Si Zuckerberg no fuera billonario y tú padecieras de un tierno corazón sangrante, quizá sentirías un poco de pena por el mal trago que ha pasado ante el senado americano. Echa un vistazo a esta comparecencia antes de continuar leyendo si es que no la has visto ya.
Los senadores convirtieron la comparecencia de Zuckerberg y otros responsables de las principales redes sociales en un escarnio público, una reprimenda publicitaria de carácter populista, un auto de fe; no fue un interrogatorio donde quisieran averiguar algo sobre el funcionamiento de Meta y su modelo de negocio.
El auto de fe era un acto público organizado por la Inquisición en el que los condenados por el tribunal abjuraban de sus pecados y mostraban su arrepentimiento —lo que hacía posible su reconciliación con la Iglesia católica—, para que sirviera de lección a todos los fieles que se habían congregado en la plaza pública o en la iglesia donde se celebraba (y a quienes se invitaba también a que proclamaran solemnemente su adhesión a la fe católica).
Fuente: Wikipedia

Pedir perdón porque te fuerzan es, además de una humillación, un gesto carente de valor. Hay una gran diferencia entre el arrepentimiento y el miedo a la represalia o el castigo, y entre el sentimiento de culpa (locus interno) y la simple vergüenza (locus externo). El carácter moral de la petición de perdón tiene que ver con el convencimiento interior, no con la coacción que ejerza un senador o las familias de niños y jóvenes acosados a través de las redes sociales, prostituidos o que se han suicidado.
Todos sabemos a lo que se dedican estas empresas digitales dueñas de redes sociales: a captar la atención de la gente para luego venderla a los publicistas o cualquier empresa que puede emplear esa información para ganar dinero. Obtienen información detallada y granular sobre el comportamiento de los individuos y colectivos y luego la venden al mejor postor. Su modelo de negocio está basado en la obtención y comercialización de la atención humana.
Los mecanismos de captación y mantenimiento de la atención facilitados por la tecnología digital conducen a los usuarios a algún punto del espectro adictivo. Que no lo llamemos adicción cuando hablamos de nosotros o nuestros hijos se explica porque estos comportamientos son habituales, y, como dice el dicho inglés, «Misery loves company»: cuanto estamos todos en una mala situación, esta situación se percibe menos mala e incluso no se percibe siquiera como mala.
Zuckerberg, como la mayoría de los millonarios y billonarios de las industrias digitales, no es idiota (aunque esté en algún lugar funcional del espectro autista) y sabe mantener a sus hijos fuera del alcance o abuso de las redes sociales, adicciones digitales y otros peligros. Sobre todo, sabe el efecto que tienen porque es el efecto que buscan: mantener pegados a los usuarios a las pantallas, sean estos niños, jóvenes o adultos.
Chamath Palihapitiya, un exejecutivo de Facebook, reconoció que sentía una «culpa tremenda» al haber ayudado a construir la red social. Además, admitió que a sus hijos “no se les permite usar esa mierda”.
Fuente: 20 minutos
¿Zuckerberg como cabeza de turco?
Mark repite que ellos se dedican a construir herramientas, las mejores que pueden, y por tanto da a entender que la responsabilidad sobre el mal uso de las redes sociales no es suya, de la misma manera que los accidentes de tráfico no son generalmente atribuibles a los fabricantes de coches.
En la comparecencia en el senado, Zuckerberg fue un cabeza de turco que los senadores cortaron despiadadamente y mostraron gozosamente a los padres de jóvenes suicidados o captados a través de su plataforma y luego abusados.
La cabeza de Zuckerberg es como la cabeza guillotinada del noble francés en la revolución francesa, que rueda por el suelo y es celebrada con alborozo por el populacho.

