Cada vez tengo más claro que el camino hacia el cambio y el crecimiento personal está en afrontar y buscar verdades desagradables todos los días.
Es importante no engañar a los demás, pero es todavía más importante no engañarse a uno mismo. El engaño es fácil, promueve emociones positivas o evita las negativas, pero te desconecta de la realidad y necesita de un esfuerzo constante para mantenerlo.-
En el fondo del corazón, sabemos cómo son las cosas: que no somos perfectos, que tenemos sobrepeso, que no somos tan admirables ni virtuosos como creemos, que hacemos poco ejercicio, que nuestro trabajo deja mucho que desear, que a veces somos crueles o injustos, que estamos gastando demasiado…
Si quieres mantener la farsa tienes que justificar tus errores, desviar continuamente la mirada y sepultar los recuerdos. Los seres humanos somos especialistas en racionalizar nuestros errores, cambiar el foco y olvidar las verdades desagradables.
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Pondré un ejemplo personal casi insignificante pero revelador: antes, cuando sacaba dinero del cajero, tenía la opción de consultar el saldo. Bastaba con confirmar la orden: «¿Desea usted consultar el saldo de su cuenta?». Mi respuesta era invariablemente «No». No lo consultaba porque no quería enfrentarme a un saldo bajo o al hecho de haber estado malgastando mi dinero en compras impulsivas.
Anticipaba el dolor de ver el saldo cercano a cero y tener que pensármelo dos veces antes de concederme un nuevo capricho. Por eso, nada mejor que sacar el dinero sin preocuparme por el saldo y esperar que mis problemas financieros se resolvieran solos. Hacía lo que el proverbial avestruz enterrando la cabeza en la arena para no ver al leopardo acercándose.
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Te puedes imaginar que no es en los temas bancarios el único aspecto de mi vida donde practico la estrategia del avestruz. Piensa en la escena anterior como una rendija a través de la cual puedes contemplar la fea habitación de mi personalidad.
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Mi comportamiento puede parecer cobarde. Lo es. Pero no soy el único cobarde; si no, pregúntate si el uso de la tarjeta tiene algo que ver con que cuando pagas con tarjeta no tienes la misma sensación de estar gastando dinero que cuando lo haces con monedas y billetes. Esta es una de las razones de la popularidad de las tarjetas.
Si pensamos en las tarjetas de crédito, es todavía más evidente cómo evitamos el dolor inmediato: obtenemos el subidón de adrenalina de la compra en el momento y retrasamos el pago uno o varios meses. Satisfacción ahora, dolor más grande pero diferido. La receta para el desastre.

Una vez trabajé para una división comercial de un banco en sudamérica. Su responsable máximo definía a las tarjetas de crédito como cocaína en vena. La gente entra en un ciclo de exceso consumista y adicción a la tarjeta que es casi imposible de resistir.
Este es el negocio de las entidades financieras con los créditos de consumo: dar a las personas lo que quieren aquí y ahora, y desconectar la satisfacción del objeto adquirido del trabajo y sacrificios necesarios para comprarlo.
La publicidad y las facilidades de pago constituyen un test de la golosina para adultos: la mayoría de nosotros carecemos de la capacidad de control para sustraernos a la avalancha de tentaciones.
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Recientemente, han actualizado la aplicación de los cajeros automáticos, y cuando saco dinero no me queda más remedio que ver el saldo de mi cuenta corriente, ya no tengo que solicitarlo expresamente.
Podrías pensar que ahora me hago obligatoriamente consciente de mi situación financiera y que quizá con ello he corregido alguno de mis malos hábitos de gasto, aunque solo fuera para no tener que soportar la bajada del saldo en tiempo real.
Pues no. El yo que evita la conciencia de las verdades desagradables tiene muchos recursos.
¿Qué hice en las primeras semanas? Aprendí a no mirar a la zona de la pantalla donde aparece el saldo de la cuenta corriente. Ojos que no ven, corazón que no siente.

