Siempre me ha sorprendido que una persona que en el trabajo profesional es disciplinada, aplicada, cumplidora, digna de confianza, trabajadora, laboriosa… cuando sale del entorno laboral pierde su capacidad de autodeterminación y se entrega al ocio vacío, es un desastre en su vida personal, tiene problemas de peso y es incapaz de hacer ejercicio regularmente o tener una alimentación adecuada.
Un esforzado y motivado trabajador en su tiempo libre. ‘Lazyness’, por Mr. Greenjeans en flickr: https://flic.kr/p/3imbr
Ese tipo de personas no es capaz de generar por sí sola hábitos saludables como la meditación o le resulta imposible tomar la decisión de dar un giro a su vida y cultivar sus aficiones más queridas.
¿Cómo es posible que seas una pieza fiable y bien engrasada de una organización empresarial, sirviendo a metas corporativas o colectivas —que no siempre coinciden con las tuyas o que no armonizan con tus valores— mientras que cuando se trata de dirigir tu vida y moverte hacia metas personales, procrastines, evites el trabajo duro, te muestres irresoluto, no cumplas ninguno de los plazos que te impones (o peor, que no te pongas ningún plazo), no colabores con otras personas que están en tu misma situación y comparten las mismas metas?
¿Por qué la creatividad, disciplina e ingenio que a veces desplegamos en la vida profesional no se transfiere cuando se trata de perseguir nuestros fines (no los de la organización a la que temporalmente pertenecemos)?
¿Por qué nos cuesta tanto perseguir nuestros propios fines?
Creo que la respuesta está en que algunos de nosotros no hemos desarrollado realmente la capacidad de autorregulación o no lo hemos hecho suficientemente.
Somos adultos, nos esforzamos, logramos metas, avanzamos en nuestra carrera, pero NO es por nuestra perseverancia, voluntad o capacidad de autorregulación; es por nuestra capacidad de responder a los incentivos externos, a las recompensas y castigos (el palo y la zanahoria de los incentivos) que nos proporcionan las organizaciones empresariales y otros estímulos sociales.
Cualquier grupo humano, desde la asociación de vecinos, hasta el club de ajedrez, pasando por el gremio de artesanos, es un mecanismo de integración de esfuerzos e intereses individuales hacia metas colectivas. Hablo específicamente de las organizaciones empresariales porque son las que nos proporcionan nuestro medio de vida y las que más demandan de nuestro tiempo, energía y compromiso.
Algunos estudiosos de la dirección de empresas, como Peter Drucker, sugieren que el máximo logro de la civilización occidental en el siglo XX no es la electrónica, los avances en el transporte o las tecnologías de la información, sino la gran organización empresarial, que ha sido capaz de canalizar hacia metas colectivas los intereses y esfuerzos de cientos y miles de individuos. La gran empresa es una tecnología de motivación de personas, que ha permitido aunar y coordinar el esfuerzo y el conocimiento disperso en las mentes de los trabajadores.
Y lo hacen excepcionalmente bien, tan bien que —al menos hasta época reciente y en la mayoría de los sectores— podían funcionar con trabajadores que solo fueran buenos obedeciendo órdenes, aunque no fueran muy buenos dirigiéndose a sí mismos.
Los tiempos han cambiado
El trabajo flexible, la inestabilidad inherente a un mundo globalizado, la apertura de mercados, lo borroso de las distinciones profesionales y la aceleración del cambio hace que las antiguas certidumbres corporativas vayan desapareciendo.
La automatización de procesos hace que muchos puestos queden obsoletos, desaparezcan o conviertan el trabajo de muchas personas en trabajos rutinarios de poco valor añadido y por tanto mal remunerados . Si quieres prosperar debes aportar un valor diferenciado y eso supone que tu principal activo es el cerebro, tu capacidad de innovar y de crear.
