Si tratas de enseñar a tocar el violín a un cerdo, perderás el tiempo e incomodarás al cerdo.
–Proverbio ruso
Siempre me ha molestado que algunos blogueros interpongan barreras de entrada a los que quieren comentar los artículos. Teniendo en cuenta que menos del 5% (yo creo que ni el 1%) de los lectores de un blog hacen comentarios, es ponérselo todavía más difícil. La mayoría de los lectores de blogs son casi por naturaleza lurkers, voyeurs en el mejor de los casos, durmientes en el peor. Los obstáculos consiguen disminuir todavía más la participación.
Las barreras en orden de fastidio son:
- Introducir el nombre, e-mail y/o página web.
- Tener que demostrar que no eres un robot intentando descifrar unas letras o números.
- Registrarte en la página web o blog.
- Quedarte pendiente de aprobación por parte del moderador del blog o página.
Gracias a todas estas barreras, los que hacen comentarios son menos de los que podrían ser. Esto ya está mal, pero mi fastidio se troca en ira en el cuarto apartado: aprobación de comentarios.
Hasta el bloguero más marginal de la red –no voy a dar nombres– (no a estas alturas del artículo. Quizá cambie de opinión dentro de un par de párrafos.) puede querer controlar el acceso a los comentarios; porque si no siente que todos los troles del mundo, todo la plaga del spam, toda la maledicencia del universo, todos los enemigos de la moral y las buenas costumbres, todos sus enemigos del alma, se aprovecharán de su candidez, de su dulce inocencia, y le injuriarán, le difamarán, dirán palabras feas o quizá hasta osen ponerle en un aprieto y pensar diferente.
Me cuesta meterme en la mente de los que ejercen la censura previa (eufemísticamente llamada «aprobación de comentarios»). Seguro que hay multitud de razones, algunas legítimas, pero teniendo en cuenta que el miedo es libre, inmenso y activable por las amenazas más improbables, las razones pueden ser peregrinas. Además, si tanto miedo tienes de la libertad de expresión de la gente deberías dejar el blog y escribir un diario secreto de quinceañera virgen o una hoja parroquial o una nota de prensa de cualquier partido político. Que los demás también opinen es el precio que has de pagar por pasarte el día escribiendo impúdicamente sobre tu ombligo.
Durante meses (¿años?) intermitentemente me he rebelado contra esta situación y he confrontado a los blogueros inquiriendo por la razón de su falta de confianza en la persona que hace comentarios (¿has de desconfiar y castigar preventivamente como hace el Gobierno español gravando con un impuesto especial la compra de DVDs vírgenes por si te dedicas al pirateo?). Lo gracioso es que muchos se creen defensores de la libertad y elevarían la voz contra la censura en la prensa tradicional o en los medios de comunicación de masas. Vemos la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el nuestro. Tengo la impresión de que no son más malos porque no pueden, no porque no quieran.
Las razones esgrimidas siempre son relativas a temores, la mayoría de ellos infundados. Esos temores suelen encubrir la necesidad de controlar la conducta del prójimo y de aniquilar la incertidumbre. ¿Por qué no prueban una semana a dejar sin moderación su blog y comprueban que la vida continúa y para sorpresa suya la gente está más interesada en sus propias vidas que en escupir en el ombligo del bloguero?
Algunos de mis colegas blogueros cercanos siguen la política de aprobación previa. Así que quien se sienta aludido y tenga algo que argumentar que use los comentarios de este artículo (LIBRES-SINCENSURAPREVIA-ABIERTOSDEPARENPAR-SINOBSTÁCULOS) para exponer su caso, interponer alegaciones y pedir clemencia.
Fricción y elección de las batallas
Leyendo a mi colega de entusiasmado.com en su último artículo sobre la importancia de elegir las batallas me he dado cuenta de que yo elijo muy mal mis batallas y que –esta entrada es la prueba– pierdo una energía preciosa echando pestes, discutiendo, rebatiendo, corrigiendo errores y hasta corrigiendo erratas. Y mi compromiso público de aplicar mis intenciones de implementación al deseo de no discutir no sirve para nada, se queda en agua de borrajas ante mi iracundia mal contenida.