Solo en los últimos días, me he hecho consciente —desagradablemente consciente— de este comportamiento (¡la conciencia es el principio de la liberación!) y he rectificado. Ahora me obligo a mirar el saldo cada vez que retiro dinero y siempre pago con efectivo. Recibo una pequeña puñalada, me siento mal… pero obtengo la información: sé el dinero que tengo disponible y me lo pienso dos veces antes de hacer un nuevo gasto.
Cuando acepto la realidad tal y como es, cuando logro que el circuito de realimentación acción-resultados-conciencia-nueva acción… esté despejado y funcione, obtengo información para tomar mejores decisiones.
El precio es una sucesión de punzadas emocionales negativas durante el día, pero a cambio estoy más en contacto con la realidad y dejo de engañar a la persona en el mundo a la que es más fácil engañar: a mí mismo.
Estimado Mínimo, como sabes por mis escritos, en el pasado llegué a tener 8 créditos abiertos simultáneamente; comprenderás que sé de lo que hablas.
Como muy bien dices hasta que no dejé de engañarme a mi mismo no terminé el suplicio, claro que para eso tuve que acabar en el desastre total.
La frase que pones: Cada vez tengo más claro que el camino hacia el cambio y el crecimiento personal está en afrontar y buscar verdades desagradables todos los días.
Está bien, pero no es que la verdad sea desagradable, es que nos resulta desagradable todo lo que no sea alimentar nuestra persona más “infantiloide”.
Por supuesto como doy testimonio personal y de los que conozco bien, que el cambio y el crecimiento personal solo se consigue es afrontándose a uno mismo, en verdad y sin maquillajes que disfracen la realidad.
Como siempre, muy acertado e incisivo.
Muy cierto. Que la verdad es mucha, mala y fea es la pura verdad sobre la existencia del sufrimiento. La causa es nuestra ignorancia, porque como no sabemos lo que debemos hacer caemos en hábitos erróneos. Pero lo bueno es que existe la esperanza de mejorar. Es posible cambiar nuestros hábitos con el debido entrenamiento. Eso es lo que hicimos durante todo el año 2014 con el curso «Los tres hábitos que cambiarán tu vida». En un buen entrenamiento debemos cultivar la intención, la serenidad, la atención y el conocimiento, pasar a la acción y perseverar. De eso trata esta página y este grupo. Gracias Homo Mínimus por tus aportaciones.
Esto aplicado a muchos otros aspectos, sería una gran evolución para la especie humana. Pero hay aspectos en que la verdad pura y dura es desalentadora y nos llevaría a la inmovilidad: ¿para qué esforzarse en conseguir metas sabiendo de verdad lo lejos que estás todavía? Pero combinar sabiamente la verdad con la motivación, creo que es la receta.
Este post me ha recordado la película Revolver (2005), ‘el mayor enemigo se encuentra en el lugar menos pensado’
A mí me ha recordado a esta frase de Tagore:
«Si cierras la puerta a todos los errores, también la verdad se quedará fuera.»
Con el dinero definitivamente no tengo ese problema y eso de que con la tarjeta es como si gastaras menos es para mí una patraña que no entiendo muy bien. Pero claro, eso no lo entiendo, pero lo que explicas lo entiendo muy bien, porque todos tenemos nuestra particular realidad desagradable. Soy una persona que me gusta optimizar y mejorar, y para ello es requisito indispensable conocer lo que hay y de dónde partes, pero el cerebro, que ha sido optimizado mucho antes de yo llegar, a veces tiene otros planes. En estos casos, puede resultar difícil ver la realidad, porque se queda como en ese punto muerto de los espejos retrovisores y sólo si se ve reflejado mediante otras personas o circunstancias, podremos acceder a eso.
Así, que creo que bajo mi punto de vista, no sólo hace falta tener la voluntad de querer ver la realidad aunque duela, sino de tener contacto con muchas personas diferentes para que actuen de espejo y te reflejen eso que no puedes ver.