Diversificar la identidad

Cuando te enseñan los rudimentos de las finanzas personales, te hablan de la necesidad de diversificar tus inversiones; o, dicho más llanamente,  de no poner todos los huevos en la misma cesta. Así, si alguna inversión sale mal, siempre podrás compensarlo con otras inversiones rentables.

Que tengas parte de tu patrimonio –y de tu orgullo– en otros activos financieros hace que puedas contemplar la posibilidad de una inversión arriesgada , y que ningún resultado desfavorable dé al traste con todas tus esperanzas.

¿Podríamos hacer algo similar con la identidad?

 

DID 1

 

La psicología y la sabiduría popular nos dicen que es importante saber quién eres, tener una identidad fuerte, y que tus valores y tu comportamiento sean una manifestación o despliegue armonioso de esa identidad. Se entiende generalmente que la identidad es única.

¿Y si tuviéramos alguna identidad de repuesto para que cuando las cosas vengan mal dadas, los fracasos hagan su aparición y nuestra autoestima sufra, tener una tabla de salvación? Así, por mal que hayan salido nuestros planes y por dañado que  sintamos  nuestro ego, los daños serán solo parciales y no afectarán a la totalidad de nuestro ser.

La idea de múltiples identidades no parece una idea minimalista

He de reconocer que esta idea de las múltiples identidades rechina un poco respecto a mi diseño de vida minimalista:  el uno siempre es más puro que el varios. La identidad única es  unívoca: una correspondencia de a uno a uno entre el ser y el comportamiento. Es más fácil de gestionar, y ofrece menos opciones. Las decisiones  y la evaluación de lo que hago se hace a través de un solo criterio: el criterio de mi única identidad.

Eso es simplicidad, reduce la deliberación y compromete al ser más profundamente con cualquier curso de acción deseado.

 Jugar con la identidad es algo adecuado durante la adolescencia. Este juego es un periodo de moratoria emocional que la sociedad nos concede cuando estamos madurando.  En  El patio de recreo del diablo vimos la institucionalización de la  transición de la adolescencia a la vida adulta y la  licencia para experimentar con posibilidades vitales antes de decidir el curso de vida y asentarse. El joven ha de decidir a qué carta o cartas vitales quedarse. Después ha de descartarse y jugar con las cartas elegidas el resto de la partida.

Una identidad es en cierto modo una estrategia; una estrategia vital que usamos para salir lo mejor parados posible. Es una herramienta. No un fin en sí mismo. Si te identificas con tu identidad única estás usando una sola herramienta en toda tu vida. La identidad única, monolítica, tiene el peligro de la rigidez y  de cerrar las opciones demasiado rápido, demasiado pronto.

Varias identidades

La alternativa a la identidad monolítica es el tener varias identidades, que podríamos llamar roles. Adoptamos un comportamiento situacional, más determinado por el lugar y el momento en el que nos encontramos que por la identidad o un conjunto de principios o valores personales.

Cada situación necesita distintas estrategias, y adaptamos nuestro comportamiento. Asumimos un rol distinto según las circunstancias. El rol de ciudadano, el rol de hijo, de profesional, de amigo, de padre, marido, etc. Esto puede suponer una cierta fragmentación y una sensación de alienación: el entorno parece mandar más que el ser.

En el extremo de este sistema de identidades múltiples tendríamos una personalidad en compartimentos estancos o con muy poca conexión, que en su versión patológica se asemejaría al trastorno de personalidad múltiple, donde varias personalidades, desconectadas entre sí  habitan en un mismo cuerpo y se alternan en el control de la acción.

Integración

Reconozcamos el valor instrumental de la identidad y su necesidad de adaptarla a las circunstancias, así como la opción de experimentar con la identidad como si fuera un traje que nos probamos para ver qué tal nos sienta. También la posibilidad de evolución y el carácter lúdico del teatrillo de la vida. También la diversidad interior y la necesidad de reconocer facetas ocultas o menos desarrolladas dentro de nosotros.

Reconozcamos  la importancia de los valores claros, la capacidad de inspirar confianza a los demás y la capacidad de hacerse promesas a uno mismo y cumplirlas. También la necesidad de comprometerse con un curso de acción y  con un proyecto de vida. Al final, el creador, el artista, necesita parar de barajar opciones y decidirse por la opción de diseño  que mejor pueda hacer real su visión.

