Más de dos objetivos son ningún objetivo
—Lema de Texas Industries, citado por Peters y Waterman en En busca de la excelencia
Una mente inquieta, es decir, una mente humana, se encuentra siempre con muchos más intereses que con horas en el día para cultivarlos.
Hay diferencias individuales.
Están los que saben que quieren hacer con su vida desde que tienen seis años y tienen un tema central que es el hilo conductor de su existencia. Es lo que llamamos vocación: algo refulgente emocionalmente llama desde la distancia y la persona decide acudir a esa llamada. Por ejemplo, una niña que quiere ser escritora desde que tiene uso de razón y que dirige su vida según esta meta. O un niño al que le gustan mucho los animales y decide ser biólogo o veterinario.
En el otro extremo, estamos los que tenemos que hacer un esfuerzo continuo por mantenernos centrados. Tenemos una mentalidad de mariposa: vamos de flor motivacional a flor motivacional; nos ilusionamos con facilidad con nuevas aficiones, libros, personas, trabajos, etc., pero pasado el periodo de deslumbramiento, empezamos a perder fuelle, miramos a nuestro alrededor y aparece algo que desde la distancia resulta más atractivo (la hierba del vecino es siempre más verde), gradualmente vamos abandonando el interés anterior y un nuevo tema ocupa el primer plano de nuestra conciencia… durante un tiempo.

También es habitual mantener varios intereses simultáneamente, unos compitiendo con otros por nuestros escasos recursos de tiempo y atención, sin que logremos progresar sustancialmente en ninguno de ellos; por ejemplo, con las aficiones a las que dedicamos los fines de semana, los veranos o que abandonamos y retomamos cíclicamente.
La lucha de distintos y enfrentados intereses por aumentar su cuota de atención en la mente se exacerba en un mundo donde hay más posibilidades que nunca y más información sobre ellas. En La paradoja de la elección vimos que tener más opciones dilata el periodo de decisión y aumenta la insatisfacción con la decisión tomada. La opción descartada quema cuando la opción elegida pierde brillo. Es fácil experimentar el síndrome del niño en la pastelería, queriendo probar todos los pasteles sin detenerse a saborear ninguno.
Mantener las opciones abiertas es un consejo razonable en un mundo donde una opción mejor siempre está a la vuelta de la esquina. De ahí el miedo al compromiso en muchos aspectos de nuestras vidas; lo percibimos como castrante o restrictivo.
Cómo podemos centrarnos
Partamos de la base de que solo tenemos una limitada cantidad de energía y que profundizar en un tema es siempre muy costoso. La maestría o la excelencia solo es posible en un campo, quizá dos, pero no más. Necesitamos algún imán de la acción para mantenernos enfocados, para orientar nuestros esfuerzos en unas pocas direcciones.
Scott Young, un bloguero especialista en aprendizaje, recomienda distinguir entre intereses y compromisos.
Un interés es cualquier tema del que nos apetece explorar, probar o saber más. Podemos tener todos los que queramos. Podemos dedicarles tiempo, hacer cursos, ponernos algún objetivo, pero no son obligatorios. Los cultivamos porque nos apetece.
En mi caso, mis intereses actuales (y seguramente pasajeros) son los siguientes: filosofía existencialista, fundamentos morales de la política, el Shabbat judío, el estoicismo, el transhumanismo, psicología de la escritura, rudimentos de cocina, arquitectura del tiempo, los siete pecados capitales y virtudes cardinales en el catolicismo, la inteligencia ejecutiva, la mente extendida, el curso A brief History of Humankind de Coursera, los grupos de debate, David Foster Wallace, sociología de la red, algoritmos genéticos, desarrollar mi oratoria, La Teoría de los sentimientos morales de Adam Smith, la obra del economista Hayek, el curso de Creative Problem Solving también de Coursera, etc. Son unos cuantos.
Los compromisos, en cambio, son pocos (en mi caso, dos). No son opcionales o coyunturales. Son los proyectos a los que consagro las mejores horas del día o la semana (excepto en el Shabbat, que es un palacio de tiempo de descanso y celebración, libre de trabajo y esfuerzo). Aquí no tengo opción. Forman parte de mi identidad actual y no son materia de negociación diaria. Me definen en esta reencarnación y probablemente en las siguientes. Para que entre un nuevo compromiso ha de salir otro.
De esta manera, me enfoco en unas pocas prioridades estratégicas, que he llamado compromisos para enfatizar su carácter personal y moral.
He decidido reducirlos a dos porque encuentro que si son más derivan fácilmente hacia simples intereses, y porque un número pequeño me mantiene centrado. Dos me parece un buen número porque si me estanco o frustro en uno de mis compromisos siempre tengo el otro para obtener satisfacciones y experimentar algún avance.
Hazlo ahora
- ¿Qué compromisos (aparte de tus obligaciones laborales y familiares) tienes actualmente? Formúlalos por escrito.
- ¿Qué intereses tienes más o menos revoloteando en tu inconsciente? Haz una lista rápida.
- ¿Distingues bien los que son compromisos de lo que son intereses?
- ¿Más de tres compromisos? ¿Podrías “degradar” a algunos compromisos y calificarlos como meros intereses?
- ¿Hay algún tema central a varios de tus compromisos? Si es así, ¿podrías reducir el número de tus compromisos creando una categoría más amplia?
- ¿Eres consecuente con los compromisos y tienes un sistema para hacer honor a tu intención de mantenerlos y cumplirlos? Por ejemplo, dedicando uno o dos pomodoros obligatoriamente al día.
Gracias por el post Homominimus. Muy clarificadora esa distinción entre intereses y compromisos. Esto me va a ayudar mucho a simplificar mi vida y reducir mi estrés mental ( seguro). Muy útil. Mucho.
Un abrazo
Diana
Hoy mis intereses son mi blog y la fotografía. El segundo de los proyectos lo tengo un poco abandonado. Intentaré aplicar tu consejo (1 o 2 pomodoros al día)
Y yo que pensaba que yo tenía muchos intereses…