A todos se nos extravían objetos físicos. Y también objetos mentales. En este último caso lo llamamos “olvido”, en el primero, “pérdida”. Es algo que nos ocurre habitualmente. Si eres como yo, esto te genera una cierta tensión en forma de frustración, sensación de fastidio o inquietud. ¿Dónde está esa chaqueta que tanto me gusta? ¿O cuál era esa idea que me pareció tan maravillosa mientras subía al autobús pero que se me olvidó anotar? ¿Qué tenía que hacer sin falta esta tarde porque se acaba el plazo? ¿Qué llamada urgente tengo pendiente?
A veces se nos olvidan palabras, sabemos que están en algún lugar de nuestra memoria, pero no podemos recordarlas. ¿Cómo se llaman los ascetas que empezaron el movimiento monástico cristiano y que se iban a meditar o expiar sus pecados al desierto durante años? … No me acuerdo. Creo que alguien muy famoso estuvo treinta años en lo alto de una columna o poste. ¿Era uno de ellos? ¿Era cristiano? No sé, pero me suena… Sigo buscando en mi memoria. ¿Cuándo fue la última vez que oí o leí esa palabra? Ah, sí, fue en un libro de Anthony Storr sobre la soledad.

Pero no recuerdo la palabra en español, en inglés era “hermit”, como eremita, o ermitaño, dicho de los primeros cristianos que vivían en soledad en el desierto en tierras de Egipto alrededor del siglo III después de Cristo; pero la palabra que busco es otra, es un sinónimo cercano y no empieza por e. Si me dijeras la primera letra seguro que me ayudaba, y si me la dices entera seguro que la reconozco.
Esta es la experiencia de tener una palabra en la punta de la lengua. Casi al alcance de la mano, pero faltan unos centímetros…Y me exaspero. ¿Por qué diablos se me ha olvidado esa palabra?
Quien dice una palabra, dice una idea, un calcetín, una tarea urgente que hacer que aparece tan pronto como desaparece solo dejando una nube de polvo blanco en la memoria, rastro de que estuvo alguna vez allí.
Y nos quedamos como tontos mirando nuestro fastidio.

Técnicas preventivas para evitar perder objetos
Una estrategia preventiva es la famosa máxima de la organización de objetos físicos: “un sitio para cada cosa y cada cosa en su sitio”. Todo tiene un sitio en tu casa u oficina y cada cosa está en su sitio porque después de usarla la devuelves a su lugar correspondiente, a su “hogar. De esta manera previenes el extravío de objetos. Estipulas claramente el lugar, lo memorizas, aplicas la máxima de organización anterior y resuelto el problema.
Con las ideas o los objetos mentales, podemos hacer algo similar; muchos escritores son muy celosos de sus ideas y una vez que aparecen en la pantalla de sus conciencias se apresuran a apresarlas en su cuaderno de notas. Da lo mismo lo que sea, importante o menos, ocurrente o banal, toman nota de todo por si pudieran emplearlo como futuro material literario.
También hacen lo mismo los científicos o los que llevan diarios: anotan sus impresiones y experiencias como una forma de aherrojar ideas y tenerlas disponibles cuando llegue el momento: “Recuerdo que escribí sobre tal o cual tema el año pasado… voy a buscarlo”. El cuaderno de bitácora del capitán del barco permite recoger la información relevante cada día y tenerla disponible a voluntad. Lo mismo la caja negra de un avión que recoge hasta el mínimo detalle.
David Allen, el autor de Getting Things Done, recomienda usar listas o un cuaderno de notas que registre la preocupación o idea para luego, en un momento posterior, procesar esa información, convertirla en acción, archivarla o deshacerse de ella.
De esta manera eliminas UPAs (Unidades Permanentes de Atención), descargas la memoria inmediata y reduces el estrés. De otra manera, esas UPAs siguen revoloteando en la memoria a corto plazo, apareciendo recurrentemente e interfiriendo con la acción presente.
Una buena biblioteca física también es una gran ayuda, te basta con saber dónde puede estar la idea relevante de la que solo conservas una imagen borrosa y consultar el libro. La biblioteca, si te puedes permitir el lujo, es una excelente prótesis para tu memoria biológica. A diferencia de la digital, todos los libros tienen unas características físicas, color, textura, localización física y otros atributos sensibles que actúan como claves de recuperación y hacen todavía más fácil recordarlos.
Con las bibliotecas digitales, aunque en principio guardan la misma información y podemos clasificarlas en carpetas temáticas como si ordenáramos nuestros libros en estantes, las claves físicas son más limitadas.
