Aprendizaje perezoso

He empezado a observar en mí, y ya hace tiempo había observado en los demás (ya sabéis que es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio), que una de las principales barreras del aprendizaje y del cambio personal suele estar en las creencias  que albergamos sobre lo que es aprender o cambiar.

  • Quizá por el legado de nuestros tiempos escolares no estamos acostumbrados a reflexionar sobre nuestros pensamientos y motivaciones.
  • Quizá por el legado de nuestros tiempos de escuela hemos aprendido a responder a la recompensa y el castigo en forma de elogios, buenas y malas notas y reprobaciones, como el burro al palo y la zanahoria, pero no a examinar nuestras metas.
  • Quizá por el legado de un sistema escolar formalista, muy estructurado y con una metodología definida y de talla única para todos, hemos siempre creído que hay una receta, programa, plan de aprendizaje o camino marcado común y eficaz para cualquier aprendiz.
  • Quizá por el legado de una educación y aprendizajes de talla única, no hemos tenido mucho tiempo de conocer nuestras inclinaciones, preferencias, formas de aprender, y hemos siempre pensado que aunque las metas las elijamos nosotros, el camino siempre es único y mejor conocido por otros.
  • Quizá porque en el colegio asociamos aprender con leer libros, pensamos que basta con leer los libros adecuados para aprender lo que necesitamos aprender.
  • Quizá por la forma de aprender en base a recetas y soluciones ya fijadas por otros tendemos a pensar que el conocimiento es como un libro de botánica donde todo está perfectamente clasificado y ordenado en compartimentos generalmente estancos.

Puede que como consecuencia de todo lo anterior la mayoría de nosotros hemos considerado y en parte seguimos considerando que el aprendizaje es como un vagón de tren.

Teoría del vagón de tren

Te subes al vagón y esperas que el método, el libro, el profesor, el gurú, el blog… te lleve a tu destino. Ves a un montón de pasajeros que suben en la misma estación profesional o cronológica en la que tú estás. En los letreros se anuncia el próximo tren al que tienes que subir. Necesitas un billete en el que habitualmente tienes ya un número con asiento y en el que te has de colocar. A veces compras tú el billete y a veces te lo dan gratis.

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Estación de canfrancs, trenes abandonados por thierry llansades en flickr: https://flic.kr/p/8qi1fA

Hasta los 16 años te obligan a subir al vagón de tren, quieras o no, con gente con la que solo tienes en común la edad o quizá el barrio en el que habitas y la clase social. Sabes que si el tren que tomas es el adecuado para la estación deseada llegarás a tu destino.  Hay un maquinista que sabe dónde va, los mecánicos han revisado el funcionamiento de la locomotora y los limpiadores, dependientes del vagón-bar y otro personal se aseguran de que tu viaje sea cómodo. También hay revisores que se aseguran de que los que tienen que estar están y que nadie se desmanda, y quizá  haya guardias de seguridad que mantienen el orden. Durante el trayecto solo puedes charlar, leer el periódico,  matar el tiempo de la mejor manera, socializarte con pasajeros tan aburridos como ansiosos por llegar al destino.

Para quien cree en el aprendizaje y el cambio como un vagón de tren no hay más aventura que la de ver rápidamente paisajes que pasan vertiginosamente ante sus narices y estaciones todas iguales que marcan el avance. De hecho, muchos de nosotros dormimos o sesteamos a lo largo de nuestra educación formal.

Hay otra posibilidad.

La teoría de la balsa

Te subes a la balsa  o la canoa porque quieres, te diviertes y seguramente porque has pagado por ella. El destino es hacia abajo del río o hacia arriba, o a la otra orilla del lago, o, si eres un habitante del pacífico, hacia otra isla. Siempre depende. Todo depende, pero tanto como el destino te importa el proceso por el que alcanzas el destino. Disfrutas de cada segundo de la experiencia, estás alerta, atento a las rocas y a las oportunidades. Probablemente vas con un grupo de amigos que disfrutan con lo mismo que tú y quizá con algún balsero más experimentado; hay gente de todas las edades; aprendes de ellos y ellos aprenden de ti.

