El escribidor y su personaje

“No me sigas, que yo también ando perdido”

Si sigues a  Homo Mínimus desde hace tiempo te  puedes haber preguntado a quién estás siguiendo: al artista que se hace llamar Homo Mínimus o a Homo Mínimus, un personaje tan real como el artista, con su estilo, personalidad y agenda propia.

Yo ahora me estoy preguntando, cuando escribo estas palabras, quién es el que está escribiendo el texto. ¿A quién se refiere el  yo empleado en este párrafo?

Difícil decirlo. Quizá, ahora que lo pienso, sepa quién es, me digo a mí mismo “soy yo”. Pero claro, eso no significa que te lo vaya a decir ti o que pueda decírtelo  y desvelar el misterio.

Para mí no está claro, mucho menos para ti.

Dejemos esta pregunta sin responder por ahora.


Hay otra pregunta que me hago y también requiere respuesta. Esta pregunta es una auto-pregunta, aunque puedo hacerte también partícipe a ti, quien quiera que tú seas: 

“¿Es mejor escribir para uno mismo o es mejor escribir para una audiencia (exista esta o no exista)?”

 ¿Me puedo creer a quien dice que escribe para sí mismo y luego publica en un blog? ¿Me puedo creer a la mujer que dice que se viste y se maquilla para ella misma?

Quizá, si escribiese y luego no publicase nada, estaría “escribiendo para mí mismo” (para  el artista conocido como Homo Mínimus o para el mismo Homo Mínimus). Quizá me creyese a la mujer  que se viste y maquilla para sí misma, si viviera recluida en su casa y no en la discoteca.

Pero resulta que publico de cuando en cuando en este blog, luego no estoy escribiendo meramente para mí y entrando en el terreno de los diarios (o delirios) personales. Pero incluso si escribiese un diario personal sin pretensiones de publicación o de adquirir difusión, pudiese ser que luego terminara publicándose. Cualquier escritor que se precie escribe para un público; aunque crea que está escribiendo para sí mismo está escribiendo con vistas a la mirada futura de otros. Puede que esté escribiendo con vistas a la mirada  de su Yo futuro.

El infierno sois vosotros

Parece que estamos condenados por la mirada ajena. Dependemos de ella incluso en nuestros momentos más herméticos, en nuestros soliloquios. Soy como el actor vestido de negro contemplando la calavera en su soledad brumosa  declamando el ser o no ser mientras es muy consciente de que hay mil ojos ahí en la oscuridad de la sala mirando.

Por otra parte, ¿qué sentido tendría entonces la vida si no existieran otros? Dejaríamos de estar condenados por el otro, pero entraríamos en un solipsismo de facto: solo existiríamos nosotros, o como diría el castizo: yo mismo y mi mecanismo: podríamos acabar siendo como la máquina de salchichas de Bertrand Russell, [Pulsa aquí si quieres escuchar la fábula]

Ser independiente o indiferente a la mirada ajena y a los lectores potenciales me daría alas, al menos me liberaría de muchas cadenas, pero entonces, ¿por qué querría escribir? ¿hacia dónde querría volar?

Como dijo David Bolton1, mi profesor americano de inglés, “sería liberador que no existieran (o no necesitáramos) las mujeres, porque entonces podría consagrar mi vida al estudio, el crecimiento personal, aprendería cuatro o cinco idiomas, obtendría varias licenciaturas más, exploraría mis inquietudes y pasiones siempre aplazadas… pero entonces… si no hubiera mujeres mirando…, ¿para qué estaría haciendo todos esos esfuerzos?”

(I just Wanna Be) Your Steve McQueen2

En el Tao de Steve3, el tema de la película es una combinación  de las máquinas de salchichas de Russell y la no necesidad del sexo opuesto (porque fueran ellas las que te necesiten): cómo sería la vida de un hombre que tiene satisfechas sus necesidades básicas, esto es:  éxito con las mujeres y que puede permitirse una vida muelle.

Este hombre es inteligente, ingenioso, cínico, filosófico, despreocupado, pero está estancado, pasado de peso, sin norte vital. No siente interés por nadie ni por nada que no tenga que ver consigo mismo, con sus mecanismos y sus hermosas cuchillas, no le interesan los cerdos.