¿Y por qué sigo perdiendo el tiempo luchando contra la corriente? No sé. Supongo que soy como el escorpión de la fábula de la rana y el escorpión: es mi naturaleza.
Pero bien pensado, esa respuesta es una triste racionalización. ¿Por qué infligirme esta fuente de fricción que yo mismo genero con mi incapacidad para el autocontrol y el deseo de gratificarme instantáneamente con una batalla más en mi particular cruzada contra los moderadores de comentarios?
El minimalismo existencial es –en mi nada modesto entender– una especie de aerodinámica vital y, por tanto, un buen ingeniero aeronaútico de la existencia ha de procurar limitar, limar, reducir las fuentes de fricción. Es estúpido que escriba este artículo si no es como un desahogo o como forma de exorcizar el diablo iracundo y vengativo que llevo dentro.
Así que, a la vez que maldigo a los que moderan sus blogs y deciden restringir los comentarios mediante la aprobación o reprobación, estoy comprometiéndome públicamente a dejar de hacerlo. No entro más en esa batalla. No entro en su juego ni para derrotarlos por mil goles a cero. No es que sea una batalla perdida, porque al final estoy seguro que ganaré la guerra; es simplemente una batalla que ya no me interesa más, que no me proporciona beneficios, que solo me genera coste psíquico y que me hace golpear una y otra vez la cabeza contra el muro de los cabezas de alcornoque.
Este artículo es una catarsis, un mecagoentodoyentodos, y una solemne declaración de que a partir de ahora –juro solemnemente ante vosotros, hermanos– no volveré a clamar contra los blogueros que practiquen la censura previa. Que con su spam se lo coman.
En su lugar, sonreiré levemente desde mi olímpica distancia moral, me retiraré silencioso y compasivo por sus decrépitas almas (perdónalos, diablo de la libertad, porque no saben lo que hacen) y rezaré por ellos.
Relájate hombre, que no es para tanto.
Me surgen algunas preguntas: ¿Qué harías si pongo un texto homófono, racista o de apología de la violencia como comentario anónimo?
Siendo el bloguero responsable de lo que en su sitio se edita, tú serías el responsable.
Yo he tenido esa desagradable experiencia, que desde el anonimato cobarde expresaron relatos sin probarlos difamatorios contra instituciones y personas, tuve que eliminar los comentarios y volver a la sana censura preventiva.
Si sigues con ese pensamiento, ya sé donde soltar mi bilis malediciente libremente y que otro cargue con mi mierda.
Un saludo compañero, te devuelvo la maldición: En el pecado llevarás tu penitencia por el artículo de hoy.
Yo me siento bastante relajado esta mañana, tú parece que no tanto. En todo caso, aquí va mi respuesta a tus preguntas:
Si hubiera algún texto homófono, obviamente lo dejaría estar, cada cual es muy libre de usar palabras que con distinta significación suenen igual.
Si hubiera alguien que pensara que prefiere una raza a otra, no sería yo el que tendría que entrar en los gustos de los demás ni en juzgar sobre sus preferencias. ¿Tú sí?
En cuanto a lo de la apología de la violencia, tampoco lo juzgo yo.
También te recordaría que tu miedo a que la gente se exprese como quiera te lleva a vulnerar el derecho a la libertad de expresión, que es un derecho fundamental en un país democrático, un derecho bastante importante en toda sociedad libre.
La libertad de expresión es un derecho que tú crees que puedes coartar sin necesidad de decisión judicial en base a tu particular y subjetivo juicio. Yo no.
En todo caso, creo que has entendido mal el fondo del artículo. Ni siquiera he criticado a las personas como tú prestas a censurar lo que les disgusta. No, mi artículo está contra la censura «previa»: el hecho de que tenga que haber un filtro previo, un censor bientencionado pero temeroso como tú que tenga que dar el visto bueno antes de que alguien libremente escriba un comentario. No me gusta y lo digo libremente. Tú igualmente libremente defiendes la censura previa y posterior. Aunque no creo que tu «sana censura preventiva» tenga nada de sana y sí mucho de afán controlador y miedo.
En cuanto a tu velada amenaza de venir aquí a desahogarte, lo tienes permitido, no tienes que temer mi censura previa; pero eso sí, tú eres el responsable de lo que escribas. De tu «mierda» tú eres el responsable.
