Principio de concentración

La primera estrategia es ser siempre muy fuerte; primero en general y después en el momento decisivo. No hay ley estratégica superior ni más simple que mantener las fuerzas concentradas. Resumiendo: el primer principio es actuar con la máxima concentración.

—Klausewitz. De la guerra.

La concentración es la convergencia de nuestras fuerzas físicas, emocionales, mentales y espirituales en el tiempo y en el espacio; es decir, en el momento decisivo y en el lugar apropiado.

El principio de concentración es un principio prescriptivo: recomienda  concentrar las fuerzas en unas pocas direcciones para aumentar el efecto. El principio de Pareto —al que complementa— es un principio descriptivo sobre el funcionamiento del mundo y la relación entre causas y efectos: el 20% de las causas produce el 80% de los efectos. Ambos están relacionados.

La concentración está relacionada con la economía de medios. Debemos evitar el derroche de energía en lugares innecesarios, pero también el aplicar excesivos esfuerzos en lugar necesarios, pero secundarios. Si eliminas lo que sobra, liberas recursos que puede emplear en las direcciones más provechosas. La poda minimalista, que supone una eliminación consciente de lo innecesario o superfluo, fortalece el principio de concentración.

Ejemplo de aplicación : dedicamos las mejores horas del día al servicio de nuestros propósitos o metas principales. El principio Primero págate a ti mismo  intenta enfatizar esta idea. La TMI al principio de la jornada es una de las muchas  herramientas y reglas operativas del minimalismo existencial que desarrollan estos principios.

Alcance de la aplicación del principio

Si hacemos una analogía con el arte de la guerra, podríamos hablar de la concentración en los niveles estratégico, operacional y táctico.

El nivel estratégico supone la determinación y priorización de nuestros valores y metas a largo plazo. En el fondo, significa responder a la pregunta “¿Por qué ‘luchamos’?” . Este nivel de concentración requiere introspección, búsqueda interior, experiencia, experimentación y mucha reflexión. Es el nivel más espiritual y quizá el que más descuidamos.

El nivel táctico tiene que ver con las actividades cotidianas y manejo de los asuntos diarios. Son las pequeñas y grandes “batallas” que tenemos que librar todos los días. En este nivel llevamos a cabo las acciones de la manera más intensa y concentrada posible procurando la máxima eficacia y eficiencia. El nivel táctico está subordinado siempre al estratégico.

El nivel operacional del principio de concentración es el que decide en qué batallas tenemos que participar y en cuáles no para lograr nuestras metas a largo plazo y obtener el tipo de valores que queremos ver en nuestras vidas. Además, en este nivel hay que procurar que nuestros recursos personales sean los adecuados en el momento oportuno. Para ello hay que administrar sabiamente nuestro nivel de energía y estructurar con inteligencia nuestras actividades durante el día y en el largo plazo.  En mi opinión, el nivel operacional es el más difícil de discernir y el más sutil, pues implica conectar el día a día con la visión o metas a largo plazo.

Coste de la concentración

La concentración supone un cierto fanatismo en la acción que hay que equilibrar con una flexibilidad en el pensamiento para que sea eficaz. Tenemos que  enfatizar la función de ejecución de acciones frente a la función de acopio de información y búsqueda y evaluación de opciones, aunque siempre sea difícil equilibrar la flexibilidad mental con la intensidad  de la acción.

También es difícil sostener mucho tiempo. Nuestra energía y capacidad de mantener la atención es limitada. Es por eso que la concentración ha de ir necesariamente seguida de la relajación y el descanso. El paradigma del velocista   contempla explícitamente el equilibrio necesario entre trabajo intenso y recuperaciones. En la serie de artículos sobre el expertismo, vimos también que el trabajo intenso de alta calidad sólo se puede mantener durante periodos relativamente cortos en los que empujamos las fronteras de nuestras capacidades.

En trabajos que requieren cierta creatividad –cualquiera que desempeñe un trabajador del conocimiento en sentido amplio– necesitamos una cierta dispersión propia de las modalidades más contemplativas o no deliberativas de la conciencia. La creatividad y la creación se nutren de periodos en los que no parece pasar nada y en el que se establecen conexiones más ricas entre el material aprendido y se asimila más profundamente.