Ha muerto de éxito, tiene sus objetivos conseguidos y trabaja de profesor de párvulos seduciendo mujeres a base de carisma y técnica depurada, que despliega con la indiferencia profesional con que un dentista a tres años de jubilarse practica endodoncias.

Ha convertido su vida en fachada al servicio de sus objetivos hedónicos, y hasta sus inclinaciones filosóficas forman parte de una pose con la que busca impresionar a sus presas y sus amigos. Lo que se relaciona con la segunda regla del Tao de Steve: sé excelente en algo.

Un actor busca ser excelente en su papel, hacer lo mejor que puede con los medios de los que dispone en un escenario o situación social. El artista conocido como Homo Mínimus, a su manera, y quién sabe con qué oscuros fines, también quiere ser excelente en algo y por eso se afana (¿me afano?) por epatar, no  a la burguesía, pero sí a cualquier incauto que se topa con el blog. Lo conseguirá o no lo conseguirá, pero puedo asegurarte que lo intenta (¿quién está asegurando algo sobre alguien?)

No te lo vas a creer… me acabo de encontrar con una voz del pasado que ha reaparecido de la forma más inesperada posible…

Interludio

…Lo extraordinario es que, mientras escribía la primera parte del artículo, estaba leyendo comentarios a uno de mis haikus del 2013 (a la dispersión narcisista dentro de la escritura  le llamo investigación o documentación).

Hoy caminando

Toqué el alma del suelo

¡Cuán sólida es!

Sensei Mínimus

…y según leía el comentario al haiku4 de un tal Flames del 2013 y su aportación en forma de anécdota, aparece la campanilla de comentario en el blog, ¡y es el mismo John Flames!, quien acababa de comentar5 mi último artículo sobre productividad lenta. ¿Debería decir el “artista conocido como John Flames”?

Ahora no usaré la palabra en la que sé que estás pensando, no, no la usaré. Mejor muerto que trillado.

En todo caso, Flames, gracias por pasarte por aquí, se echan de menos tus comentarios., algunos como este que robo y uso para mis fines diez años después :

Por cierto –y por si te sirve de algo– recuerdo una anécdota de Zweig que decía que el quería que sus escritos tuvieran un ritmo, una continuidad en la que nada sobrara. Como lector no soportaba los bajones ni los párrafos vacíos o de relleno. Una vez se levantó de la cama emocionado porque había dado con una solución para un párrafo. Su mujer le preguntó si es que se le había ocurrido algo, y el contestó que no, que había logrado quitar una frase y que mejorara el párrafo. 

John Flames en un comentario 6del 17.12.13 a las 7:17

John Flames, amigo del artista conocido como Homo Mínimus, me recuerda otra conexión importante con el tema de hoy: no actuamos solos, incluso Homo Mínimus necesita de otros para su actuación, para salir a escena y para ejecutar su pieza necesita a otros: no como audiencia, sino como compañeros de tablas. En este caso, John Flames, o el artista conocido como John Flames, quién sabe.

A propósito, John Flames es quien creó el primer y único video de YouTube sobre minimalismo existencial de Homo Mínimus.

Teatro clásico o improvisación teatral

Esto de escribir en un blog se parece más a una escena de teatro de improvisación que a una plan quinquenal soviético para una novela. Acaba de entrar Flames y ha dicho algo, ha irrumpido en mi corriente de conciencia. Estaba entrando en disquisiciones cuasi-filosóficas sobre el escribidor y su personaje y ya empezaba a oler a viciado, a habitación de enfermo (la de mi aislada y solipsista conciencia), cuando se cuela de rondón un visitante, sube al tablado (¿va a bailar flamenco?) , se sube al escenario, digo, y me hace girar, cambiar de tercio (¡torero!), y  pasar al de banderillas, ¡o al de muerte!

Actores suecos actuando en theatresports, una forma competitiva de la improvisación teatral. Fuente: Wikipedia

El sociólogo Erving Goffman en su obra seminal La presentación del yo en la vida cotidiana7 plantea una teoría dramatúrgica en la que se conciben las interacciones sociales como representaciones teatrales. Divide el mundo social en dos partes: el escenario y entre  bambalinas, lo que hay tras el escenario, donde los actores se preparan, ensayan y esperan su aparición. Dice Shakespeare, “Todo el mundo es un escenario, y todos, hombres y mujeres, son meros actores. Todos tienen sus entradas y salidas, y cada hombre en su vida representa muchos papeles”.

