Husos probabilísticos y decisiones transcendentales


En las decisiones pequeñas, sabemos que cualquier decisión que tomemos será suficientemente buena; si es mala, tendrá poca relevancia y nos recuperaremos rápido de ella, aprenderemos la lección y la siguiente vez elegiremos una mejor opción.

Por ejemplo, si este domingo elijo una película española, se que me abofetearán con su mal gusto, seré adoctrinado ideológicamente, escucharé a actores sin dicción y motivaré a directores diversos, inclusivos e igualitarios a que sigan realizándose profesionalmente produciendo malas películas. No solo eso, perderé el dinero de la entrada y el tiempo dedicado a verla, que podría haber empleado más provechosamente.

Pero si escarmiento de una vez, y si somos suficientes espectadores los que aprendemos de estas experiencias negativas, aprenderemos a ser más cuidadosos en la elección de películas, refinaremos nuestros gustos—originariamente ingenuos— y, poco a poco, descartaremos de la faz de nuestros impulsos cinematográficos las películas españolas con monjas embarazadas, argumentos progres de parvulario y empresarios con bigotito fascistoide, malos, muy malos.

No pasa nada, el error es el nombre que muchos dan a la experiencia personal. Equivocarse está permitido, aunque hay que procurar que esos errores sean cada vez distintos, o al menos mejores y más inteligentes. La próxima vez probaremos con el venerado realizador finés Aki Kaurismäki (es un poner).


Kaurismäki retorciéndose en la alfombra roja a su llegada al Palais des festivals para asistir a la proyección de El hombre sin pasado durante el 55º Festival de Cannes, el 22 de mayo de 2002

En principio, las pequeñas decisiones malas pueden acumularse y ser igual de letales en sus consecuencias que las decisiones erróneas transcendentales. Por ejemplo, tomar el teléfono móvil en un momento de aburrimiento en la cola de la cafetería está entre las decisiones irrelevantes en el corto plazo y las muy relevantes en el largo plazo. Sobre todo si eres un director de culto que gusta de enviar mensajes picantes a amigas o becarias traicioneras.

El director Carlos Vermut, en noviembre de 2022, en una entrevista promocional por ‘Manticora’.Juan Barbosa/ Europa Press via Getty Images

Los malos hábitos son decisiones tomadas cotidianamente que han dejado de parecer decisiones, son rutinas mentales y de comportamiento que ejecutamos por defecto, sin considerar sus implicaciones, sus costes y beneficios. Imagina que automática e irreflexivamente, y por contentar a tu mujer o novia, siempre vieras películas de Almodóvar, Fernando Trueba o Carlos Vermut (no, este no, que ha caído en desgracia [2]): las consecuencias sobre tu bienestar estético y progreso moral serían terribles.

Pero dejemos a un lado las hábitos-decisiones sobre los que ya hemos escrito y seguiremos escribiendo mucho.
Hoy nos vamos a centrar en las decisiones de calado, transcendentales, con consecuencias potenciales muy positivas o muy negativas, y sobre las que muchas veces agonizamos.

trascendental
Tb. transcendental.

De transcendente.

  1. adj. Que se comunica o extiende a otras cosas.
  2. adj. Que es de mucha importancia o gravedad, por sus probables consecuencias.
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Modelo de husos probabilísticos (divergencia)

Este es un modelo de la acción humana para un subconjunto importante de nuestras decisiones.
Imagina el sistema de husos horarios:
Estrecho por un extremo, el polo sur, de donde empiezan a divergir las franjas o hilos y aumentar la distancia entre ellos . Cada franja o línea es una decisión tomada y sus consecuencias se extienden a lo largo del tiempo. Esta es la manera en que se nos presentan muchas decisiones en la vida: un multitud de opciones, de hilos conductuales y existenciales posibles, cada uno con sus pros, con sus contras, y que según avance el tiempo irán difiriendo más en sus consecuencias positivas y negativas.



No son simples hilos o cadenas de acciones y resultados que podamos valorar y elegir el mejor, porque hay una complicación añadida: los resultados son solo conocidos en términos de probabilidad, es decir, hay incertidumbre sobre cómo acabará y dónde acabará cada hilo del huso de la decisión. Es como si cada hilo fuera uno de nuestros hijos y no supiéramos su destino. Es como si cada hilo fuera un caballo al que podemos apostar, y no sabemos quién ganará, cuándo ganará o cuánto ganará.


Nuestra capacidad de predecir los resultados de decisiones futuras es limitada; además, según pasa el tiempo, hay más incertidumbre; por lo tanto, ya de partida sufrimos una casi inevitable miopía existencial, existencial y además esencial, porque forma parte de la esencia de la condición humana.

Lo que tenemos claro, es que las consecuencias de seguir tal o cual huso probabilístico serán muy diferentes, y las decisiones no tomadas, los husos no seguidos, quemarán más adelante en nuestra conciencia, sobre todo en el momento en que el curso elegido no responda a nuestras expectativas iniciales, lo que inevitablemente terminará sucediendo; en ese momento, miraremos atrás, al polo sur de la decisión y maldeciremos nuestro nulo discernimiento o nuestra mala suerte o ambas cosas.

