El eslabón perdido entre la intención y la acción

Pensar es fácil, hacer es difícil, y convertir  los pensamientos en acción es la cosa más difícil del mundo.

-Johann Wolfgang von Goethe

Una de los problemas más importantes de la organización personal- y yo diría que de la existencia humana-  es el abismo que  media entre la intención y la acción: sabemos lo que queremos, sabemos lo que hay que hacer para lograr lo que queremos, sabemos que tenemos  que hacerlo nosotros personalmente, pero… no lo hacemos.

¿Realmente sabemos lo que queremos?

Cuando no nos esforzamos por algo y abandonamos  solemos concluir que… no lo queríamos lo suficiente, que si realmente lo hubiéramos querido habríamos hecho tal o cual. Esto tiene un nombre en psicología: disonancia cognitiva (traducido: o actuamos como pensamos, o terminaremos pensando como actuamos). Si ni siquiera lo intentamos se llama entonces indefensión aprendida (traducido: simplemente no creo que nada de lo que haga tenga impacto sobre mi situación en el mundo).

Los gurús de la autoayuda aprovechan nuestra esencial capacidad humana para autodefraudarnos para vender su producto: el elixir de la eterna motivación y el “tú puedes”. Los Tony Robbins (Despierta el gigante interior, Poder sin límites), Stephen Covey (Los siete hábitos de la gente altamente efectiva), Deepak Chopra (Las 7 leyes espirituales del éxito), etc.  están para guiarnos  en este camino y ponernos en contacto con nuestro “verdadero yo”, para vivir “el poder del ahora”  y para conferirnos confianza en nuestras posibilidades. Si realmente descubres lo que quieres y si crees que puedes y tienes una actitud correcta entonces nada te puede parar y el nirvana está a la vuelta de la esquina.

Hay yonquis del pensamiento positivo, la PNL y la nueva era  que van de taller de crecimiento en taller de crecimiento  y de libro en libro en busca del santo grial de la motivación sin alcanzar nunca nada.  La gente se puede pasar una vida buscando su verdadero propósito, su yo más profundo, la X motivacional que resuelve todas sus ecuaciones: la pareja de su vida, el trabajo de su vida, la pasión de su vida, su misión; en definitiva, aquello que llene de sentido su existencia  y justifique de verdad sus esfuerzos. Algunos, tras muchas decepciones,  terminan tirando la toalla.

Queremos lo que queremos

Creo que todo es mucho más simple. Creo que la gente sabe lo que quiere, cualquiera de nosotros es capaz de detallar cinco sueños, grandes y pequeños,  sin tener que pensarlo mucho. Es sencillo: queremos lo que queremos, no se necesita un tremendo esfuerzo de búsqueda para saber qué valoramos más; pero o bien desistimos o bien ni siquiera lo intentamos.

Por otra parte, no necesitamos confianza, lo que necesitamos es competencia, y esta no se gana caminando sobre las brasas o repitiendo afirmaciones positivas como mantras, sino aprendiendo por el camino mientras realizamos acciones consecuentes con nuestras intenciones. Por lo tanto, necesitamos aptitud, no sólo buena actitud. Con la aptitud vendrá la buena disposición.

 Nuestro problema tampoco está en priorizar- sabemos lo que deberíamos hacer- sino en posterizar, en decir no.¡¡Lo difícil es  nuncanizar!!, dejar de hacer cosas que nos resultan apetecibles en el momento pero que sabemos que no nos acercan a nuestras metas. Esto supone sacrificar parte de la satisfacción presente en pos de algo futuro valioso, pero incierto. Supone el guiarnos por valores pensados que posiblemente no estemos sintiendo en el momento de acometer el esfuerzo.

Y esto sí que no es fácil. Ahí están de testigo nuestras resoluciones de principio de de año, programas de mantenimiento físico abandonados, colecciones de libros  durmiendo el sueño de los justos y  cursos de idiomas de los que no leímos  más que  los primeros fascículos. Cualquiera de nosotros puede relatar su retahíla de autodecepciones e incumplimientos sin tener que excavar mucho en la memoria.  El ánimo de los inicios es efímero y el entusiasmo se apaga cuando comienzan las dificultades. Todos somos muy valentones y decididos con lo que tenemos que hacer mañana, no tanto con lo que hay que hacer hoy.

