Pacto entre caballeros

Creo que la lección que he aprendido es que no hay substituto para el prestar atención.

–Diane Sawyer

Una escena cada vez más corriente en  lugares públicos es ver a un grupo de amigos o una familia que se ha reunido para comer, cenar o tomar un café, y  la mayoría de ellos en un momento dado están consultando sus iPhones o envíando mensajes de texto, respondiendo llamadas, jugando con su iPad.

No es raro que de un grupo de seis amigos cuatro estén consultando sus aparatos electrónicos y los otros estén callados o mirando al tendido esperando que los demás acaben con sus asuntos. Todavía es más llamativo ver parejas de amigos o de novios donde ambos están sentados cada uno con su teléfono móvil sin hablar entre ellos.

iPhone Date (Causeway Bay)

¿Qué sensación produce esto desde fuera?  Para los que consultan sus aparatos hay un mundo más importante tras la pantalla, una posibilidad más incitante en cualquier mensaje, correo electrónico o llamada. Si están físicamente donde están es porque es su mejor opción solo provisionalmente, es como si quisieran mantener sus opciones abiertas gracias a un nuevo mensaje o aparición en su pantalla.

¿Y qué se puede sentir si estás en el grupo y no estás conectado virtualmente? El que espera a que sus amigos acaben de atender a sus comunicaciones tiene la sensación de ser un convidado de piedra a un banquete en el que de repente todos se han ausentado, se han llevado los manjares y le han dejado solo; es por eso que resulta conveniente que lleves  también tu iPhone para defenderte o contraatacar a la desconexión de tus compañeros.

La atención es la moneda de la comunicación humana

Quizá  presento la escena en términos bélicos o dramáticos, pero creo que es una situación tan cotidiana como seria. La moneda de la comunicación humana es la atención: la atención que nos prestamos mutuamente y nos hace sentirnos reconocidos. Cuando en contactos presenciales escatimamos esa atención prestada en beneficio de conexiones virtuales, estamos siendo cicateros, estamos traicionando nuestra parte del pacto comunicativo; estamos dejando de reconocer a la otra persona como importante en beneficio de otras personas ausentes y posibilidades.

Ya conocemos el irrefenable atractivo de la novedad y en general de la posibilidad. Un pico de dopamina salta ante cada mensaje de texto nuevo, notificación de correo o llamada: la sagrada llama de la posibilidad se presenta ante nosotros con todo su fulgor y hace muy difícil o imposible decir no. Lo nuevo desplaza a la conversación actual y a las personas físicas delante de nosotros; lo urgente y lo potencial desplaza a la importancia de las personas presentes.

El autocontrol personal es siempre frágil y los mecanismos sociales de control todavía están por desarrollarse. En materia de electrónica de consumo y redes sociales virtuales vivimos el síndrome del niño en la pastelería: abrumados por el deseo de mil posibilidades todas igualmente incitantes y sin saber a qué carta quedarnos.

¿Es aceptable esta situación?

Ciertamente es aceptada por la mayoría, pues la mayoría acaba participando.  Para mí es inaceptable,  un retroceso, una marcha atrás en nuestra capacidad de proporcionar nuestra atención individida a las personas que tenemos delante. Podemos resignarnos o no, pero esta situación de atención fragmentada, dividida, pendiente de un hilo y de un aparato electrónico es irreflexiva, contraproducente y nociva.

Una propuesta

He tenido noticia de un mecanismo de defensa del tiempo compartido. Un pacto entre caballeros para mantener la integridad del tiempo en compañía y la atención mutua. Es un sistema ingenioso que incorpora un castigo en forma de sanción al compañero de reunión que ose transgredir el pacto:

Al comienzo de la comida o reunión los contertulios o comensales depositan sus armas de distracción masiva en el centro de la mesa, a la manera de policías que se jubilan y devuelven el arma reglamentaria y la placa. Los iPhones, móviles, iPads, etc., quedan retirados de la circulación y nadie puede tocarlos durante el tiempo que dure la reunión.

Quedan a la vista de todos como un prohibido objeto del deseo, protegidos por las miradas de los demás. Si alguno osa responder una llamada, consultar un correo o un mensaje de texto, o usar el iPad, con la excusa que sea, la transgresión es rápidamente detectada; y la sanción inapelable:

El que infrinja el pacto tendrá que pagar la cena de todos, las copas o las consumiciones de los demás. Créedme, todo el mundo se lo piensa varias veces antes de recuperar su arma de distracción.