Propongo la conciliación de la multiplicidad y la unidad en la diversidad. Reconocer las regiones más ocultas de la personalidad, experimentar con diversos yoes, pero manteniendo las conexiones. Propongo ir más allá de los roles prefabricados, obtener oro personal del plomo de las posibilidades reales.

Propongo  que la identidad sea una trampolín para el  ser.

14 comentarios sobre “Diversificar la identidad

  1. Aquí entraríamos en un debate parecido al de la santísima trinidad. Yo creo que precisamente el esfuerzo ha de ser el contrario, de reunificar todos los roles en uno solo que pueda funcionar en todos los lugares, porque si no en el fondo uno tiene un poco el síndrome del impostor, y llega un momento en que ya no sabe si es de una manera o de otra. Puede que haya ciertas adaptaciones a casos concretos ( por ejemplo en el trabajo con tu jefe has de ser un poco menos proactivo quizá) pero deberían ser cambios menores en una personalidad bien definida.
    Estoy de acuerdo en la necesidad de experimentar y evolucionar pero yo soy más partidario de hacerlo de manera sucesiva y no simultánea a ser posible.

    1. Piensa en las identidades o roles como mutaciones de una personalidad común. De esas mutaciones mediante selección artificial consciente podemos preservar los rasgos más útiles y universales y generar una nueva identidad más rica y adaptable.
      Necesitamos un coeficiente de variedad, quizá promovido conscientemente, para seguir avanzando y aumentar nuestro repertorio de respuestas.

  2. Es correcto el poder disponer de varias personalidades, pero lo impiden las leyes que te etiquetan desde que naces con nacionalidad nombres y apellidos y posteriormente DNI y SS. Sin contar con los nº de personal y demás…
    Eso en cuanto a identidades…
    Pero la personalidad que creo que es única, solo matizada por las circunstancias (aquello de yo soy yo y mis circunstancias).
    Hoy es posible gracias a las redes sociales el mantener una personalidad a medida del gusto de uno, da igual que hayas sido un fracaso en la real, puedes ser un combativo combatiente el la red…
    Solo que al paso del tiempo esa nueva personalidad pasa a solapar la anterior y te reinventas de nuevo, lástima que no se pueda hacer con el resto de la documentación.
    Yo hasta ahora vivo una feliz coyunda entre mis dos vidas que han acabado solapándose y ya respondo como Alberto Antonio ávalon 🙂
    Un saludo

    1. Tocas un tema interesante: el de la conexión entre la identidad en 3D y la identidad en la red. O las identidades en la red, porque pueden ser varias. Esto da para otro artículo.
      Me interesa en especial el cómo la asunción de una identidad (en cuanto forma de comportarse, valores, etc.) en un entorno como el virtual puede transferirse a otro entorno, como el real. Creo que esta transferencia o conexión es sana y es justo la que yo propugno para mantener una cierta integridad en la personalidad que concilie la diversidad con la unidad y la evolución o maduración.

  3. Qué interesante entrada y también el comentario de Avalon. Yo siento en mí tres identidades clarísimamente diferenciadas, aunque sin romper los lazos ninguna de ellas con las otras dos, más bien son un continuo, se parecen, se influencian, pero son distintas. Dos bajo el mismo nombre, el que me pusieron mis padres, otra bajo el que me pusieron desconocidos y que uso como comentarista. Las dos primeras funcionan a la vez en redes sociales y en la vida real, y su diferenciación no es dependiente del medio (físico o virtual) sino por el contexto y el interlocutor. Simplificando, podría decir que tengo un yo laboral que opera a nivel físico y virtual y tengo un yo personal que hace lo propio, a veces se parecen y a veces el uno no conoce al otro y hasta se llega a extrañar con sus tejemanejes. Pero el realmente difícil es el tercer yo, la tercera identidad. Al principio era solamente un nombre en una pantalla, pero a lo largo de los años ha conocido a tanta gente que ha conocido a las otras dos identidades a través de ese nombre y fuera de su entorno virtual natural que sus límites se han desdibujado y se han salido del teclado. Años de relaciones en carne y hueso con personas que me conocieron por este nombre también han influido en que las dos primeras identidades se cuelen, a veces queriendo, a veces sin querer, en terrenos que al principio eran del dominio exclusivo del tercer yo. ¿Es esto bueno? ¿Es malo? La verdad es que no lo sé. Me lo paso bien. Algún que otro disgusto también me he llevado, pero creo que es más lo positivo que lo negativo, y creo que para mí es más sano reconocer, aceptar y aprovechar a mi conveniencia múltiples identidades que negarlas e intentar fundirlas todas en una sola y antinatural. Porque,ésta es la clave para mí y no sé cómo expresarlo, creo que lo único, la completa unidad, la falta de bifurcaciones y opciones, es antinatural. Para mí. Es una idea que también choca con mi tendencia a buscar la simplicidad, pero ahí está el intríngulis. Quizá lo más simple sea reconocerme a mí misma la imposibilidad de la total simpleza en ciertos aspectos, y que mis esfuerzos vayan en la dirección correcta en vez de estrellarse contra mis muros internos.