El trabajo intelectual en una economía de servicios depende cada vez más de obtener un tipo de resultados que es difícil de medir (satisfacción del cliente, innovación en métodos y productos, creación de valor empresarial, etc.). Y ese trabajo intelectual es más difícil de dirigir. El liderazgo autoritario de ordeno y mando no funciona tan bien con trabajadores intelectuales, muy bien formados y que tienen cubiertas sus necesidades primarias. La piedra filosofal del liderazgo empresarial está en saber cómo extraer lo máximo de trabajadores altamente educados y que tienen la capacidad de dirigirse a sí mismos.
En la era de la información, se necesita transformar la vieja pregunta taylorista acerca del trabajo físico (a saber, “¿pueden las extremidades del trabajador operar de forma aún más efectiva?”) en otra de índole más espiritual: “¿puede la vida interior de la persona moverse de una forma aún más efectiva?”.
—La ética del hacker, Petra Himanen
En un nivel personal, la única forma de crear un valor diferenciado (único, si fuera posible) para el mundo está en la construcción de nuestras habilidades de forma que estén tan alineadas como podamos con nuestros talentos particulares y nuestros intereses, con las cosas que disfrutamos especialmente haciendo. Y, por supuesto, que respondan a una necesidad de otras personas u organizaciones humanas.
Nuestra vida profesional no es solo un esfuerzo autista de satisfacción personal y persecución de nuestros sueños. Si queremos poder sostener una vida significativa y ser retribuidos por nuestros esfuerzos debemos buscar la manera de encajar nuestro trabajo con las necesidades de otros seres humanos. Nadie nos debe nada, y si queremos que alguien haga algo por nosotros, también debemos estar dispuestos a encontrar la manera de hacer algo por los demás.
El sistema educativo tradicional no genera trabajadores autogestionados
Esto requiere de un esfuerzo de introspección, de autoconocimiento, de saber cómo automotivarnos, de averiguar cómo aprendemos y trabajamos mejor, y también un interés por las necesidades de otros seres humanos, que esperamos satisfacer con nuestro trabajo.
Pero el sistema educativo tradicional no favorece la experimentación y el autodescubrimiento de intereses y capacidades, así lo expresé en el artículo Treinta y tres daños colaterales resultado de escolarizar a tu hijo: por cada joven que tiene una vocación clara, que sabe aprender por sí solo y conoce sus fortalezas y debilidades, hay decenas que no saben en qué son buenos, con qué tipo de actividades disfrutan especialmente; por tanto, no saben qué hacer con su vida. Tampoco suelen conectar sus esfuerzos educativos con la función que van a desarrollar en la vida real. Creen que basta con aprender en abstracto y que simplemente se les pagará por ello.
Lo habitual es que el niño y el joven se dejen arrastrar (si todo va bien) por la inercia del sistema educativo superando las pruebas que los profesores les ponen para pasar a la siguiente fase. Como el sistema suele ser de talla única, no hay demasiadas posibilidades para experimentar con distintos campos del saber y la actividad humana y poco a poco ir descubriendo nuestro lugar en el mundo.
Aprendizaje autodirigido y trabajadores autoprogramables
Daño colateral número veintinueve: Tu hijo estará mal preparado para convertirse en el tipo de trabajador creativo, autogestionado y con iniciativa que se demanda en los puestos que generan alto valor añadido en la economía del conocimiento. Y peor preparado incluso para crear su propio trabajo como trabajador por cuenta propia o empresario.
El aprendizaje autodirigido es casi una excepción en los sistemas de aprendizaje tradicional. Y es justamente este tipo de aprendizaje el que necesita una persona que cree un valor diferenciado tanto si trabaja en el seno de una organización empresarial como si es un emprendedor o un trabajador por cuenta propia o que vende sus servicios al mejor postor y trabaja por proyectos. El aprendizaje autodirigido es el propio de un “trabajador autoprogramable”, por emplear las palabras del sociólogo Manuel Castells.
