Un ramo de rosas para la más loca

Con las ideas me ocurre lo mismo que a un viejo caballero con sus amantes: cuanto más locas, más las amo.

–Lord Byron. 

La idea loca, al igual que la mujer con desafíos mentales, es el juego más peligroso. Requiere derrochar energía. Exige lealtad. Es un juego del todo o la nada.  De suma infinita positiva o  de suma infinita negativa. Es un juego serio.  Nos alienta. El espíritu se pone alas. Por jugar con la alocada nos quedamos sin suelo. Si sueldo. Sin asas. Sin alma. Punzamiento y embeleso.

red rose

¿De qué color son las rosas?

No pueden ser blancas. La pureza del amor por la mujer más loca nunca puede ser de color virginal, aséptico o sanitario.

Tampoco pueden ser rosas amarillas. En el amarillo de la amistad y la luz que todo lo deja ver falta el aliento de la mujer con la mente derramada. Falta también la sensación de precipicio que toda idea loca alumbra.

Y no sé si hay rosas negras, quizá en las tumbas o en los hastíos. O en las bodas de los góticos. O en la casa de la Familia Adams, donde el padre una vez desesperó por no ser capaz de fracasar tan a menudo como deseaba. Las rosas negras van junto a labios pintados de morado o de algo más oscuro. La rosa regalada nunca puede ser negra, porque a pesar de todo hay resplandor en la locura.

No, el tipo de rosas que merece la idea loca es la rosa roja, en solitario o en compañía de otras. Quizá en compañía de otras, porque la loca es multitud y el día en que quieras conducirla al patíbulo y hacer correr su sangre  los noticiarios hablarán de ejecución en masa.

A dónde te conduce la más loca

y entonces llega el día en que encuentras a la más loca de todas, y corres en busca de las rosas rojas, siempre con espinas, como el verdadero amor que es único y múltiple, y  sales de tus lugares comunes, de la molicie de la vida arrutinizada, y despegas como un vencejo que abandona el risco y te diriges a la idea palpitante, al corazón oscuro,  y te elevas como nunca antes, alentado por la brisa de la promesa y por el vendaval del deseo; y todos tus puntos cardinales se reconcilian en un solo polo norte magnético y te lanzas en picado, y tu espíritu se arroja abarrenado hacia lo nunca hecho

y la alocada de labios rojos te da a beber del cáliz de su boca jurando acabar para siempre con todos los hastíos, y te lanzas a lo desconocido y atisbas lo peormejor, pero ya no importa, porque el temor  ha mutado  en temblor y todas las naves se queman tras de ti, y sientes el silencio de lo que nunca más volverá y barruntas el pozo incierto de lo que está al llegar

y al final de todo, de la caída, después de la ascensión buscando el  fuego de las diosa, volver sobre tus pasos y remontar el curso del río, como el salmón que retorna a la montaña a morir en el arroyo en que nació, más viejo pero no más sabio, pero sí más pleno

y pasas el resto de tus días añorando a la loca más loca de labios tiernos que te inundó de gozo, que aceptó tu rosa roja de sangre, que te dejó para siempre o casi siempre con el alma en cabestrillo

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