Entiendo que hayas tenido malas experiencias y que hables a través de la herida. Sin embargo, me gustaría saber si tu política de censura previa a la publicación de opiniones y textos la aplicarías también a cualquier medio de comunicación:
¿Debería haber censores judiciales o del gobierno de turno en los periódicos que dieran el visto bueno a lo que escriban los periodistas o los lectores que envían cartas al director en un periódico?
¿Sería adecuado que antes de emitir un programa de radio o televisión previamente un controlador del ministerio del interior escuchará o viera el programa para asegurarse de que nadie hace llamamientos a la violencia o infringe alguna ley?
Otro saludo.
Bueno, el usar un anónimo para poder contestarte es muy ingenioso. Hay que reconocer que eres muy ingenioso.
Las puertas del infierno se han abierto, y rodeado de llamas, homominimus sale de lo más profundo del más tenebroso de los avernos para castigar a tirios y troyanos, primero con el látigo de su verbo y después con el de su indiferencia.
Lo deliciosamente irónico, sería al ir a comentar este artículo encontrarse con que no puedes hacerlo sin aprobación previa.
Entiendo tu postura homominimus, y me parece que eres coherente con tu manera de pensar lo cual te honra.
En cuanto a los motivos por los que la gente puede establecer la necesidad de aprobación previa están:
-Que se te haga responsable del contenido de los comentarios, como dice anónimo. Sé que en algunas ocasiones ha existido ese peligro. A mí me parece inaceptable que se responsabilice a nadie por sus opiniones y mucho menos por las opiniones de sus lectores.
– Evitar el spam ( solo hace falta darse una vuelta por no se si era as o marca y ver los irritantes comentarios sobre un juego en que Portugal y España entran en guerra)
– Que se pueda realizar alguna crítica personal al blogger. Aunque es un motivo que se limitaría a cuestiones muy concretas porque creo que la mayoría de los bloggers preferirían tener un troll poniéndoles a caldo, que ver el temido «no hay comentarios».
Y otros motivos más que no se me ocurrirán.
Sin embargo no tengo la sensación de que exista en realidad una censura, al menos en los blogs de pequeña difusión y se quieran eliminar comentarios o podarlos. Es más bien algo que se deja por defecto y por ánimo de que no se incluyan referencias que no tengan nada que ver.
En lo que no puedo estar más de acuerdo es en lo de «demuestra que no eres un robot». Es extremadamente irritante e incómodo para los que somos algo cegatos. De momento al menos no te extraen sangre para comprobar tu carácter biológico, así que podría ser peor.
Jaja , yo era una de las maldecidas y me hiciste pensar. En 900 y tantos de comentarios que he recibido , sólo 3 he censurado y los he borrado por ofensivos. Así que decidí arriesgarme y ahora se publican automáticamente (haz la prueba) .
Comprobado. Tienes mis bendiciones. Enhorabuena. En los próximos 1000 comentarios tendrás alrededor de tres inapropiados. Los verás. Los borrarás. No nos creeremos las ofensas. El mundo seguirá siendo perfecto.
Salud.
Salud ; ) Gracias por una buena idea
Tenías razón respecto a esto. No sé que se me pasó por la cabeza instalando Disqus en mi blog, que te requiere registrarte en el servicio o a través de Twitter-Facebook-Google+ para comentar, como si además de hacerle más engorrosa la experiencia al visitante fuese necesario darle aún más poder a los mounstritos recentralizadores de la web… eliminado!
Bravo.
Si durante un rato de vagancia por la web se me ocurre comentar este blog solo para observar en acción mi derecho a la libertad de expresión… bien puedo hacerlo y aquí está.
No sabéis como envidio esas proporciones de 3 a 800, en mi blog entran 4 y un despechado 25% se dedica a insultar continuamente. De todas formas gracias a éste artículo me reafirmo en mi decisión de no censurar previamente los comentarios y ya puestos voy un paso más allá y animo a los blogueros a no borrar ningún comentario publicado en su blog. Es la mejor manera que se me ocurre de hacer responsables a los comentaristas de sus palabras pues resulta muy cómodo soltar la primera animalada que te venga a la cabeza y que luego vaya mami y la borre y aquí no ha pasado nada. No señor, sus palabras les acompañarán hasta el fin de sus días