Como una extraña nave arrojada por el mar, con su bandera roja de pirata en el palo mayor, [el teatro The Globe] se levanta allí, anclado en el fondo cenagoso. En la platea el pueblo llano se agolpa ruidoso como en el puerto; desde las galerías el mundo elegante sonríe y charla con los actores de abajo.

Impacientes, los espectadores piden que empiecen. Patalean y alborotan, con el pomo de la espada golpean estrepitosamente contra las tablas, hasta que al fin, por primera vez, el escenario se ilumina con cuatro bujías vacilantes que alguien ha traído, y aparecen unos personajes más o menos disfrazados para interpretar una comedia al parecer improvisada.

Y entonces… estalla de repente la tempestad de las palabras, aquel mar infinito de la pasión que, desde los límites de las tablas, lanza a todas las épocas y a todas las zonas del corazón humano sus olas sangrientas, incansables, alegres y trágicas, con todas sus variantes y hechas a la imagen del hombre por excelencia: el teatro de Inglaterra, el drama shakespeariano.

Stephan Zweig, Confusión de sentimientos. Citado en Balló, Jordi; Pérez, Xavier. El mundo, un escenario: Shakespeare, el guionista invisible

En la escritura también opera esa presentación del yo, la conciencia acerada e ingeniería literaria de la imagen del artista, que pretende lograr un determinado efecto en su público o pretendida audiencia.

Lo que estás leyendo ahora parece el ensayo entre bambalinas, un relato de lo que ocurre antes de que alguien presente su ego o su alter ego  al mundo y salga a escena, pero esto no deja de ser un artificio literario: lo que estás leyendo es la actuación, la representación, el producto final en forma de artículo de blog que se ha gestado, forjado, ensayado previamente en un borrador. Puede que este texto te esté pareciendo una  descripción del proceso de gestación de una representación, pero no lo es, es el final, el fruto de muchas modificaciones, ocurrencias y refinamientos que han culminado en el texto que ahora lees. Lo descriptivo está al servicio de la retórica, del efecto que el escritor quiere producir en quien lo lee.

En Cómo convertirte en el Stanley Kubrick de tu propia mente8, Homo Mínimus planteaba la teoría dramatúrgica en un nivel inferior:  hablaba de la psique humana, y de cómo la conciencia individual –al igual que las interacciones sociales– se puede conceptualizar como un escenario donde entran y salen personajes que esperan entre bambalinas;  o incluso un espectáculo donde los espectadores, otros entes psíquicos dotados de agenda, procesos y funciones, pueden irrumpir en la conciencia, subiendo al escenario y formando parte del número, la obra, la escena que en cada momento se esté representando. Podríamos hablar de una «sociedad de la mente».

Según el científico cognitivo Douglas  Hofstadter9, la conciencia podría considerarse como los pliegues que surgen cuando diversos procesos psíquicos distribuidos de un sistema altamente complejo interaccionan y crean «arrugas» que llamamos elementos de la conciencia. Estos pliegues aparecen y desaparecen generando la corriente o flujo de la conciencia.

A Douglas le debemos la ley de Hofstadter, que podría haber incluido en el artículo sobre Productividad lenta10:

Hacer algo te va a llevar más tiempo de lo que piensas, incluso si tienes en cuenta la ley de Hofstadter.

Ley de Hofstadter
¿Somos extraños bucles? Referencia y autoreferencia

Pero volvamos al teatro de la sociedad y subamos un nivel en estas matrioskas conceptuales, pasemos otra vez a la sociedad como interacción de seres humanos y sucesos comunicativos conceptualizados como interpretaciones teatrales.

En el blog Homo Mínimus, hay elementos de ingeniería literaria propias del teatro clásico con detallados libretos creados en el escritorio y ensayados entre bambalinas; a la vez, hay mucho lugar para la improvisación, como cuando “ahí arriba” , o “antes” (¡el espacio-tiempo del texto!) irrumpió en la escena-texto Flames e hizo su contribución, interpretó su papel.