  4. Siguiendo con la idea del teatrillo de la vida, yo creo que las identidades o roles son los personajes que interpretamos en los distuntos lugares y entornos. Pero el actor es sólo uno. Y cada actor tiene su manera única de interpretar su personaje (si es un buen actor), así que, interprete lo que interprete, siempre tendrá su toque personal. Cualquiera que haya hecho teatro sabe que interpretar un personaje es un acto de sinceridad, cada vez, no tiene nada que ver con la mentira ni con la falta de personalidad, sino con el conocimiento profundo de uno mismo. Entonces, desde este punto de vista, para cualquier actor, cuantos más personajes interprete, más tablas tiene y más facilidad para otros nuevos personajes. Nosotros, en el teatrillo de la vida, igual. Si interpretas con sinceridad, la abundancia de identidades es beneficiosa.

    Últimamente yo he estado experimentando con las identidades. Había una de ellas que estaba en posición débil y debía enfrentar grandes retos, así que, al salir de casa, decidía conscientemente salir con otra identidad más fuerte (puesta como el traje que mencionas) y desde esa identidad libraba las batallas de la que estaba débil. Y funcionó. Ahora están todas fuertes otra vez. Las identidades se pueden usar fuera de su contexto y se pueden echar una mano las unas a las otras.

    Y ahora, venga, tráeme la camisa de fuerza.

  5. Lo que aporta Anca también me parece una perspectiva muy interesante, aunque en mi caso no es eso. No soy la misma actriz interpretando tres papeles, sino tres, y cada una de mis tres interpreta papeles (muy mal, soy lo que los anglos llaman awkward) según el escenario, real o virtual, más confianza o menos confianza, tema más serio o más distendido. Se influyen como personas obligadas a convivir bajo el mismo techo, se observan, toman prestado lo que les gusta en ocasiones, a veces sin pretenderlo, se horrorizan en otras. Solamentedos hasta hace unos años, ahora tres. No sé si algún día habrá más. Y es curioso leer esto en el blog pocos días después de la entrada de las 100 reflexiones mini, cuando al poner las mías la primera que se me vino (y que no compartí) fue la de estar mirando a otra persona escribir sobre cosas que suceden también en mi cabeza.

    1. Lo tuyo se parece más a la personalidad múltiple. Lo de Anca es un modelo integrado de identidades, algo más parecido a los roles o máscaras que una misma persona adopta según las circunstancias.

      Hace algunos años estuve muy interesado por el tema. Supongo que entre la personalidad o identidad monolítica y la disociación completa hay un continuo muy amplio. El tema es sin duda fascinante. Si quieres explorar más el tema aquí hay un artículo interesante: http://betabeat.com/2013/03/me-and-you-and-everyone-we-know-the-many-many-many-faces-of-internet-multiples/

      Respecto al tema de internet y las identidades, hay una autora, Sherry Turkle, que en ‘Life on Screen’ trata el tema interrelacionando sociología de la red, psicología de la personalidad y tecnología. También es un libro altamente interesante.

  6. A mi no me cabe duda de que la noción identitaria central vigente hasta finales del siglo XX, esa que nos dice que somos ciudadanos de un estado-nación delimitado por fronteras geográficas y que gestiona a «comunidades» de millones de «compatriotas» con quienes compartimos el fortuito hecho de haber nacido en un territorio que por definición está bajo la jurisdicción de un estado particular, se está desmoronando. Y creo que desarrollar la habilidad de reinventarnos es crucial tanto para satisfacer el impulso a construir nuevas comunidades más acordes con nuestros verdaderos intereses, como para lidiar con la necesidad de seguir «actuando» en el rol estatista-nacional que nos ha sido asignada desde el día que nacimos, porque por más deteriorado que esté seguro no veremos el fin de total de la hegemonía del estado-nación mientras estemos vivos…

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