No estar limitado por lo más grande

Non coerceri a máximo, contineri tamen a minimo divinum est

Este es el lema, divisa o principio inspirador de este blog desde hace años. Nunca nadie me ha preguntado por él, supongo que porque está en la página inicial del blog y poca gente lo lee o porque la gente hoy no sabe latín y no considera que pueda sacarse partido de desempolvar latinajos.

No estar limitado por lo más grande, estar contenido en lo más pequeño, eso es divino.

Es una frase que escribió un jesuita anónimo en 1640 en Amberes como elogio conmemorativo de San Ignacio de Loyola para el primer centenario de la Compañía de Jesús. El poeta romántico alemán Hölderlin la incluye en el prefacio de su obra Hiperión, aunque más como una celebración del potencial del espíritu humano que como caracterización de lo divino.
De hecho, esta frase ha tenido muchas interpretaciones. Joseph Ratzinger, después Benedicto XVI, alude a esta máxima jesuítica en su Introducción al Cristianismo, escrita a los 40 años, y dice que “lo mínimo se vuelve máximo” si dejamos ingresar el amor divino en el mundo

El Papa Francisco, también jesuita, desarrolla esta máxima espiritual en la Exhortación Apostólica Gaudete et Exsultate del 19 de marzo de 2018:

El discernimiento no solo es necesario en momentos extraordinarios, o cuando hay que resolver problemas graves, o cuando hay que tomar una decisión crucial.
[…] Nos hace falta siempre, para estar dispuestos a reconocer los tiempos de Dios y de su gracia, para no desperdiciar las inspiraciones del Señor, para no dejar pasar su invitación a crecer.
Muchas veces esto se juega en lo pequeño, en lo que parece irrelevante, porque la magnanimidad se muestra en lo simple y cotidiano. Se trata de no tener límites para lo grande, para lo mejor y más bello, pero al mismo tiempo concentrados en lo pequeño, en la entrega de hoy.

Espacio y tiempo

Para ver el mundo en un grano de arena,

Y el Cielo en una flor silvestre,

Abarca el infinito en la palma de tu mano

Y la eternidad en una hora.

Aquél que se liga a una alegría

Hace esfumar el fluir de la vida;

Aquél que besa la joya cuando ésta cruza su camino

Vive en el amanecer de la eternidad.

William Blake

The Ancient of Days
William Blake

El actual Papa no es santo de mi devoción, bueno, digamos que no es ‘Papa’ de mi devoción —aunque no llego a identificarlo con el “representante del maligno en la Tierra”, como hace el presidente de Argentina, Javier Milei—.
Coincido con el Papa Francisco en la interpretación de la máxima jesuítica. Para mí es un un aviso o recordatorio o llamada de atención para no confundir lo grande geométrico con lo importante, o para no desestimar lo pequeño, efímero o aparentemente insignificante que se esconde en lo cotidiano.
Después de todo, una acumulación de cotidianos infinitesimales es lo que termina generando el área bajo la curva de nuestras vidas.

Asimismo, la dimensión temporal es importante: muchos vivimos en el día a día, sintiendo nuestras vidas como un acumulación de momentos inconexos, sin plan (y esto puede estar bien) y sin coherencia o dirección (y esto suele estar mal).
Vivir en el presente, la plena presencia, el día a día y el carpe diem, es el aroma de nuestros tiempos; la cuestión es si estamos abusando de esta orientación vital en detrimento de un principio o principios unificadores que otorguen unidad a nuestros fragmentarios pasos y que proporcionen perspectiva y sentido a nuestras vidas.
Una vida sin dirección es una vida coja, aunque, siendo los caminos del Señor inescrutables, debamos tolerar un cierto vagabundeo existencial que nos permita encontrar el mejor camino en cada momento; como dijo alguien, no siempre el que pasea sin rumbo fijo está perdido.

Necesitamos la visión final que coordine nuestros movimientos circulares transformándolos en verticales, hacia un fin más alto que los pequeños afanes o espasmódicas rutinas y hábitos. Necesitamos el futuro anhelado posible para orientar el actual presente.

Sin embargo, las visiones son borrosas y mejorables, han de serlo si queremos irlas perfilando poco a poco, actualizándolas a la luz de la experiencia y nuestra concepción de lo bueno posible, para así ir mejorando nuestras acciones en el día a día.

Necesitamos una visión lo “suficientemente” clara como para orientar nuestra vida, pero no tan clara, definida o acabada como para que amortaje nuestra acción en un camino rígido, inamovible y deje de responder a los acontecimientos y sorpresas del camino, o a nuestra creciente comprensión del mundo.
Lo divino (lo bueno, lo bello, lo cierto, lo mejor) es por definición inabarcable, no podemos reducirlo a una fórmula, a un principio, ni siquiera a una visión borrosa. Es por eso que no puede estar limitado por la mejor de nuestras visiones humanas.

El caminante sobre el mar de nubes. Caspar David Friedrich. 1818


Necesitamos una visión grande, con potencial de ser mejor y más grande, para llevarnos siempre más lejos, para ir más allá de lo actual y conectarnos con lo potencial y lo divino.

Un mapa del mundo que no incluya Utopía no es digno de consultarse, pues carece del único país en el que la humanidad siempre acaba desembarcando. Y cuando lo hace, otea el horizonte y al descubrir un país mejor, zarpa de nuevo.

Óscar Wilde

Conciliación de contrarios

Nos encontramos con opuestos que deben ser conciliados y entendidos lo suficientemente bien como para coordinarlos.
Queremos soñar castillos en el aire, pero queremos dar el siguiente paso sin caernos; queremos grandiosos castillos, pero necesitamos sólidos cimientos; queremos aspirar a grandes cosas, pero sin olvidar que todo lo grande tiene inicios pequeños; queremos admirar a Van Gogh y sus pinceladas, y saber que nada grande se hace por simple impulso del momento sino por una serie de pequeñas cosas que se juntan en un todo coherente.
También queremos no dejarnos desanimar por lo grandioso de lo posible, y lo limitado, imperfecto y frágil de nuestros esfuerzos y capacidades. Queremos aspirar a dar todos los días pasos perfectos con el convencimiento de que el resultado final será muy imperfecto, pero mejor de lo que hubiera sido si no hubiéramos sido atraídos por la idea borrosa de ese grande inalcanzable.

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2 comentarios sobre “No estar limitado por lo más grande

  1. Esta entrada es lo más inspirador que he leído en mucho tiempo aparte de una pequeña bofetada al ego y la soberbia. Tendemos a pensar y a actuar como si solo hacer algo grandioso tuviera algún valor, despreciando el resto de acciones, que descartamos por banales. Y sin embargo, son los miles de pequeños actos aparentemente insignificantes los que crean la inercia de una bola de nieve que termina marcando la diferencia.

    No quería dejar sin comentar esta entrada porque me ha parecido excelente, y desde que la publicaste he vuelto varias veces a ella para releerla.

    Gracias.

    1. Gracias por tu comentario. Yo suelo escribir estas cosas también para recordármelas; en el día a día, es fácil descorazonarse por los inevitables reveses y pequeñas frustraciones, pero todos cuentan, todos contribuyen a nuestra pequeña historia. Feliz Shabbat.

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