Los comentarios, conversaciones, suscripciones y des-suscripciones de los lectores forman parte de la actuación y contribuyen a su éxito o fracaso. Los amigos del blog tienen sus propias agendas que combinan con la de Homo Mínimus para producir la representación teatral que es este blog, una muy fragmentada y extendida en el tiempo, pero representación al fin y al cabo.

En la vida todo es actuación y es difícil distinguir el yo verdadero del personaje, el actor de su máscara; es revelador que  el origen etimológico de la palabra “persona” sea “máscara”:

La palabra persona viene del latín persona, o sea máscara usada por un personaje teatral. El latín lo tomó del etrusco, phersu y este del griego πρὀσωπον (prósopon = máscara). «Máscara» en griego está formada de προς (pros = delante) y ωπος (opos = cara), o sea «delante de la cara».

Etimología de persona.11

El poeta es un fingidor

Vista la persona como personaje o como máscara, el “yo real” queda  desdibujado, ese núcleo capital de uno mismo adquiere toques fantasmales, es como una sábana que arrastra sus cadenas y que cuando vas a tocarla se desvanece entre los dedos.

No me resisto a transcribir el poema de Benedetti Suburbia:

En el centro de mi vida                   
en el núcleo capital de mi vida           
hay una fuente luminosa                   
un surtidor que alza convicciones de colores
y es lindo contemplarlas y seguirlas       
en el centro de mi vida                   
en el núcleo capital de mi vida           
hay un dolor que palmo a palmo             
va ganando su tiempo                       
y es útil aprender su huella firme         
en el centro de mi vida                   
en el núcleo capital de mi vida           
la muerte queda lejos                     
la calma tiene olor a lluvia               
la lluvia tiene olor a tierra             
esto me lo contaron porque yo             
nunca estoy en el centro de mi vida.

Suburbia. Mario Benedetti.

Esto se lo contaron, porque Mario Benedetti, el poeta que adivinamos tras los versos, está demasiado ocupado escribiendo poemas y generando efectos sobre el lector como para distinguirse de la imagen que proyecta.

El yo es entonces un proceso más que una entidad, más que un resultado, más que un ser u origen del devenir. Puede que el alma de Homo Mínimus, el artista conocido como Homo Mínimus, no sea tan sólida como el alma del suelo y se confunda con su máscara o se convierta en su máscara. 

Algunas personas que me conocen bien, que conocen bien al artista, dicen que mi blog es una pose, que yo (el artista) no soy el que plasmo en el blog, que Homo Mínimus es como un ideal del yo o como una versión idealizada de mí o, peor,  un impostor. Quizá tengan razón, quizá la tengan a medias, quizá estén muy descaminados  y se equivoquen.

Es difícil distinguir entre la táctica y la estrategia.

Pero qué diablos , tú estabas leyendo este artículo para llevarte algo a la boca existencial. Te dejo aquí lo que sé que estás buscando: el secreto de la felicidad12.

Referencias

  1. Mentalidad experimental y sentido del ridículo. Artículo-anécdota en Homo Mínimus donde aparece el personaje de David Bolton. ↩︎
  2. (I just wanna be) Your Steve McQueen. Canción de Eytan Mirsky. Video en YouTube. ↩︎
  3. El Tao de Steve. Película. (2000) ↩︎
  4. Comentario de John Flames al Haiku del suelo (2013) ↩︎
  5. Flames comenta en el artículo Productividad lenta mientras estoy escribiendo este articulo ↩︎
  6. Comentario de John Flames al «Haiku del suelo». Blog Homo Mínimus. ↩︎
  7. La presentación del yo en la vida cotidiana. Erving Goffman (1959) ↩︎
  8. Cómo convertirte en el Stanley Kubrick de tu propia mente. Artículo en Homo Mínimus. ↩︎
  9. Douglas Hofstadter, científico cognitivo y filósofo. Wikipedia. ↩︎
  10. Productividad lenta. Artículo en Homo Mínimus. ↩︎
  11. Etimología de persona. Página web. ↩︎
  12. El secreto de la felicidad. Minicuento en podcast Homo Mínimus. ↩︎

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