  uñas postizas (y hacer algo con mi pelo).

 Flexibilidad en las metas y clarificación de valores

Poco después de escribir la lista la camarera vuelve a su mesa y en una pequeña conversación le cuenta lo que haría si ganara la lotería: le muestra una foto de Cher  y le dice que se cambiaría todo;  nariz, boca, ojos, pelo, cintura, etc., para parecerse tanto  a ella   que la gente le  confunda y le pare  en el supermercado como si fuera una estrella.

La camarera le pregunta que qué le parece, y Ann, empezando a poner en práctica una de las metas de la lista (nº6), responde que cree que es “una soberana gilipollez”.  La camarera se queda callada, decepcionada. Ann se da cuenta de ello, y añade: “…Era broma. Me parece estupendo” .

Creo que es un excelente ejemplo de clarificación de valores a través de la acción y de  flexibilidad en la elección de las metas. Ann ve que su meta (ser radicalmente sincera y decir lo que se le pasara por la cabeza) —que le parecía practicable y deseable— tiene algunos contras  y entra en conflicto con   algunos de sus otros valores personales: ser amable con la gente.

Además, decide no decir nada a nadie  sobre su enfermedad; quizá para hacérselo más llevadero a su marido e hijas y que ese conocimiento no le impida lograr sus otras cosas que hacer antes de morir. Creo que la protagonista tiene bien claro que las metas son sólo herramientas y que por encima de ellas están los valores. Esto también lo tratamos en Valores vs Objetivos.

Elección de metas

Es interesante  ver la sabia elección de las metas; sabia elección teniendo en cuenta su situación,  y que la chica tiene 23 años y  su experiencia de la vida queda reducida al pueblo donde vive y el pequeño mundo de las personas que conoce.

Las metas 1ª a 4ª (decir todos los días a sus hijas que las quiere, buscar una mujer para su marido y que cuide de las niñas, grabar felicitaciones de cumpleaños, ir de picnic todos juntos)   y la 9ª (ver a su padre) son metas  sobre todo altruistas y  para las personas que quiere,  tanto en el presente inmediato  como en el futuro, cuando ella ya no esté.

Pero también tiene metas estrictamente personales (metas 5ª a 8ª y 10ª), que tienen que ver sólo con ella misma, con deseos estrictamente hedónicos (fumar y beber, ponerse uñas postizas, hacer algo con su pelo); y con sus inquietudes, asignaturas pendientes o deseos profundos (decir lo que piensa, hacer el amor con otro hombre, hacer que alguien se enamore de ella)

Cuando uno no tiene ya tiempo y ya no puede encontrar razón alguna para procastinar, revaluar las metas y prioridades y centrarse en lo esencial puede ser más fácil. Las racionalizaciones o excusas que nos ponemos cotidianamente para no hacer lo que realmente sentimos que queremos hacer o lo que verdaderamente nos motiva, ya no tienen lugar y el camino a seguir quizá sea más claro. Esta es la experiencia que suelen relatar las personas que han  experimentado la proximidad de la muerte.

Al mismo tiempo, no niega ningún deseo por frívolo o sencillo que parezca (las uñas postizas o hacerse algo con el pelo);  después de todo, nadie elige su querer: queremos lo que queremos. También las cosas sencillas son legítimas como metas personales y seguramente terminen contribuyendo a la felicidad personal tanto como otras.

Epílogo

Ann  vive significativamente esas semanas últimas de su  vida y consigue algunas  de sus metas. No diré cuáles logra y cuáles no;  tendrás que ver la película (por ejemplo aquí).

Artículos de la serie «Lo que podemos aprender de…»:

imagesLo que podemos aprender de Hemingway

Técnica de las 0 alternativas de Raymond Chandler

Mi vida sin mí, de Isabel Coixet

Esto es agua, esto es agua, de David Foster Wallace

Lo que podemos aprender de Rafael Sarmentero

17 comentarios sobre “Mi vida sin mí

  1. Resulta interesante el fenómeno de polarización: metas hedonistas por un lado y altruistas por otro. Parece que cuanto más intensa es la sensación de que la vida se escapa, más fuerte es esta polarización.

    En una persona «corriente», que no se ve acechada por la muerte o por el sufrimiento, parece que se produce el fenómeno contrario, es decir, una normalización o «mediocrización» de metas, se concentra todo en un intervalo pequeño. Quizás sea así porque esa zona resulta segura, y salirse de ahí implica correr riesgos.

    Lo ideal, en mi opinión, sería llegar a tener esa polarización de metas por voluntad propia, de forma consciente y con sufrimiento cero. Creo firmemente que la voluntad humana es la fuerza más poderosa que existe. Es un motor más fuerte incluso que el dolor, los traumas, el orgullo, la venganza, la cercanía de la muerte o cualquier otro agente que nos impulsa a hacer cosas.

    1. No veo tanto esa «polarización» de la que hablas. Si te fijas bien, casi todas las metas de Ann son bastante prosaicas. La diferencia es que son más genuinas y auténticas para la protagonista y que suponen una criba de lo innecesario o no esencial.

      Estoy de acuerdo contigo en que no es necesario (y además creo que puede ser contraproducente) el apoyarse en el dolor o la cercanía de la muerte para impulsarnos a los cambios.

      Creo que la conciencia de la finitud y la fugacidad de la existencia proporciona sobre todo una perspectiva más adecuada de nuestro lugar en el mundo. Quizá nos ayude a adoptar una forma de ver al mundo y nuestros sucesos vitales de una forma más razonable y permitirnos pensar y actuar más sabiamente.