El tempo adecuado de la actividades y los descansos es algo muy sutil que depende de la naturaleza de la actividad desarrollada y la constitución psicológica de la persona.

Obstáculos en la aplicación del principio de concentración

Cuidado con dispersar tus fuerzas, lucha constantemente por concentrarlas. El Genio se cree que puede hacer cualquier cosa que ve hacer a otros, pero seguro que se arrepiente de cada gasto mal calculado.

—Goethe

De todos los principios del minimalismo existencial es quizá el más difícil de aplicar. Es tremendamente difícil aplazar el beneficio presente en favor de beneficios futuros más grandes pero alejados en el tiempo. Requiere una tremenda capacidad de autorregulación, que a su vez está limitada por los cuellos de botella de la memoria de trabajo y la fuerza del ego o fuerza de voluntad. Nuestra reserva de voluntad diaria es un recurso escaso que hay que emplear sabiamente. Los psicólogos han hablado del fenómeno del “Agotamiento del yo”.

Confusión en los valores y en las metas. Si no hay claridad en valores y metas el principio de concentración difícilmente podrá aplicarse con consistencia. Es fundamental completar la excelencia en la gestión del flujo de actividades(usando el sistema GTD de David Allen, por ejemplo) con la perspectiva suficiente que nos permita aclarar nuestros valores personales y metas.

Stephen Covey –el autor de Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva— nos aconseja hacer un esfuerzo previo de aclaración de los valores y los roles o papeles que desempeñamos en distintas áreas de nuestras vidas. La matriz urgente-importante puede ayudarnos a clarificar las acciones a un nivel más táctico.

Perfeccionismo. Este rasgo del carácter puede ser tremendamente contraproducente. Podemos pasarnos el tiempo optimizando aspectos secundarios del trabajo y concentrando nuestros esfuerzos en lugares no apropiados.

Podríamos concentrarnos en callejones sin salida. Siempre es difícil decidir cuándo hay que perseverar y cuándo es el momento de cambiar de actividad o meta.

Infoxicación. El bombardeo informacional conspira contra la calma interior y nos empuja en todas direcciones.Fenómenos como el sesgo de novedad, que privilegia lo nuevo, conspiran contra la concentración.

Excelencia y principio de concentración

Se debe apreciar la intensidad más que la extensión: la perfección reside en la calidad no en la cantidad. La extensión de por sí sola nunca se eleva por encima de la mediocridad, y es la desgracia de los hombres con amplios intereses generales que mientras que les gustaría tener un dedo en todas las tartas no la tienen en ninguna. La intensidad proporciona eminencia y eleva a lo heroico en material sublime.

—Baltasar Gracián. El arte de la prudencia.

Todos la serie de artículos de Atilox sobre el expertismo y la práctica deliberada ponen de manifiesto la necesidad absoluta de concentración sostenida en el tiempo –a nivel táctico, operacional y estratégico– para lograr la excelencia. La Ley de las 10.000 horas de práctica antes de alcanzar un nivel máximo de desempeño parece ser una ley universal aplicable en un amplio rango de actividades humanas; desde el ajedrez y el tenis, hasta la música y las matemáticas.

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17 comentarios sobre “

  1. Me ha encantado el artículo. Resume con detalle lo que es y aporta la concentración, mucho más de lo que la mayoría piensa.

    En realidad, es tan sencillo como cuanto más tiempo pasamos plenamente concentrados en algo, más posibilidades tenemos de vivir en un flujo prácticamente contínuo, con lo que nuestra vida se convierte en un camino básicamente emocionante y emocional. Es decir, lo que verdaderamente es la vida.

    Enhorabuena, buen trabajo!

    1. El control de la atención puede ser parte de el camino hacia la buena vida. Creo que el pasar gran parte de tiempo en estado de flujo es uno de los elementos de el bienestar. Y es una habilidad que hay que aprender.