En la trayectoria laboral típica de la sociedad tardoindustrial (aunque sin duda nunca se llevó a cabo exactamente de este modo), una persona era preparada para realizar un oficio en el cual trabajaría durante el resto de su vida productiva, de nueve a cinco. En la economía de la información, ya no sucede así; más bien, el nuevo profesional de la información es, para emplear las palabras de Castells, “autoprogramable” y tiene la capacidad de reciclarse y adaptarse a nuevas tareas, nuevos procesos y nuevas fuentes de información a medida que la tecnología, la demanda y la dirección aceleran su ritmo de cambio.”
— La ética del hacker, Petra Himanen
El problema es que el aprendizaje autoridigido necesita de la capacidad de sostener el esfuerzo durante largos periodos de tiempo sin recibir recompensas externas. Sin perseverancia es difícil conseguir nada de valor. La autonomía y el seguir las propias inclinaciones necesita de un potente músculo de autogestión personal que poca gente desarrolla espontáneamente. Habitualmente somos buenos paras seguir órdenes ajenas (hemos entrenado esta “habilidad” durante más de diez, quince o veinte años de educación formal), pero somos patéticamente ineficaces generando órdenes para nosotros mismos y cumpliéndolas.
Sin la presión constante del jefe o del maestro o de los padres, sin la zanahoria del premio externo o el miedo al palo, sin la fecha límite impuesta por las circunstancias o los clientes, lo tenemos difícil para ponernos en marcha y procrastinamos y cedemos a las sirenas de las ganas y la satisfacción inmediata o la gratificación instantánea. Es quizá esta una de las razones por la que muchos trabajadores que podrían trabajar en casa y ahorrarse muchas horas de desplazamiento prefieren seguir yendo a la oficina. Algunas empresas tecnológicas como Yahoo han dado marcha atrás en la promoción del teletrabajo:
La CEO de Yahoo, Marissa Mayer, decidió prohibir a los empleados del buscador trabajar desde sus casas. El mensaje lo hizo llegar a través de la directora de Recursos Humanos, Reses Jackie, en una nota que asegura que «la comunicación y la colaboración son fundamentales así que debemos trabajar codo con codo, y por este motivo es crítico que estemos físicamente en la oficina».
Mayer ya mostró en otras ocasiones su preocupación por la colaboración entre equipos, y opina que es difícil reforzar esas conexiones si los colaboradores trabajan de forma remota.
El Curso de perseverancia de este año en este blog pretende fortalecer el músculo de la voluntad y ayudarnos a ser más disciplinados, no como un fin en sí mismo, sino como un medio para lograr las cosas que nos importan en la vida pero que no son fáciles ni automáticas.
Lo mejor de los dos mundos: autodidactas que son interdidactas
En este blog defiendo la autonomía, la autogestión y el ser autodidactas fijando nuestras propias metas, buscando nuestros propios recursos, desarrollando nuestras habilidades y valorando el resultado de nuestra trabajo en nuestros propios términos de acuerdo a nuestros valores personales.
Como ilustración casi pura de la disciplina y la fuerza de voluntad he estudiado a deportistas y escritores, especialmente los novelistas, pues son el paradigma del aprendizaje autodirigido y la capacidad de autogestión y su trabajo es principalmente solitario: capaces de iniciar sus propios proyectos, motivarse a lo largo del camino, vencer la frustración, continuar a pesar de las dificultades, lidiar con la falta de confianza y las dudas, y avanzar poco a poco durante meses y años hasta concluir sus obras.
Los artículos de este blog sobre Ernest Hemingway (su cuota de palabras diarias), Raymond Chandler (técnica de las 0 alternativas) o Rafael Sarmentero (su disciplina, técnicas y estilo de vida) son buenas ilustraciones de los rituales, técnicas y métodos de autorregulación que emplean los escritores de manera habitual.
Pero a veces tengo la sensación de que el énfasis que pongo en la autonomía, aunque conveniente, es excesivo. Somos seres sociales que aprendemos mucho con otras personas. De hecho, es probable que nuestros cerebros estén preparados para ser motivados y aprender más rápido cuando estamos rodeados de personas.