Si preguntas a alguien con sobrepeso si quisiera estar delgado, te dirá que sí; y si le preguntas si sabe qué tiene que hacer para estar delgado, te dirá que sabe qué hacer o sabe qué hacer para buscar la información necesaria. Cualquiera te dice que para mantener una buena salud hay que dormir bien, comer adecuadamente, hacer ejercicio físico y tener relaciones sociales ricas  y significativas. Todos conocemos cuáles “deberían ser” las prioridades.

La verdadera dificultad estriba en esa alquimia interior, misteriosa y casi azarosa, que permite transmutar nuestras mejores intenciones en acciones consecuentes y consistentes entre ellas,  y actuar según lo planeado.

El eslabón perdido

¿Cuál es entonces el eslabón perdido entre la intención y la acción? Lo diré sin más; de hecho tú también dirías lo mismo: la capacidad de sacrificar algo en el presente por lograr algo en el futuro; en términos más generales: capacidad de autorregulación, sí… la vieja y clásica voluntad, esa que nadie tiene y todos anhelan.

Pero la voluntad es otra X que resuelve todas las ecuaciones pero  no explica nada, un concepto elusivo que cosificamos sin poder desentrañar: si la tienes, bien por ti. Si no la tienes, eres como todos, humano, y no mantienes el esfuerzo ni tus intenciones mucho tiempo. Tiene que haber algo más, tiene que haber algún medio o eslabón entre la intención y la acción.

Por ello debemos hacer operacional el concepto de voluntad, y lo redefiniremos como Gestión inteligente de los motivos. Esa gestión inteligente  se despliega en forma de  hábitos o virtudes, que son hábitos operativos buenos. Ahí reside, al menos en parte, la capacidad de autorregulación, la elusiva voluntad.

Pero yo añado algo más: como puente de oro entre la intención y la acción, usaremos especialmente  un cierto tipo de hábitos, hábitos que llamaremos rituales. Qué son exactamente y cómo se diseñan y construyen estos puentes entre la intención y la acción será el tema del próximo articulo:diseño de rituales.

Serie artículos sobre rituales:

Rituales Mayas
El eslabón perdido entre la intención y la acción
Naturaleza de los rituales 
Intenciones de implementación
Detalle de mis rituales a 28.9.11
Diseño de rituales
Diseño de rituales, un caso práctico
Ritualiza el descanso y recogimiento con el Sabbat

15 comentarios sobre “El eslabón perdido entre la intención y la acción

  1. Estoy bastante de acuerdo con el artículo, que expresa brillantemente un problema capital: Transformar las ideas en acciones, y de modo consistente. Quería aportar un ejemplo de mi propia experiencia. Cuando he querido llegar a alguna parte, y ha existido una enseñanza reglada, no he tenido excesivos problemas en mantener la disciplina, incluso años: Carrera universitaria, cinturón marrón de karate, enseñanza de idiomas pasando de un nivel a otro etc etc. El problema vino luego. Quieres progresar en la vida, aprender cosas y te das cuenta que no es la mejor idea siempre ir con muletas. El 90% de la gente hace cosas porque se lo exigen en su trabajo, porque lo necesita para aprobar su carrera, y por exigencias externas de todo tipo normalmente apoyadas en convenciones sociales [“estudiar X me dará un buen empleo”. “Un buen empleo me dará prestigio social”. “El trabajo es algo sagrado y el tiempo libre es para “descansar”…etc] Pero muy rara vez encuentras a alguien que ha decidido y planificado por si mismo sus proyectos.
    Os contaré un ejemplo si queréis algo trivial, pero para mi ilustrativo del camino que ya empezaba a intuir. Necesitaba adelgazar claramente por motivos de salud y estética. Ya lo había hecho hacía bastantes años, pero a costa de sufrir, pasar hambre… y me dije: “Voy a inventar un sistema diferente” Me hice una tabla donde anotaría cada semana el domingo por la mañana, el peso y el perímetro abdominal. El perímetro lo marcaría además en una estantería donde vería su evolución. Cada 8 semanas me tomaría fotos e irían a una carpeta. ¡Y nada más! Mi única obligación era tomar las medidas y ver la tabla cada domingo. Empezó a funcionar. Como un reloj. Algún mes no bajaba de peso, pero luego se restablecía la tendencia descendente. Prohibido castigarme con no comer esto o aquello…
    ¿Por qué pensé que funcionaría? Yo ya se qué comidas son sanas y cuales no y toda la teoría del mundo. La tabla era una referencia. El subconsciente se encargaría de enviarme algo menos de apetito. El sentido común me sugeriría como ir haciendo algo más de ejercicio. Ya iría sistematizando todo eso pero por lo pronto, solo quería la tabla. Bajé 14 kg en un año sin esfuerzo alguno. Ahora me doy cuenta que hace un año estaba ya intuyendo el poder de los rituales. Hice varias cosas bien, sin saberlo. He aquí algunas:

