En El eslabón perdido entre la intención y la acción veíamos que la esencia del problema de conversión de intenciones en acciones está en la capacidad de autorregulación, en lo que Jose Antonio Marina –el filósofo y ensayista español– ha llamado “la gestión inteligente de los motivos”, que es el equivalente técnico, más preciso y operativo, de la tradicional fuerza de voluntad.
La dificultad está tanto en vencer la tentación de lo inmediato –los cantos de sirena de las ganas– como en recordar nuestras determinaciones e intenciones a largo plazo en el momento de actuar, cuando sean relevantes. No siempre recordamos nuestras determinaciones; y si lo hacemos, es muy fácil que se escurran de nuestra memoria de trabajo o bien que perezcan ante el poder de lo inmediato.
Síntesis del problema
El presente es un poderoso dios.
–Johann Wolfgang von Goethe
- ¿Cómo conectar entonces nuestra acción presente-diaria-cotidiana con los valores pensados futuros, aquellos que consideramos dignos de perseguir, pero que no podemos sentir más que entrecortadamente con la imaginación?
- ¿Cómo seguir actuando diariamente hacia nuestras metas teniendo en cuenta el hecho de que nuestra voluntad es escasa y se agota con el uso?
- ¿Cómo actuar consistentemente en distintos momentos a pesar de la inmediatez de las ganas, los impulsos y los deseos desconectados de nuestros propósitos?
Respuesta: los rituales
–El hábito hace al monje.
–Homo Minimus
La respuesta a los interrogantes anteriores está en una herramienta esencial de la gestión personal y de mi filosofía de minimalismo existencial: el ritual.
Un ejemplo de ritual: yo medito todos los días 24 minutos. Lo hago de manera regular. Está pensado y he invertido tiempo en su creación y automatización. Ha pasado a formar parte de mí. Ya no me cuesta esfuerzo y es una segunda naturaleza: al principio yo tiraba del ritual obligándome a seguirlo, pero ahora es él el que tira de mí, y me siento raro si no lo practico algún día. Obtengo beneficios intelectuales y ventajas en el control de mi atención. Además, siento que soy mucho más aerodinámico emocionalmente de lo que era hace un año.
Crear rituales es el equivalente a construir obras públicas e infraestructuras. Permiten conectar de manera consistente los terrenos personales de la intención y de la acción. Son un híbrido de intencionalidad y automatismo. Al igual que la autopistas y los puentes, facilitan que nuestros actos circulen con rapidez y armonía, y conecten con los motivos y determinaciones.
Son hábitos –de ahí su automatismo– consistentes con nuestros valores, metas y proyectos. Gracias a ellos no tenemos que emplear una desproporcionada energía del ego o voluntad tomando decisiones. Simplifican nuestra vida y liberan fuerza de voluntad para otros usos más creativos. Piensa en el efecto que tendría sobre tu productividad personal y calma mental el tener que decidir día tras día si levantarte para ir a trabajar o no, lavarte los dientes o no, seguir con tu marido o mujer o no, etc.
Diseño de rituales
Pero no son meras rutinas: incluyen un elemento de diseño, y éste es clave, pues has tenido que pensar sobre tus valores, sobre tus pasiones, sobre lo que te gusta y lo que no te gusta, sobre tus metas a largo plazo y sobre el tipo de vida que quieres llevar. La mayoría de los hábitos que tenemos son como moscas que se han ido pegando accidentalmente –según nuestra educación y entorno– en el papel pegajoso de nuestro carácter. Los rituales son hábitos generados y mantenidos de manera consciente; en cierta manera, nos permiten elegirnos a nosotros mismos.
Entre sí han de estar integrados. Han de ser sostenibles. También flexibles. Son una forma de inversión en infraestructuras personales, y sus beneficios son en el largo plazo. Quizá sean la mejor inversión personal que uno puede realizar, porque crean una consistencia diaria entre lo que hacemos y nuestros sueños; con los rituales, nos aseguramos de que nuestras metas se construyen día a día con nuestros actos.
En un próximo artículo aprenderemos los principios de su diseño.
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Me gusta la metáfora de las autopistas, entre la decision y la acción normalmente existe una especie de ciénagas pantanosas llenas de trampas por la que se pierden las mejores intenciones. No tener rituales sería como tener que descubrir cada vez el camino a través de esas ciénagas pantanosas, mientras que un ritural sería como realizar una autopista que las atravesara.