He tenido noticia recientemente de varias iniciativas de desconexión digital del trabajo en España y otros países europeos. Curiosamente, no en países asiáticos o en Estados Unidos, pero esa es otra historia.
La propuesta es que uno no debería estar sujeto a comunicaciones de trabajo fuera del tiempo oficial de trabajo, principalmente en fines de semana y noches, pero la iniciativa se extiende a cualquier momento en el que uno no esté presencialmente en la oficina. Quieren imponer por ley bajo sanciones y penas que un asalariado no pueda ser alcanzado digitalmente fuera del trabajo.
Me resulta curioso y sintomático de una sociedad de llorones, de perros de Paulov con indefensión aprendida y deseosos de amo, que se tenga que recabar el auxilio de la ley y el Estado para hacer una cosa que cualquiera puede hacer por sí mismo: apagar el móvil o el computador.
Si no quieres recibir mensajes, apaga tus trastos digitales. O al menos no los respondas. O comunica a tus compañeros y jefes que ellos pueden escribirte pero que no responderás en horas fuera de trabajo.
Se me dirá que el pobrecito trabajador no tiene opción y tendrá que hacer lo que le diga su jefe. Yo digo que sí tiene opción: irse del trabajo si su jefe o empresa no aceptan que no esté localizable o no responda hasta el día siguiente de trabajo. Al menos, puede negociarlo. Si no lo hace es porque para él no tiene tanto valor el ocio sin interrupciones y no disponible para las demandas laborales. Quiere ahorrarse la negociación y que sean otros los que impongan la ley a sus empleadores.
Lo mismo ocurre con la gente que dice no poder prescindir de su teléfono inteligente y su conexión wifi 24/7. Pueden hacerlo, es fácil desconectarse, terriblemente fácil: basta con no llevarse el teléfono cuando sales de casa o desactivar correo, redes sociales y demás. Los que no lo hacen es porque no valoran lo suficiente su tiempo sin estímulos digitales.
Vivimos en una sociedad de victimitas que no son capaces de tomar las riendas de sus vidas, que siempre esperan y exigen que sea el Estado y su coacción organizada los que le saquen sus castañas mentales del fuego digital.
De todos modos, aunque la iniciativa legal prosperara y consiguieran prohibir que un compañero o jefe se comunique con un trabajador, no creas que ese tiempo libre se va a dedicar a algo productivo vital o existencialmente, lo más probable es que lo dediquen a subir más fotos de comidas y a ver más videos de gatos, mientras sus hijos inatendidos e inatentos yacen delante de una pantalla viendo dibujos de Pepa Pig.
Aplaudo tu falta de escrúpulos al tocar el tema laboral, que es uno de los que mas ampollas levanta. Sin embargo esto es así porque, aunque hay mucho vago, el pan y la familia de mucha gente depende de ello y no todo el mundo puede permitirse jugarse sus ingresos cambiando de trabajo (ojo que no hablo de mí en plan victimita, que mi sector está bastante bien valorado hoy en día).
Sin embargo estoy de acuerdo con tu conclusión, la gente que suele necesitar que el gobierno le saque las castañas del fuego es la que no sabe llevar las riendas de su vida y malgasta esos «privilegios» (que deberían ser básicos) que obtiene.
En cierto modo me ha recordado a una entrevista que escuché hace poco (no sé si te molesta que se hable de otros blogs así que no diré nombres) en la que se hablaba de la libertad financiera y de que la mayoría de gente la desea para pasarse la vida en la playa tomando el sol, pero justamente la gente que la consigue es porque tiene una mentalidad activa y trabajadora que no le permite pasarse el día en la playa… creo que esto es un poco lo mismo.
Lo dicho, muy buen artículo HM! me gustan especialmente estos tan críticos con la mentalidad de oveja.
Gracias por el comentario, Sergio. Ciertamente si no tienes muchas opciones lo de dejar el trabajo es difícil, sobre todo en un país con casi el 20% de paro, pero esto no es más que una decisión extrema si se cierran otras vías. La opción de cambiar de trabajo es difícil: unos podrán, unos querrán, otros no. Pero cuando hablamos de desconexión digital de trabajadores habitualmente estamos hablando de mandos intermedios y hacia arriba en régimen de asalariado, gente que no es la más vulnerable ni la que menos opciones tiene.