    • Di pasos de bebé. Cuanto más pequeño fuera cada paso, mejor.
    • Registré las cosas. Los números y las fechas, no son palabrería. Al registrar tienes información. El progreso crea un círculo virtuoso de mejores hábitos, que llevan a más progreso.
    • No saturé la memoria de corto plazo, dada la simpleza absoluta de mi plan. Los sistemas típicos que incluso sugieren pesar los alimentos y medir calorías, son impecables desde el punto de vista lógico, pero saturan la memoria de trabajo, producen estrés, ¡y finalmente comes más!
    • No era un método finalista (adelgazar tanto por mes, estar bien para el verano etc) sino centrado en el proceso, ¡y ni eso! lo cual resulta ligero para la mente por el motivo explicado en el punto anterior

    Posteriormente he aprendido mucho sobre los rituales [aprender implica hacer. Y ahora hago] gracias a amigos como Homo Minimus, al excelente libro: “The power of full engagement” de Loher y al blog Zen Habits de Leo Babauta. No cuento más y dejo así algunas ideas esbozadas, pues sin duda lo hará mucho mejor H. M. en su siguiente post.

    1. Estimad@ Atilox,

      Muchas gracias por compartir tu experiencia.
      Leerla ha sido un soplo de aire fresco para mí, una mirada nueva que me inspira a seguir. Después de haber probado (y continuar probando) casi de todo, voy a seguir tus ideas a ver que tal me funcionan.
      Si te apeteciese, por mí sería genial compartir otras ideas, propósitos actuales… (te pasaría mi mail para contactar).

      Y, por cierto, no menos importante, ¡enhorabuena por tu progreso! 🙂

  2. Genial artículo Homo….genial…plas plas plas…me revuelves tanto..que no sé ni por dónde empezar..jajaja.
    Me surgen un montón de pensamientos..te hablaré de los gurús que mencionas en primera persona,en concreto del coaching..y te diré por qué en un primer momento funcionan;simplemente porque te ayudan a fijar y conseguir objetivos,algo que no sabemos hacer la mayoría.Es su referente,su gancho,de hecho se consiguen,pero qué ocurre después..a qué aplico yo el coaching por ejemplo…tengo que hacerme las mismas cuestiones cada vez que quiera algo?..no gracias.Te reconozco que en su día me fue muy útil,pero actualmente no lo aplico a mi vida diaria y a veces cuestiono el por qué…ese anuncio de la vida perfecta con un pensamiento positivo acabó por hartarme porque te das cuenta de que sólo es eso…una frase.
    Y los talleres..madre mía.Cómo se puede comentar después de un taller de fin de semana que le cambia a uno la vida o que ve las cosas de otra forma????…que me lo expliquen por favor que yo no lo entiendo.
    Después de aquella experiencia me replantee muchas cosas.. ese no era el camino a seguir.
    Seguiré en otra ocasión comentándote algunas otras ideas sobre la voluntad y la aptitud.

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