  2. Me ha gustado mucho el artículo (y no porque yo saliera) La foto es preciosa y lo resume todo. La conexión de todos los conceptos mencionados dan ganas de hacer un mapa mental.
    Quería aportar algo que aprendí de Josh Waitzkin campeón del mundo de Tai Chi (combate) y antes Gran Maestro de ajedrez. En una contienda ajedrecistica y debido a un suceso fortuito (un terremoto) se le disparó la concentración y la creatividad. Fué una reacción suya instintiva «a la contra». Lo normal en un caso así habría sido lo contrario: asustarse y perder el foco. La consecuencia es que podía ver en cámara lenta los sucesos. Luego aprendió a usar esta concentración extrema en sus combates sin un disparador externo. La cámara lenta le permitía discernir un pestañeo en el rival, una duda, y entonces lo arrollaba. ¿Porqué la concentración extrema y la cámara lenta están relacionados? Porque mediante Práctica Deliberada Josh había aprendido a procesar de modo inconsciente el 99% de la información que recibía de sus rivales en los combates. Así quedaban abundantes recursos mentales libres para concentrarse y poder sentir la visión del mundo en cámara lenta. Pensemos que es algo contra natura, puesto que si actuaramos así en la calle nos pillaría un coche por ej. Por lo tanto, esa facultad para la concentración no es solo una herramienta para la Práctica Deliberada sino uno de sus subproductos.

    «La concentración es el secreto de la fortaleza en la política, la guerra, el comercio; en pocas palabras, en todos los asuntos humanos» (Ralph Waldo Emerson)

    1. Ciertamente, la práctica deliberada permite automatizar muchos elementos y liberar recursos atencionales que se pueden emplear para lograr una percepción más profunda de la realidad.
      Pero creo que la práctica deliberada sobre todo permite aprender a mirar; a mirar en las direcciones adecuadas para el tipo de actividad que tienes entre manos.

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  3. Algunas de las reflexiones sobre la concentración me remitieron a un monje vietnamita, Thich Nhat Hahn. Este hombre habla mucho sobre la importancia de concentrarse en asuntos tan cotidianos como el acto de comer o de lavar los platos, y evitar así la ansiedad por pasar cuanto antes a la acción siguiente.

    Su punto de vista podría resumirse en estas palabras: «Toda acción ejecutada bajo la iluminación de la concentración se vuelve sagrada».

    En sus libros «Hacia la paz interior» y «El milagro de estar despierto» puede que encuentres algún capítulo que te interese.

    PD. Los entrenadores de los deportistas de élite suelen hablar del riesgo del sobreentrenamiento. Mucho trabajo intenso y ser un «machaca» no implica mejores resultados. Es más: suelen enfatizar que a muchos deportistas les cuesta aprender a descansar. Ahí tienes otra punta para seguir liando (o desliando) la madeja.

    1. Rubén, tomo nota de tus referencias sobre Thich Nhat Hahn. Creo que a ese concentrarse en los asuntos cotidianos –no sólo en las sesiones de meditación formal– se le da el nombre de «plena presencia» o «mindfulness», en inglés. Hay una rama del budismo que se centra especialmente en este tipo de prácticas de concentración en los asuntos cotidianos. Al final la vida se convierte en la misma práctica.
      Creo que es una línea que merece la pena seguir. Ya te contaré lo que voy descubriendo… o ya nos contarás tú tus experiencias y opiniones.

  4. Si tenemos en cuenta «el agotamiento del yo» (fuerza de voluntad limitada), y la escasez de recursos que poseemos…
    No nos deja otra opción que elegir cuidadosamente dónde y cómo dirigimos nuestra energía.
    Excelente artículo.

    1. Creo que es muy importante recordar el fenómeno del «agotamiento del yo».
      Cuando nos sentimos optimistas y llenos de energía –sobre todo en los comienzos de los nuevos proyectos– tendemos a valorar nuestra capacidad de esforzarnos y creemos que lo podemos todo.
      Más adelante, casi invariablemente, nos damos cuenta que sobrevaloramos nuestra energía o minusvaloramos el tamaño de los obstáculos. Por eso hay que buscar la concentración de los recursos y evitar el malgastarlos desde el mismo principio, aunque creamos que no es necesario.

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