Creo que hay alternativas negociadas a la imposición. Además, entiendo que haya gente que quiera trabajar en vacaciones y en fin de semana, ¿quién es el gobierno para prohibírselo? (Autorespuesta: obviamente, el gobierno es el gobierno y su trabajo es prohibir). En este tema me ocurre algo parecido a cuando se prohibió fumar en restaurantes y lugares públicos: a mí me beneficia personalmente la medida, pero estoy contra ella porque es una intromisión más en la vida de la gente.
Por supuesto que no me molesta que pongas enlaces y menciones a cualquier otro blog y bloguero. Sé que a muchos sí que les molesta, pero eso demuestra una mentalidad de escasez y una mezquindad que no puedo compartir ni comparto. Todo lo que escribo o casi todo lo que escribo en este blog lo he aprendido de otros, así que sería idiota dar a entender que todo lo importante empieza y acaba en Homo Mínimus.
Totalmente de acuerdo con lo de la playa y la libertad financiera. No creo que el tipo de persona que la alcanza lo haga para pasarse el resto de su vida tomando martinis o daiquiris en una playa del Caribe.
P.D. Ya he vulnerado mi autoimposición de no entrar en páginas web ni en el blog durante la jornada de trabajo. No te culpo, ha sido decisión mía responder a un comentario bien escrito y razonado y que está de acuerdo conmigo.
Una de las cosas más importantes para el ser humano son las metas (que aquí tanto han sido tratadas). El que alcanza la libertad financiera generalmente sigue trabajando para conseguir dinero. Comienza buscando la libertad financiera pero no sabe para qué, luego, el conseguir dinero termina siendo su objetivo vital. El «tipo de persona» que tanto parecen alabar, frente a las «victimitas» que piden por papá estado, no es más que un esclavo del poder que el dinero le genera. Sólo vive para conseguir dinero, hace cualquier cosa para llegar a su objetivo e inclusive suele ser pieza fundamental del enajenamiento de «las victimitas del estado».
Voy a parafrasear a una persona que a veces admiro: «Los ingenuos partidarios del libre mercado dicen que la gente es muy libre de no consumir o usar lo que no le produce satisfacción, que a pesar de las tentaciones somos seres libres con voluntad capaces de decir sí o decir no, y que cada individuo es el mejor juez de sus necesidades y deseos. Pero este argumento falla escandalosamente si imagino y constato que por cada instante de conciencia y por cada intento de dosificar mi exposición a las redes, hay decenas de miles de personas —algunas de las más inteligentes, ambiciosas y motivadas del planeta— en Silicon Valley y otros lugares trabajando catorce horas al día para subvertir mis fugaces intentos de autorregularme y perseguir mis mejores intereses.»
En fin, no creo que sea necesario un estado gigante como muchas veces suele suceder, pero sí de un estado que intervenga en las cuestiones claves. No digo que la desconexión digital sea una de ellas, no lo creo, pero sí lo es una educación acorde a los tiempos que estamos viviendo. Los efectos de la tecnología en nuestra vida diaria es algo que se pasa por arriba cuando hablamos de educar a un pueblo, y se lo hace en pos de favorecer a ese esclavo de sus deseos, a esa persona con «mentalidad activa y trabajadora que no le permite pasarse el día en la playa» porque siempre quiere conseguir más dinero.
No me gustó el tinte soberbio del artículo pero te sigo queriendo. Admiro tu inteligencia aunque no comparta lo que piensa el homominimus de hoy. Al de mañana quizás lo aprecie más, o no. Ya ha pasado y volverá a pasar.
PD: No me sumo al reto de desconexión digital porque ya lo he minimizado a su mínima expresión. Me gusta, creo que generará resultados positivos en las personas que se han sumado.
La frase está ligeramente incompleta: «Me resulta curioso y sintomático de una sociedad de llorones» y de aprovechados. En los países avanzados, los únicos 3-4 del mundo, esto ni se plantea porque para llorar antes te tienen que zurrar. Y ahí no zurran. En españa de tanto zurrar lo aceptas, por eso más que llorones somos unos tragamierdas y tenemos menos dignidad que un peo. Pero claro, qué dignidad vas a tener con el panorama que hay, ser capaz de comer y mantener a tu familia es la única dignidad posible.
En fin, los llorones no molan, los insensibles tampoco. Los trepas ya ni te cuento.
Irónico que durante la semana de desconexión digital publiques un artículo con ese título. Y muy provocador el publicarlo mientras tienes a unos cuantos seguidores que quizás no puedan contestarte porque están desconectados.