Esta mañana propuse al Genio, Rafael Sarmentero, reunirnos con un amigo mío, que quería conocerle, para charlar y tomar una infusión. Se excusó diciendo que había sido “demasiado condescendiente con el Shabbat el fin de semana y tenía una cierta acumulación”, lo que traducido a nuestra lengua significa que no estaba para eventos sociales después de un fin de semana socialmente agitado.
Esto me ha hecho pensar que los genios lo son no solo por su talento y su capacidad de decir NO (requisito imprescindible para priorizar, posteriorizar y nuncanizar), también por la habilidad de sintonizar con sus recursos en cada momento, su nivel de energía, su capacidad para determinadas actividades.

En el Tao de la productividad, el matemático Terence Tao nos mostraba cómo la capacidad de gestión de la energía es la clave del trabajo creativo. La forma que tenemos de detectar nuestro nivel y calidad de energía es a través de las emociones: ¿cómo me estoy sintiendo en este momento? ¿Tengo baja o alta energía? ¿Es una energía en calma o energía en tensión? Estas son las variables básicas: nivel de energía y calidad de esa energía.
Hay preguntas más de detalle: ¿mi energía es expansiva (y por lo tanto puedo tolerar/necesitar interacción con seres humanos) o es más introspectiva (y prefiero explorar mis ideas en soledad)? ¿Tengo un ánimo explorador y quiero/necesito novedades, o, por el contrario, prefiero explotar lo que ya sé y ya tengo, y construir a partir de ello?
Un experto no necesita hacerse explícitamente estas preguntas, se limita a percibir la longitud de onda en la que está emitiendo su cuerpo y espíritu, y usa esa información para decidir su próxima acción.
¿Estoy haciendo lo correcto?
Normalmente, empiezo a escribir un artículo siguiendo la técnica de la escritura libre usando el programa Write Or Die: doy el pistoletazo de salida y me lanzo a escribir sin interrupción quinientas, mil o dos mil palabras. Me da lo mismo el estado de ánimo de partida. No me permito parar y sigo y sigo hasta tener un texto con una longitud mínima estipulada previamente, un prototipo o versión 1.0 del artículo.
Hay mucho de frenesí en la escritura libre. Cuando después de media hora o una hora paro, estoy extenuado, a semejanza de un corredor de mil quinientos metros después del sprint final. Detrás queda un chorro de palabras de calidad variable.
Me pregunto si estoy haciendo lo correcto. ¿Cuál debería ser el nivel de activación y la calidad de mi energía cuando empiezo a escribir? ¿No estará la cuerda demasiado tensa? ¿O acaso demasiado floja? ¿Está afinado el violín para la ejecución de la pieza?

Cada tarea tiene un nivel óptimo de energía: si quieres conciliar el sueño, necesitas energía baja y en calma; si vas interpretar un papel en una obra de teatro o jugar un partido de fútbol, necesitarás alta energía y una cierta tensión; y si tienes que escribir código, generar ideas originales o elaborar un informe, la mejor energía será intensa pero en calma; por el contrario, si te apetece sentirte deprimido, lo mejor será que adoptes una combinación de baja energía y excitación ansiosa.
Adaptar el ritmo del espíritu al ritmo de las cosas
Hoy he querido empezar el artículo en un marco mental distinto, sin metas de palabras y sin aceleramientos. He decidido escribir tranquilamente, dejando que las ideas llegaran a mí sin forzar ni elevar la presión interior. He intentado generar un estado mental más relajado, menos efervescente de lo habitual. He asumido una actitud deliberadamente lenta, casi caribeña, ralentizando los movimientos de los dedos sobre el teclado y tolerando las pausas. Ha sido como afinar el instrumento Hombre antes de la ejecución de una pieza existencial.

Después de este precalentamiento espiritual, me he sentido más fluido y activo, pero a la vez sereno, y he entrado en algo parecido al estado de flujo: inmerso en la actividad, sin distinción entre el yo y el objeto de mi esfuerzo.
Pasados tres pomodoros, he dejado de escribir, no me he sentido extenuado, sino satisfecho, al igual que un solista que termina su actuación, apoya el violín sobre sus piernas, relaja el cuerpo, mira al público, recibe el aplauso, asiente con la cabeza y esboza una sonrisa.
De la misma forma que un ritual de escritor, un ritual de meditación practicado todas las mañanas o un desayuno en soledad pueden generar un clima mental y emocional propicio: sería como dar el tono para interpretar la pieza musical del día en las mejores condiciones posibles. El modo en que pases la primera hora determina la calidad de la energía durante el resto de la jornada.
Cuando haces Write or Die. ¿tienes un tema decidido previamente o te dejas llevar?
A veces empiezo sin saber sobre qué voy a escribir, y otras veces tengo una idea muy vaga que voy desarrollando sobre la marcha.
Me ha gustado 🙂
El domingo no fue socialmente agitado, sino paralizantemente terrenal; de ahí mi cargo de conciencia por no haber hecho nada remotamente productivo.
¡Abrazar!
Y yo me quedé sin conocerte. A la próxima aviso para que no se te retrase la faena.
Me gustan sobretodo las 4 preguntas de detalle: energía expansiva o introspectiva? energía exploradora o desarrolladora?. Investigaré un poco de «write or die».