En Autodidactas e interdidactas me inspiré en el mundo de los programadores, concretamente en el movimiento de la artesanía de la programación, una comunidad de programadores preocupados por la calidad de su trabajo y que sostiene una ética profesional muy fuerte. Escribía lo siguiente:
Somos animales sociales, gran parte de nuestro aprendizaje no se hace en solitario, sino en un entorno social del que obtenemos interacción, conocimiento y estímulo. Un aprendiz inteligente buscará la comunidad de aprendizaje que mejor le ayude a alcanzar sus metas. Por eso, la palabra autodidacta no está bien escogida para referirse a las personas que aprenden a su ritmo, movidas por sus pasiones o intereses y que lo hacen al margen de los caminos trillados de escuelas, universidades y academias.
Nos falta un manifiesto del interdidacta, una declaración de principios e intenciones de lo que constituye el aprendizaje en libertad: diverso, múltiple, sorpresivo, creador, que hace uso pleno del principal recurso humano: la capacidad de aprender de/con otras personas, inventar y conectar medios y fines, y hacer uso de la habilidad empresarial de descubrir oportunidades beneficiosas de intercambios y mejoras individuales y colectivas. Esto sería el APRENDIZAJE con mayúsculas.
A pesar del mito del hacker o el programador encerrado en su cubículo sobreviviendo a base de coca-cola y pizzas sin contacto con otros seres humanos, los artesanos del sofware , gente altamente capaz y muy brillantes profesionalmente, son aparentemente más gregarios que el trabajador ordinario, mantienen reuniones para mejorar y profundizar en conceptos y técnicas de programación, practican el “pair programming” o la programación en grupos de dos, usan técnicas innovadoras de gestión de proyectos como los métodos Agile o Scrum y en general se mantienen socialmente muy activos. Hice referencia a esta comunidad en mi artículo Jaque a el sistema, hackea tu educación.
Los movimientos del software gratuito, wikipedia, linux y miles de proyectos colaborativos han surgido de este tipo de personas que aprende y prospera en comunidades de programadores altamente motivados, que aman su trabajo y buscan el aprendizaje continuo.
Un interdidacta fija sus metas, busca sus recursos y valora sus resultados, pero en vez de hacerlo siempre en solitario en su habitación aislado del mundo, busca el apoyo emocional e intelectual de otras personas que comparten fines o metas parecidas.
Trabajamos en equipos y los mejores trabajadores son los que saben desarrollarse, liderar y armonizar en el seno de equipos y proyectos conjuntos. Goleman en su libro Inteligencia emocional en la práctica muestra a través de estudios que los trabajadores estrella no se caracterizan por unas habilidades técnicas excepcionales, sino que más bien, siendo esas habilidades altas, lo que les distingue y les hace más eficaces es su capacidad de “navegar” en equipos de trabajo (no solo en internet) y su capacidad para formar redes de apoyo mutuo;
Los trabajadores estrella no son gente aislada según Daniel Goleman. ‘Lone hacker on warehouse’, por Brian Klug en flickr: https://flic.kr/p/bFZpyg
es decir, lo que en términos muy amplios se ha llamado inteligencia emocional y que más coloquialmente se llama don de gentes, ser sociable o saber tratar a las personas. Esto es cierto incluso para los trabajadores eminentemente técnicos, que no dirigen equipos.
Goleman encuentra que el éxito en los negocios procede principalmente de una fuerza de trabajo que despliega iniciativa y empatía, adaptabilidad y capacidad persuasiva; es decir, aspectos claves de lo que él define como inteligencia emocional. Presenta estudios que muestran que el CI representa solo entre el 4% y el 25% del éxito de un individuo en el trabajo, mientras que las competencias emocionales (autoconciencia, autorregulación y motivación) son dos veces más importantes en el lugar de trabajo que las habilidades puramente cognitivas.
—Reseña Publishers Weekly a La práctica de la inteligencia emocional de Daniel Goleman.