¿No tienes la sensación de que al leer un libro en formato electrónico el conocimiento resbala como el agua por la superficie de tu cerebro? Esa es mi experiencia, por eso prefiero leer un libro físico, me permite implicarme más, tomar notas a mano y convertir un acto, en principio puramente intelectual, en una experiencia física, sensorial, casi estética.
Sin embargo, las bibliotecas digitales también tienen sus ventajas: con herramientas de búsqueda ya incorporadas en el sistema operativo o con programas especiales, puedes indexar los archivos y localizar rápidamente una frase o una palabra rara dentro del contenido del libro o libros que estés buscando.
Si externalizas parte de tu memoria y clasificas adecuadamente la información para una fácil recuperación expandes tu mente y recuperas el objeto mental perdido cuando lo necesitas., ya sea en tu mente biológica o en sus extensiones.
Técnicas de recuperación de objetos perdidos
Las técnicas preventivas funcionan para evitar perder objetos. Pero, ¿qué hacemos si ya están perdidos, si no los encontramos fácilmente?
Una técnica usada con objetos físicos es la de recordar la última vez que viste el objeto y a partir de ahí reconstruir tus pasos e inspeccionar cada uno de los lugares por los que pasaste. El problema es que si el último encuentro con el objeto fue hace demasiado tiempo puede ser difícil aplicar la técnica.
Con las ideas, podemos hacer lo que he hecho yo antes con la palabra equivalente “hermit” en inglés o “eremita” en español: empezar a buscar asociaciones de esa palabra en otras zonas de la memoria biológica con las que estaba relacionado: ascetas, en el desierto de Egipto, principios del cristianismo, un tipo subido a una columna durante décadas, no empieza por e, empieza por… a, recuerdo que mi madre decía que yo era uno de ellos cuando me pasaba todo el día leyendo en mi habitación, la palabra tiene al menos cuatro sílabas… ana… anaco… ¡anacoreta!
Con la técnica anterior he activado zonas de la memoria próximas a la palabra buscada y tirando de sus elementos y conexiones cercanas he llegado a la palabra que buscaba en un primer momento.
O podemos empezar a buscar en nuestra memoria extendida en libros que estén relacionados con la búsqueda, o usar google.
Usar google tiene la desventaja de que es muy rápido y fácil y al no tener que hacer ningún esfuerzo mental de recuperación esa memoria no se fortalece o consolida de la misma forma que si buscaras en tu memoria biológica o en libros. El acto de recuperación de la memoria es también un acto de fortalecimiento de la memoria biológica, que pierdes si buscas en un almacén externo.
El problema de depender demasiado de las herramientas de búsqueda digitales es que la memoria biológica se convierte en una especie de “metamemoria”, esto es, una memoria que guarda el lugar donde puedes encontrar las ideas, conceptos, conocimientos, no los conocimientos en sí. Si luego quieres emplear esas ideas almacenadas externamente creando asociaciones novedosas, lo tienes mucho más difícil, porque no tienes los contenidos en tu mente, solo las referencias a los contenidos, pero este es otro asunto con implicaciones importantes en materia de creatividad e innovación del que hablaremos en otro artículo…
Receta minimalista para buscar un objeto perdido
Deja de buscar. Ya aparecerá. Así de sencillo.
En el minimalismo existencial, que es una aerodinámica de la acción humana, buscamos maneras rápidas y eficaces de deshacer nudos gordianos (= problemas difíciles). Aunque no siempre las haya, en este caso sí que la tenemos.

Con los objetos físicos, siempre que no sean irremplazables (no tienes otra chaqueta, no tienes un segundo par de llaves) y no sea urgente encontrarlos (necesito el pasaporte para tomar el vuelo de dentro de dos horas, tengo que devolver inmediatamente un libro prestado), lo mejor es esperar a que aparezcan. Puesto que estarán en algún lugar por el que has pasado y puesto que volverás a pasar en una fecha seguramente no muy lejana por el lugar, terminará apareciendo. Si está debajo de una cama o un sofá, cuando barras debajo lo encontrarás.
Esto es más fácil decir que hacer, pero te ahorrarás búsquedas infructuosas y reducirás la fricción diaria de estas pequeñas molestias.
Con los objetos mentales, la política es la misma: si la idea no aparece en unos segundos, simplemente espera a que aparezca y pasa a otra cosa. Terminará apareciendo cuando menos te lo esperes. Y si no aparece, es que no era muy importante. O lo era, pero puedes vivir sin ella.
