Bestiarum Normativum

Inspirado por el autor de El narrador, José Ramón Martínez Salio, he generado una serie de vocablos relacionados con su vocablo ideolectal «Normalista»; esto es, he creado un Bestiarum Normativum.

(Catálogo incompleto de los seres que habitan el ecosistema de la normalidad)

Normópata ( vocablo existente)
Paciente crónico de la enfermedad de encajar, aunque sea un cabeza cuadrada intentando ajustarse a un círculo. Acostumbrado a pedir permiso para ir a orinar desde la más tierna edad. No mea nunca fuera del tiesto.

Normívoro (neologismo)
Se alimenta de boletines oficiales y manuales de instrucciones. Su postre favorito: la letra pequeña. No mueve un dedo si antes no ha desayunado un checklist y ha sido validado por su jefe (oficina) o su jefa (casa).

Normonauta (neol.)
Navegante del hiperespacio rutinario. Su vida es una colección de reglas inabarcables que amenazan con desbordar su limitada memoria de trabajo. Siempre termina perdiendo la t de la rutina. Sinónimo: Homo Mínimus.

Normofílico (neol.)
Amante empedernido de todo lo estándar. Se excita al oler archivadores A4 con separadores de colores y chuparse los dedos untados con el óxido de las señales de tráfico.

Normívago (neol.)
Animal de costumbres nocturnas, sale de fiesta todos los juernes, viernes y sarbados, y recorre la ruta del polvo con triste y meticulosa ebriedad. El domingo descansa y acude a misa de ocho.

Normativador compulsivo (neol.)
Ente administrativo con pelo y gafas que genera normas más rápido de lo que respira. Si entra en tu casa, te escribe un reglamento para abrir la nevera, verifica la tensión eléctrica y valida la lista de tu compra.

Normaduvalista (neol.)
Fanático de lo normal… pero con lentejuelas y mucho maquillaje. Su mantra es “¡Viva el domingo!” de Norma Duval.

Normimaníaco (neol.)
Obsesionado con la normalidad hasta el frenesí. Antes de dar un paso, busca manuales de procedimientos, protocolos de urbanidad y limpia obsesiva-compulsivamente sus habitaciones de versos sueltos.

Norminazi (neol., satírico)
Policía feroz de la rutina. Abomina de la anormalidad a gritos, insulta a los judíos y el estado de Israel, irrumpe en las noches de los progresismos rotos, viaja en cruceros de lujo por las islas griegas para santificar su narcisismo y señalar virtud. Controla tus proferencias lingüísticas hasta la extenuación para que no le ofendas. Es diverso, igualitario e inclusivo. Amigo de feminazis resilientes y devoradores de brócoli ecosostenible.

Lo malo de la rutina es que acaba perdiendo la t.

–Juan Bonilla. Escritor español.

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