Este modelo de huso horario es aplicable a muchos dilemas o encrucijadas existenciales en nuestras vidas: elijo esta carrera o esta otra; me voy a vivir a la gran ciudad o sigo viviendo en un pequeño pueblo o capital de provincia; ingreso en un monasterio o me caso con la mujer de vida,; compro el iPhone 15 Pro o el iPhone 15 Pro Max, y dentro de cada categoría lo compro en titanio negro, titanio blanco, titanio azul o titanio natural.

El problema de mirar la parte ancha del huso

Habitualmente, miramos la parte ancha del sistema de husos, donde la diferencia en consecuencias es más grande. Esto produce vértigo y conduce a la postergación de la decisión y a una especie de tierra de nadie existencial donde temporalmente vives en el limbo, más bien purgatorio, esperando el fin de la condena y el paso al cielo de la mejor decisión tomada.

Alternativamente, también puede ser que la dificultad de soportar la tensión, la incertidumbre y la ambigüedad te lleve a tomar una decisión precipitada, con poca información y más movido por el deseo de dejar de sufrir que por el de mejorar la situación.
Cuando queremos dejar de estar en vilo, cuando queremos cerrar cognitiva y emocionalmente el asunto, es probable que perdamos el contacto con nuestros mejores deseos y con las posibilidades más a largo plazo, que no tendrán rédito inmediato.

En ambos casos, bien postergando por miedo a no acertar, bien precipitándonos hacia la decisión más estereotipada y con frutos a corto plazo, nos estaremos equivocando.

La segunda parte del huso probabilístico (convergencia)

Ninguna decisión tomada puede competir con los mejores resultados positivos de otras decisiones distintas. Es improbable que tomes la mejor decisión y en muchas puedes equivocarte con consecuencias desastrosas.
Pero puede que esta sensación de equivocación sea relativa a un horizonte temporal corto; dicho de otro modo, es posible que en horizontes temporales más extensos, no importe mucho una decisión errónea en un punto dado.
El modelo del huso probabilístico sostiene que hay una parte del espacio de resultados posibles donde la mayoría de las opciones tomadas termina convergiendo en resultados similares, en un norte del sistema de husos probabilísticos.


Una mala decisión en un momento dado se puede compensar con buenas decisiones en otro punto del hilo decisional probabilístico; es probable que a lo largo de cada hilo decisional se pueda remontar un mal resultado, o se pueda echar por tierra uno bueno inicial, de tal modo que los resultados finales no cambien mucho. Muchos de estos hilos decisionales convergen en un mismo punto o en una región de resultados similares.
En resumen, puede ser que para muchas situaciones de decisión con consecuencias aparentemente transcendentales, todos los caminos posibles terminen llevando a Roma.

Horizontes de la decisión

En un plazo de tiempo lo suficientemente largo la esperanza de vida de cualquier persona se reduce a cero.

El club de la lucha. Chuck Palahniuk

Tomando la perspectiva de la duración de toda una vida, podríamos decir que todos empezamos en un mismo lugar, el nacimiento (el polo sur de donde surgen todos los husos) y según sucesivas decisiones y la suerte, los resultados divergen, hay muchos futuros posibles.

Pero es evidente que en un plazo suficientemente largo la probabilidad de estar muertos se acerca peligrosamente a uno, con lo que todos acabamos en el mismo lugar.

No es necesario tomar una perspectiva tan amplia —de toda una vida—, en su lugar podemos decir que muchas decisiones sobre las que agonizamos puedan terminar convergiendo en un plazo moderado en un mismo lugar, porque o la suerte se equilibra, o a lo largo de un hilo decisional aprendemos a tomar mejores decisiones que nos llevan a un extremo del huso probabilístico donde convergen muchas de las decisiones malas, regulares y buenas tomadas en un inicio.

Es razonable pensar que esta convergencia tiene que ver con nuestros talentos, capacidades y motivaciones. El talento puede crecer o decrecer, pero tiene un techo; nuestras capacidades son más grandes o más pequeñas, pero limitadas; nuestras preferencias y temperamento y carácter suelen tender a ser estables y por eso determinan en el largo plazo donde llegamos.

Al mismo tiempo, hay una convergencia de tipo hedónico, que es independiente del tipo de resultado que obtengas. Es decir, los niveles de satisfacción percibida tanto positivos como negativos tienden a equlibrarse en el medio y largo plazo, por lo que tenemos una convergencia emocional o de valor percibido con independencia del resultado objetivo obtenido con nuestras decisiones.

La Adaptación Hedónica es muy sencilla de explicar, el chute de dopamina está muy bien, pero dura muy poco, o como diría mi abuelo, a todo te acostumbras, ya sea bueno o malo.
En un estudio de 1978 titulado «Lottery Winners and Accident Victims: Is Happiness Relative?» se expone que, tras un evento positivo o negativo, como puede ser ganar la lotería o sufrir una lesión incapacitante, tras el impacto inicial de felicidad o desgracia los niveles generales de satisfacción volvían al nivel medio tras un tiempo.