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‘Whitewater Rafting’, por Klearchos Kapoutsis en flickr: https://flic.kr/p/nzqzi

Tu actitud hacia lo aprendido es condicional: «podría ser que…», «quizá sea así…», «¿qué pasaría sí…?», «¿Y si lo hacemos de esta otra manera?». Una vez eliges un destino, planeas un itinerario y empiezas a remar, pero durante el camino te desvías, y vuelves a retomar el rumbo miles de veces; a veces, encuentras mejores destinos gracias a lo aprendido y viras, y cambias de rumbo. Pero siempre lo aprendido y el camino dependen de ti.

En el aprendizaje como navegación, ya sea en aguas turbulentas o en un lago tranquilo en Suiza, tú eres el responsable de tu aprendizaje, eliges el destino o destinos, el camino, los medios y buscas los recursos. Estás constantemente alerta y te muestras flexible.

En el aprendizaje como navegación aprender y cambiar es una aventura movida por metas de aproximación formuladas por ti. No huyes de algo que no quieres ni persigues las zanahorias que otros te ponen.

Nunca he dejado que la escuela interfiera con mi educación

~ Mark Twain

10 comentarios sobre “Aprendizaje perezoso

  1. La fotografía de los trenes de Canfranc parece la sala de espera del médico de los jubilados

  2. Me gusta la metáfora de la balsa, se mueve, pero no por carriles, lo hace en un espacio más amplio y somos nosotros las que la dirigimos. Un abrazo.

    1. ¿Quién podría no preferir el aprendizaje como navegación? Rezuma libertad, experimentación, permite cambios de rumbo (o incluso de destino). Añadimos la dosis adecuada de responsabilidad y flexibilidad y tenemos como resultado una gran aventura: la de aprender y cambiar. Aprender a través del cambio. Entonces ¿por qué me incomoda este artículo? Lo leí ayer y reflexioné sobre el tema, que me parece interesantísimo y tus metáforas, un acierto, Homominimus. La opción de la balsa es incluso poética. Hoy lo he releido despacio y me he dado cuenta que hay algo que me engancha del tren y al tren. Sí. Sé que es una mala opción porque mi corazón y mi cabeza están en las canoas. Subir al tren y que me lleve a mi destino, si es el adecuado para ello y con un maquinista que sabe dónde va, es una idea que no me parece en absoluto desdeñable. Mucho menos poética pero infinitamente más cómoda. Me sobran limpiadores, mecánicos, dependientes y revisores, y me falta la idea del camino como destino.
      Creo que todo en la vida es una elección y al subirme a este blog, lo hago también con mis miedos, con mis frustraciones, con mi desesperanza y es ahí donde el tren se convierte en mi opción más bucólica, más agradable. Además yo ya he elegido destino y el maquinista adecuado. Es perfecta la elección. Y si soy sincera conmigo misma, he de reconocer que todo lo maravilloso del aprendizaje por navegación, que es muchísimo, lo elijo desde la utopía de una Amparo criada en libertad. Y si sólo estuviera yo, no cabría la nostalgia del tren y sus paisajes, y apuesto por la balsa sin ningún género de dudas. Ése es el camino, el mejor camino para mí. Pero a la balsa se sube mi yo libertario, idealista, apasionado por el juego, por las pruebas y por probar, por cambiar. Y se suben también conmigo todas las experiencias que han conformado y reforzado las limitaciones que hoy me acompañan y una balsa tan llena … Y desde el miedo al hundimiento se plantea mi debate interno a favor de algunos trenes. El de la foto me encanta, aunque no esté jubilada.
      Gracias, Homo Minimus. El gran debate del aprendizaje me apasiona en general y, en los términos de tu artículo me ha atrapado por completo. Me ha llevado a mirar dentro y eso no siempre me gusta.¡Viva el rafting!

  3. Hola Homomínimus. ¿Donde quieres que pongamos las propuestas de ejercicios que nos has pedido?

  4. Excelente, un post lleno de pasión, que transmite ideas claras.

    Me recuerda a la oposición entre mentalidad fija y mentalidad de crecimiento de la que habla Carol S. Dweck.

    Creo que comunicas la necesidad de tomar el control, de observar, de buscar, de retomar, de volver a mirar la brújula… rezuma consciencia.

    Se deja entrever que la toma de control, la consciencia ayuda a llegar a una vida más plena camino de la felicidad.

    Creo que va en la línea de esta experiencia en la que nos hemos embarcado, y que, poco a poco va dando sus frutos conscientes.

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