  2. A veces parece como si recordar nuestra condición mortal fuera la solución a nuestros males, porque al recordar que no viviremos siempre tenemos una sensación de urgencia que nos hace dar prioridad a las cosas importantes. Sin embargo creo que no es del todo cierto: la lista de las cosas que hacer antes de morir sería el equivalente a mandar a todos los jugadores arriba en un partido de futbol cuando quedan cinco minutos y el resultado es adverso, es una opción tentadora, pero demasiado arriesgada para usarla desde el principio. El saber que vas a morir, te permite actuar sin temor a las consecuencias, al fin y al cabo nada importa demasiado si igualmente morirás en un par de meses, pero ese temor a las consecuencias es el que hace que nos alejemos de las serpientes, que evitemos luchar con espadas, que nos alejemos del fuego, que no nos dediquemos a decir lo que pensamos de los que nos rodean para no arriesgarnos al destierro social, y todas esas medidas de prudencia que aunque impopulares son las que hacen que nos mantengamos con vida. Como decían los romanos «in medius virtus est». No se debería vivir con demasiado miedo, ni de forma temeraria, aunque admito que en la actualidad es más frecuente el exceso de miedo que la falta de él.
    Como solución equilibrada para considerar lo que desearíamos hacer creo que no es mal ejercicio el de la visión de la persona a varios años. ¿cómo quiero ser dentro de cinco años? e incluso aplicando una técnica que ha salido en este blog, la de las 3 piedras ( no se si eran 3) o cosas que necesariamente queríamos hacer en el día, se podría establecer 3 piedras de cosas que sé que quiero hacer en todo caso antes de morir.
    un saludo

    1. En mi opinión, por emplear tu metáfora, la lista de cosas que hacer antes de morir sería el equivalente a decidir qué juego quiero jugar; quizá sea el partido de fútbol que estoy jugando contra un equipo dado, pero quizá sea un partido con otro equipo, y puede que sea hasta un diferente juego: remo, montañismo o maratón. En estos últimos casos, en vez de lanzar a todo el equipo a rematar, quizá lo que tenga que hacer es simplemente salir del terreno de juego y empezar a jugar a otra cosa.

      Entiendo que la sensación primera que produce la conciencia intensa de la finitud sea la urgencia de actuar y aprovechar el tiempo. Pero no creo que necesariamente eso suponga un apresuramiento ni un “de perdidos al río” ni un desprecio del riesgo o una minusvaloración de la seguridad.

      Cualquier día puede ser nuestro último día, pero eso no supone que tengamos que vivir como si fuera nuestro último día; más bien supone que el tiempo del que dispongas lo emplees en las direcciones más genuinas o auténticas para ti, las que te proporcionan más sentido, y que esa conciencia de la finitud o fugacidad te ayude a enfocarte en ellas y vencer el poder de la presión externa y la inmediatez cuando te empuja a desviarte.

    2. El verte a ti mismo en diferentes horizontes temporales, creando una visión de ti mismo, puede ser una buena técnica para priorizar y para proporcionar perspectiva a tu comportamiento y tu estrategia vital. Así, quizá, en vez de «salir en estampida» ante la visión de tu finitud y fugacidad de las cosas, puedes actuar más equilibradamente, a la vez que lo haces con vigor y determinación (quizá esa mejorada perspectiva te aconseje cambios importantes).
      La técnica de enfoque a la que me referido en el blog, y a la que tú haces referencia, es la TMI (Tarea Más Importante del día) o bien la de las Cinco grandes rocas. Ambas sirven para enfocar la acción en lo más importante; la primera en el día, la segunda en la semana.
      Quizá la lista de «Cosas que hacer antes de morir» nos pueda ayudar a hacer lo mismo en un horizonte vital más amplio.

    3. Me ha gustado mucho este post por varias razones. La analogía de mandar desordenadamente a todos los jugadores al área la veo acertada. Cada progreso que intentamos hacer supone abandonar la «zona confortable» lo que va a ser molesto/doloroso en alguna medida (lo siento Luis José, pero creo que no hay menú gratis) ¿Porqué predomina hoy el miedo? – con lo que también estoy de acuerdo. Se me ocurre a bote pronto que podría ser por vivir en una sociedad llena de inputs. Son menos agresivos que los que vivía un hombre del medioevo, pero quizá son 10-100 veces más numerosos a lo largo del día. El pequeño esfuerzo subconsciente para discriminar que finalmente no son un peligro, nos drena la energía necesaria para aventurarnos fuera de la ZC. ¿Se os ocurre otras explicaciones? Me sería útil. Y para acabar, personalmente lo que haría si supiera que me queda muy poca vida, es suicidarme de modo indoloro y pacífico porque no le veo sentido llevarte 3 orgasmos de más a la tumba.

      1. Tenemos un tremendo sesgo de negatividad que monopoliza gran parte de nuestra vida mental. El origen es claramente evolutivo, no cultural: sirvió para los fines de supervivencia mejor de lo que hubiera servido un sesgo de positividad o una ausencia de sesgo.
        Pero hay antídotos, hablaré de ellos más adelante.

        En cuanto a lo que dices que harías si te quedara poca vida, tengo que decir que sería un desperdicio de los «minutos de la basura».

  3. Curioso que lo que una vez pensé hacer si me detectaban cáncer o moría después del parto, sea el guión de una película que no sabía que existía.

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