Interregulación: crear un hábitat social que nos propulse
Así que a la búsqueda del santo grial de la voluntad o de la autorregulación, le faltaba la interactividad. Hemos de aprender a crear deliberadamente un entorno social y profesional nutricio que nos ayude a prosperar en nuestros esfuerzos creativos y profesionales.
El aprendizaje y trabajo en grupos de personas no solo proporciona más diversidad y rapidez en la adquisición de conocimiento, también es una poderosa herramienta de motivación que descarga parte del esfuerzo emocional de motivarse y dirigirse a uno mismo en los grupos a los que pertenecemos. Además, nos proporciona un medio más de conocernos y mantener la plena conciencia y la visión ajustada de la realidad si conseguimos un entorno laboral o de aprendizaje donde primen la transparencia, las opiniones honestas y la realimentación entre aprendices o trabajadores y con jefes y profesores.
Podríamos comparar la motivación en el entorno de un equipo de trabajo o grupo de aprendizaje a una carrera de relevos: en cada momento, son distintas personas las que llevan el peso. Cuando pierden energía, se frustran o bajan la guardia, allí están otros compañeros para tomar el testigo, para alertar sobre las desviaciones y animar a proseguir el camino. El esfuerzo de dirección también puede ser asumido en distintos momentos por distintas personas y con eso mantener la energía colectiva a pesar de las inevitables irregularidades de las energías individuales.
El modelo de las comunidades científicas o de los programadores artesanos o el de los antiguos gremios nos puede servir de plantilla o inspiración para crear nuestro propio hábitat. No es algo que venga naturalmente, sobre todo si has sido educado de manera tradicional, con el énfasis en aprendizaje individual y competitivo movido por el incentivo de las calificaciones.
La web 2.0 (blogs, wikis, crowdsourcing y otras plataformas colaborativas), que permite mucha más interacción, es una excelente herramienta disponible para canalizar esfuerzos individuales hacia proyectos conjuntos. Los MOOCs (plataformas educativas online, muchas gratuitas) son otra manera de acceder a educación y grupos de estudio. Los meetups, grupos de interés para temas muy concretos, que se reúnen presencialmente facilitados por plataformas como meetup.com, son también la manera de encontrar tu “tribu”, el grupo de gente de tu ciudad que puede compartir las mismas inquietudes o pasiones.
Hoy en día tenemos un menú de posibilidades de contacto y colaboración más amplio que nunca. Si permitimos que la dinámica del ocio y el entretenimiento más o menos frívolo tome el control, podemos usarlo para pasar sin mucha consciencia las horas en facebook viendo fotos de amigos, para ver videos de youtube de gatos, para picotear en twitter los últimos fragmentos de actualidad y participar en guerras incendiarias o para quedar hipnotizados por el flujo de whatsapp,
O podemos aprovechar toda la fuerza de la red para crear proyectos significativos, unir personas, crear productos y servicios, y seguir aprendiendo e “intereducándonos”con otros seres humanos con los que tengamos afinidad emocional y metas compartidas.
8 comentarios sobre “Trabajadores autoprogramables”
Artículo bueno y motivador. Ya lo dijeron Jesucristo y Buda, «donde DOS o MÁS, estéis reunidos en mi nombre, allí esteré yo», «La doctrina y la comunidad». En definitiva, trabajo en equipo.
Leo los 33 daños colaterales de escolarizar a mis chiquillos en España y se me pone el vello de punta. Plasmas por escrito muchas de las inquietudes que me rondan la cabeza desde hace un tiempo. Cuando veo las ingentes cantidades de tarea que con solo 8 años traen día tras día a casa ( ¿no les da tiempo en el cole? ¿Por qué deben hacer horas extras?), cuando observo cómo son «castrados» los chavales más creativos e innovadores ( los que piensan que 2 y 2 no son 4 sino 22) me planteo más en serio si cabe mi papel como madre.
Espléndido artículo Homomínimus. Espléndido.