Pablo matilla, en el artículo invitado en este blog Aprende a necesitar menos: efecto Diderot y adaptación hedónica


El final de muchos caminos posibles

Dicho de otro modo, puede ser que la cabra de nuestra voluntad tire siempre al monte, sin importar que decida en la mañana decida darse un baño en el lago o un paseo por el pueblo. Al avanzar el día y llegar la tarde, toda cabra, cabrito o cabrón que se precie terminará pastando y retozando en el monte.

Siguiendo a Bruce Lee, podríamos decir “Sé agua, mi amigo” o bien podríamos decir, con Antonio Machado, “Nuestras vidas son los ríos/que van a dar a la mar/ gran cantar”. Puede que todos los afluentes terminen desembocando en un gran río y los grandes ríos en el mismo lago.

También puede ser que nos estemos internando en un laberinto de un frondoso jardín de altos setos que no nos deja ver donde conducen los senderos; algunos de estos parecen enrevesados y enseguida se pierden de vista; otros son más líneas rectas que permiten ver el camino durante un trecho.

También puede ser que el jardín en el que se aloja el laberinto no esté acabado, que esté en constante cambio, que incluso tras los callejones sin salida y los caminos más accidentados haya una legión de jardineros cósmicos construyendo insospechadas posibilidades.

The maze of Longleat House. Autor: Rurik

Puede incluso ocurrir que reconstruyamos el jardín en cada una de las decisiones que tomamos en esas encrucijadas, y con ello creemos nuevos senderos en el jardín. Puede que no haya camino, oh, caminante, y se haga el camino, el jardín y el laberinto al andar. Puede incluso que los finales sean distintos, sean muy parecidos o haya una sola salida del laberinto.

Puede ser que haya un multiverso de jardines existenciales cada uno con sus senderos que se bifurcan y sus nudos existenciales. Puede que nos haya tocado uno de tantos posibles y que no podamos elegir; puede que nos hayan dado unas cartas y unos jardines que hemos de jugar, y que lo importante sea seguir dando pasos y salvando encrucijadas sin agonizar sobre los resultados. Incluso, podría ser que en ciertas encrucijadas del laberinto podamos transmutar el laberinto y aterrizar en un jardín distinto.

Pero bueno, basta de elucubraciones, que me estoy metiendo ya en muchos jardines llenos de charcos.

La pregunta que hago es esta:

¿Cuál será tu siguiente paso?

No importa tanto cuál sea, basta con que sea eso… un paso.

Eso sí, asegúrate de que no estés al borde de un precipicio.


Referencias artículo

4 comentarios sobre “Husos probabilísticos y decisiones transcendentales

  1. Pues si todos los caminos llevan a Roma y toda cabra tira al monte sólo tenemos que vigilar que el siguiente paso no sea el del precipicio. Simple. Gracias HM

  2. Este artículo me ha hecho reflexionar. A menudo tiendo a arrepentirme de mi juventud, pienso que si hubiese estudiado otra cosa me hubiese ido mejor, otras compañías, otras decisiones podría haber vivido otras experiencias mucho más enriquecedoras, pero claro, no sabía lo que sé ahora…

    El hecho de que otras muchas decisiones podrían haberme conducido al mismo lugar dónde estoy me hace quedarme más tranquila con la decisión que tomé, aunque me haga sentirme insatisfecha.

    Por otro lado… estoy feliz con mi día a día y mi momento vital actual. Es curioso que uno puede sentirse feliz con lo que tiene ahora pero no con su pasado… quién me puede asegurar que habiendo acertado más con mis decisiones pasadas, para tener un pasado más interesante, me hubiese conducido a un buen futuro? Tampoco se puede asegurar…

    1. Creo que hay poca gente que no se arrepienta al menos un poco de las decisiones tomadas y que diga que si empezara de nuevo no lo haría de otra manera. Pero es que lo haría de otra manera porque ya ha vivido un huso probabilístico específico y siente que en otros husos le hubiera ido mejor. Pero no podemos saberlo. Es posible que algunos de nuestros hilos decisionales sean rematadamente malos y los errores claros. A mí me gusta pensar que con lo que sabía en cada momento y con mis capacidades del momento es lo que pude hacer. Solo queda aprender algo de la experiencia y si tienes que tomar decisiones muy similares aplicar lo aprendido.
      Puede que ser que arrepentirnos sea otra forma de decir que hemos aprendido algo sobre el mundo (qué caminos hay) y nosotros mismos (qué valoramos); siempre he desconfiado un poco de quien dice que haría exactamente lo mismo si empezara de nuevo, eso sería señal de que no ha aprendido mucho por el camino o de que ha tenido una suerte inmensa que le ha llevado donde quería y que ese querer era correcto desde un principio.
      En definitiva, no sentirse feliz con el pasado es una buena señal.

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