Ufff, sorprendido de la cantidad de emociones negativas. Ahí estan, no he hecho nada, ¿qué voy a hacer? Se dan, están. Me salgo del río para ver la corriente, contemplo y sigo.
–Inclusa
A mí me ha ocurrido en la práctica de observación del disgusto y la aversiones en esta semana lo contrario que a Inclusa: me he sorprendido por no tener tantas sensaciones de disgusto y aversiones hacia personas, cosas y actividades como creía. Quizá es que no esté siendo muy consciente de ellas, en especial de las más sutiles o de baja intensidad; también podría ser. Pero no creo, porque tiendo a ser crítico y dar mucha importancia a lo negativo.
Lo mejor de todo es que cuando las detectaba casi inmediatamente me venía a la mente la idea de que esa emoción no es «la última palabra» emocional o cognitiva sobre la persona, cosa o actividad. Me decía que es como una fotografía o instantánea emocional o valorativa en una situación concreta. Hoy es esta, mañana puede ser diferente.
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Es muy liberador imaginar las emociones de disgusto y aversión como nubes que no dejan ver el cielo azul o el sol. Aunque llueva y truene y el cielo esté gris y encapotado, sabes que el cielo azul está ahí todavía, más allá de las nubes, que las borrascas son «impermanentes» (en la jerga de la meditación budista) y por tanto las tormentas emocionales vienen y van.
La atención plena permite adoptar una posición mental de piloto que observa las nubes desde arriba y que es consciente de que el cielo azul y la claridad están por encima de las nubes.
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Una nota sobre las etiquetas
Hemos visto a lo largo del curso que el etiquetado de emociones, impulsos, pensamientos, etc., puede ser una forma útil de identificarlos y de «desactivar» parte del poder que tienen para engullir nuestra atención y desplazarla del foco que nos hayamos marcado.
Dicho esto, hay que evitar que el esfuerzo de etiquetado se convierta en una distracción más. Me explico: puede que empecemos a buscar la etiqueta correcta para un determinado estado mental y eso nos lleve a una rumia que ahonde en el pensamiento o emoción que estamos observando.
Creo que es mejor que la etiqueta sea genérica o abstracta y no preocuparnos excesivamente por encontrar la categoría perfecta para cada una de las cosas que sentimos. A veces bastaría con que la etiqueta fuera algo tan simple como: «impulso», «pensamiento», «negativo», «emoción», etc.
Hay una ventaja adicional: si no nos complicamos la vida clasificando lo que sentimos, especulando sobre sus causas o naturaleza, podemos tener un acceso más rico al mundo mental y observar, por así decirlo, con una mirada más limpia. Después de todo, muchos estados mentales son sutiles, tienen muchos matices y se resisten al etiquetado.
Me gusta eso de no esforzarte demasiado en encontrar la etiqueta correcta. Tienes razón en que muchas veces eso es más una manera de identificarse con la emoción que de reflejarla y dejarla ir.
Excelente comparativa de la atención plena con la posición mental de piloto.Me alivia saber que esta semana he estado mirando desde abajo y no desde arriba.Tendré una mejor perspectiva en adelante.