«jaque a la educación» todos a las puertas del cole y la universidad a hacer piquetes!!!! jejeje. Hablando en serio, me encantó el articulo. Me gusta el verbo «intereducarnos».
Me ha encantado tu artículo, por varios motivos, porque de un tiempo a esta parte no encuentor la motivación, las ganas o la perseverancia para dedicarme a aquello que me gusta, para salir a hacer deporte o para escribir (y digo de un tiempo a esta parte porque siempre he sido una persona bastante disciplinada), salgo del trabajo y parece que mi energía se agota. Por otra parte soy profe, y me encanta mi trabajo, pero no puedo estar más de acuerdo con lo que planteas, el sistema educativo tiene que dar un giro de 90 º para que sea eficaz y podamos formar a gente capaz, feliz, satisfecha, curiosa, inquieta…yo intento poner mi granito de arena, en la medida de mis posibilidades, pero a veces me siento un poco Don Quijote luchando contra molinos de viento. Por ejemplo, como leo más arriba, a mí me parece una barbaridad cargarlos con deberes, prefiero que trabajen en clase, pero a veces me viene alguna madre (o padre) a reclamarme que su hijo dice que no lleva deberes de mi asignatura que si eso es verdad, y cuando le digo que mando pocos o ninguno (si trabajan en clase) me suelen responder que al suyo que le mande. Por no hablar de que pasan 6 horas pegados a la silla, otra barbaridad. En fin, que me has hecho reflexionar mucho,y te doy las gracias por ello. Saludos y feliz semana.
Artículo bueno y motivador. Ya lo dijeron Jesucristo y Buda, «donde DOS o MÁS, estéis reunidos en mi nombre, allí esteré yo», «La doctrina y la comunidad». En definitiva, trabajo en equipo.
Pero vaya pedazo de artículo!!!! Admiración siento!!!! Todo un regalo.
Leo los 33 daños colaterales de escolarizar a mis chiquillos en España y se me pone el vello de punta. Plasmas por escrito muchas de las inquietudes que me rondan la cabeza desde hace un tiempo. Cuando veo las ingentes cantidades de tarea que con solo 8 años traen día tras día a casa ( ¿no les da tiempo en el cole? ¿Por qué deben hacer horas extras?), cuando observo cómo son «castrados» los chavales más creativos e innovadores ( los que piensan que 2 y 2 no son 4 sino 22) me planteo más en serio si cabe mi papel como madre.
Espléndido artículo Homomínimus. Espléndido.
«jaque a la educación» todos a las puertas del cole y la universidad a hacer piquetes!!!! jejeje. Hablando en serio, me encantó el articulo. Me gusta el verbo «intereducarnos».
Me ha encantado tu artículo, por varios motivos, porque de un tiempo a esta parte no encuentor la motivación, las ganas o la perseverancia para dedicarme a aquello que me gusta, para salir a hacer deporte o para escribir (y digo de un tiempo a esta parte porque siempre he sido una persona bastante disciplinada), salgo del trabajo y parece que mi energía se agota. Por otra parte soy profe, y me encanta mi trabajo, pero no puedo estar más de acuerdo con lo que planteas, el sistema educativo tiene que dar un giro de 90 º para que sea eficaz y podamos formar a gente capaz, feliz, satisfecha, curiosa, inquieta…yo intento poner mi granito de arena, en la medida de mis posibilidades, pero a veces me siento un poco Don Quijote luchando contra molinos de viento. Por ejemplo, como leo más arriba, a mí me parece una barbaridad cargarlos con deberes, prefiero que trabajen en clase, pero a veces me viene alguna madre (o padre) a reclamarme que su hijo dice que no lleva deberes de mi asignatura que si eso es verdad, y cuando le digo que mando pocos o ninguno (si trabajan en clase) me suelen responder que al suyo que le mande. Por no hablar de que pasan 6 horas pegados a la silla, otra barbaridad. En fin, que me has hecho reflexionar mucho,y te doy las gracias por ello. Saludos y feliz semana.