Mi profesor de mindfulness o atención plena fue el primero que me puso en contacto con esta táctica de búsqueda que realmente es una no-búsqueda. Las ideas importantes terminarán apareciendo de nuevo, no son estrellas fugaces, son nudos de una red y están fuertemente conectadas. Cuando vuelvas a recorrer un camino mental y tocar un concepto conectado con el buscado, reactivarás el pensamiento perdido. Es peor el desequilibrio que genera la búsqueda tensa que el no recuperar la idea nunca.
Ocurre como con el sueño y la felicidad perdida: cuanto más los buscas directamente intentando recuperarlos, más esquivos se vuelven, más nervioso te pones, más infeliz te sientes y más insomnio sufres. Pero si te rindes, si desistes de buscarlos directamente, cuando menos lo esperas, mientras estás interesado en otra cosa que ocupa tu mente, terminan llegando.
O no terminan llegando.
Pero no has sufrido de más. Parafraseando la máxima budista: el dolor de no encontrar lo que buscas es inevitable, pero el sufrimiento derivado de no encontrarlo es una opción. Tú eliges.
Extensión de la receta minimalista a cualquier búsqueda
Podemos aplicar esta búsqueda minimalista no solo a los objetos perdidos, también a los objetos físicos, mentales, emocionales, etc., no encontrados que nunca perdimos, a pesar de luchar-trabajar-esforzarnos por ello.

Estas cosas no encontradas pueden ser desde una relación perfecta, un trabajo ideal, un párrafo que exprese exactamente lo que siento, o una fotografía que recoja el momento o el paisaje en toda su plenitud.
La creación del tipo de cosas y experiencias que queremos en nuestras vidas requiere a veces la acción negativa, el wu wei taoísta, el no hacer, el renunciar al control y al esfuerzo consciente y deliberado, dejando que las fuerzas subterráneas de la vida y la conciencia se desplieguen espontáneamente.
Esta actitud supone la capacidad de desapego, de no aferrarse, de dejar que las cosas sigan su curso, de no obsesionarse con lo perdido o lo no encontrado. Es la serena aceptación de que las cosas no siempre llegan o no llegan cuando queremos.
Un post muy interesante. Lo voy a aplicar a unas llaves, un mando de la televisión, y un reloj digital que tengo perdidos al mismo tiempo. Si los objetos de mi casa hicieran una serie, sin duda se llamaría «Perdidos».
Hay otra cosa que quiero añadir respecto a la búsqueda por Google. Y es que es tremendamente ineficaz, incluso cuando buscas algo que ya habías encontrado. Es mejor que nada pero su exactitud está tremendamente sobrevalorada.
Justo antes de llegar al final, mi mono mental ya estaba gritando «¡¡¡wei wu wei!!!». Para mí, más que el «no hacer» del taoísmo purista de Laozi, este es otro gran ejemplo de «hacer sin hacer», más propio del flexible ya adaptativo taoísmo de Zhuangzi. Sea como sea, la propuesta me parece estupenda
Sensacional.
Gracias por tan valioso aporte, lo aplicaré en mi vida.
Si tu problema tiene solución, ¿para que te preocupas? mejor ocúpate!
…Y si no tiene, ¿para que te preocupas? mejor ocúpate!.
Debemos actuar sobre nuestros circulos de influencia, todo aquello que esté fuera de nuestros circulos no podemos controlarlo
Un artículo muy interesante en varios aspectos, el primero de ellos, el orden con los objetos físicos, “un sitio para cada cosa y cada cosa en su sitio”, esa frase me la repite mi costillo constantemente, mi problema es que dejo las cosas donde se me ocurre o tengo más cerca (sí, soy caótica). Con lo mental soy más ordenadita y apunto ideas, frases, ocurrencias y chorradas (sí, también) en una libreta que siempre llevo encima. Por último, lo de no buscar y que aparezca, pues sí, pero depende del qué, hay una camiseta mía con la que he desistido, ya aparecerá, pero con otro tipo de búsquedas o experiencias la cosa es más compleja, mi osteopata y psicoterapeuta (2 en 1) me dice que hay que ser humilde y aceptar que la naturaleza, el cosmos, dios (o lo que sea) nos manda ciertas cosas cuando deben llegar y que hay que aceptarlo, no dudo que sea así, y habrá que practicar el desapego, pero es sumamente difícil (al menos para mí). Muy interesante todo lo que voy leyendo. Gracias por compartirlo.