Dada la ubicuidad de  los medios de comunicación –quizá deberíamos llamarlos «de descomunicación»– las estructuras sociales, sus rituales y sus reglas tendrán que adaptarse para responder a las nuevas realidades. Las omnipresentes redes sociales solo tienen unos pocos años, aunque sintamos que han estado siempre con nosotros;  hace poco más de una década,  el uso del teléfono móvil no estaba todavía extendido. No hemos tenido tiempo de tomar conciencia de sus ventajas y sus inconvenientes, ni de crear una etiqueta o unas reglas de urbanidad tecnológica que nos permitan obtener lo mejor de los avances técnicos sin sacrificar nuestra sociabilidad.

Por el momento, tendremos que tomar  conciencia de nuestras costumbres, aplicar la fuerza de voluntad, disciplinarnos  y acoger con receptividad gozosa los pactos entre caballeros que nos vayan proponiendo a lo largo del camino.

17 comentarios sobre “Pacto entre caballeros

  1. No puedo estar más de acuerdo en la descripción del problema. De hecho me paso y en esa misma proporción 6-4 incluso 6-5 durante todas unas vacaciones el verano pasado. Ni que decir tiene que me dieron ganas de hacer que los comensales tragaran los móviles.
    Un sólo apunte, un pacto de caballeros tiene dos ingredientes, 1) el pacto, 2) los caballeros. Ese segundo ingrediente es aún más complicado que el primero.
    Saludos.

  2. Muy de acuerdo en que está muy bien descrita la situación. Y el análisis es perfecto.

    Ambos habéis evitado adrede mencionar la palabra «educación». Pero es evidente que está en el fondo del asunto.

  3. OFF TOPIC: Respecto al tema de los fracasos, etc. hay una frase (que acabo de descubrir que es de Tagore) que dice:

    «Si cierras la puerta a todos los errores, también la verdad se quedará fuera.»

    ___TAGORE___

    Yo la conozco por una chimenea donde está grabada.

    Y gracias a ENTUSIASMADO por su blog.

  4. Muy cierto. Pero lo del pacto de caballeros creo que en muchos casos no procede porque, como dice el compañero, hacen falta caballeros.
    Yo soy más drástico, me voy a comprar en DealExtreme un inhibidor de frecuencias.

    1. Excelente idea: simple, no requiere negociación, silenciosa y eficaz.
      Pongamos un inhibidor de frecuencias en nuestra vida.

  5. ¿Y por qué limitarnos a los aparatos tecnológicos? Dejemos también libros, revistas, periódicos…
    O vayamos más allá dejemos cualquier otro pensamiento fuera, que a nadie se le ocurra pensar nada que no sea lo que se está conversando ¿existe un inhibidor de pensamientos?
    No seamos tan extremos si alguien mira un mensaje el wasup o el Facebook cuando estamos conversando será que puede mantener la atención al mismo tiempo, o quizás no resultamos lo suficientemente interesantes así que o aprendemos a convivir con ello o cambiamos de amigos, pareja, etc…

  6. El problema no son los móviles sino las conversaciones. Si quieres mi atención, gánatela. Yo acepto el reto.

    1. Diego, estamos hablando de educación y respeto. A nadie le interesa ver al otro abstraído con su móvil… Si el tema de conversación no es interesante, se puede buscar otro. Y si de todas maneras la comunicación no fluye, o no nos interesa la persona que tenemos enfrente, cada uno debería marcharse por su lado y evitar seguir malgastando el tiempo, propio y ajeno.
      Saludos.
      P.D.: Sepa comprender si he cometido algún error de idioma y siéntase libre de corregirme, todavía sigo aprendiendo.

      1. No siempre podemos elegir a los contertulios (al menos no a todos) ni las conversaciones. El móvil es una forma civilizada de ausentarse hasta q la conversación vuelva a ser interesante. Por otro lado, creo q sería poner diques al mar; las nuevas generaciones (y las no tan nuevas) son capaces de hacer varias cosas al tiempo. Que estén pendientes del móvil no quiere decir que no estén prestando atención.
        Por cierto, su español es perfecto.

      2. I’m really ieprisnd with your writing skills as neatly as with the format for your weblog. Is that this a paid theme or did you modify it yourself? Anyway keep up the excellent quality writing, it is uncommon to see a nice blog like this one these days..

  7. Ciertamente las nuevas generaciones son capaces de hacer varias cosas al tiempo, y por eso las hacen todas mal

    1. Claro, obviamente las no tan nuevas generaciones son espejos de perfección.

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