Cabeza de turco
Pero como he comentado muchas veces en mi serie de artículos sobre neoludismo, las aplicaciones digitales no son simples «herramientas», al menos no tan herramientas uniuso como un secador o un detornillador, o si lo son, son «herramientas con agenda propia«: buscan que las emplees lo más posible para maximizar el beneficio. Es difícil exonerar completamente de culpa a alguien que tan deliberadamente trabaja para mantenernos pegados a una pantalla.
En el mundo digital, se dice que el principal competidor de facebook no es Instagram o YouTube o cualquier otro producto de entretenimiento offline, sino las horas de sueño del usuario. Por tanto, es más correcto decir que los usuarios se convierten en las herramientas de las aplicaciones digitales y el teléfono inteligente, de la misma manera que los drogadictos son una herramienta para la riqueza de los narcotraficantes.
¿Es esto exagerado?
Sí, probablemente. Los seres humanos buscan influenciar a otros seres humanos para conseguir sus fines. La publicidad tradicional perseguía lo mismo que la actual, influir en los consumidores. La propaganda política igualmente. La simpatía de un vendedor y su sonrisa es el camino más corto hacia tarjeta de crédito del incauto.
Lo que cambia es el poder de influencia y la mayor o menor legitimidad de usar medios que conducen potencialmente a la adicción. Los medios digitales tienen un poder de influencia muy similar al de las drogas.
Sin embargo, no consideramos que sea lo mismo la influencia de un traficante de droga que la de un profesor en la escuela o que la de un ingeniero de la atención de Silicon Valley.
Consideramos que hay medios de persuasión más o menos legítimos en función del fin perseguido y los efectos sobre el persuadido: incitar a las drogas puede destruir la vida de las personas; adoctrinar/educar a los niños en la escuela va contra el interés legítimo de los padres en transmitir sus propios valores, quizá alejados de los del Estado o el burócrata de turno, pero no consideramos a los profesores de la enseñanza estatal al mismo nivel de los narcos (aunque deberíamos, dado el nivel de basura cultural con la que alimentan a nuestros hijos: no solo de venenos físicos muere el hombre…).
Las empresas digitales –a cambio de tu atención fragmentada, cada día más fugaz, y tus gustos extraídos de tu comportamiento digital (los likes y tu historial de navegación)– entregan un flujo de entretenimiento prácticamente ilimitado.
Aquí está el debate: ¿están las empresas digitales tipo Meta, TikTok, Instagram o Google más cerca de los narcotraficantes y los proxenetas, o más cerca de los fabricantes de pantallas digitales para escuelas o las compañías telefónicas o el creador o distribuidor de eventos artísticos?
¿Zuckerberg es nuestro chivo expiatorio?
El Levítico describe entre los diversos rituales y ceremonias del pueblo hebreo la figura del «chivo expiatorio», que en el Día de la Expiación o Yom Kippur, el día más sagrado del año judío, debe ser expulsado ritualmente de los rebaños de las tribus israelitas como parte de un ritual de limpieza.
En el Día de la Expiación, se envolvían los cuernos de una cabra con una tela roja, que representaba los pecados de la comunidad, y se la expulsaba al desierto.
Zuckerberg es un chivo expiatorio, un ritual o mecanismo social para expiar nuestras culpas. En este caso, el chivo asume parte de la culpa y desvía la atención hacia otros posibles culpables. De una manera un tanto mágica o supersticiosa, no es solo que el chivo purgue nuestros pecados como sociedad sino que además nos exonera de cualquier responsabilidad personal que podamos tener en el estado actual de cosas; en particular, lava la posible mala conciencia de los padres de los jóvenes suicidados o que fueron captados y abusados a través de facebook u otras redes sociales.

Es posible que estemos convirtiendo a la víctima propiciatoria en victimario, a Mark en la causa única de nuestros males sobre la que ha de recaer el castigo o la responsabilidad final del pecado. Después de todo, ¿podemos culpar a la compañía de teléfonos de que sus artefactos se usen para realizar amenazas de muerte o para llamar al camello y procurarse droga o para arreglar acuerdos ilícitos entre personas?
En el sector privado, toda empresa, todo ser humano, ofrece algo que alguien necesita y le persuade para lograr el intercambio; el vendedor ambulante, el músico callejero, el payaso del circo y el seductor necesitan captar tu atención, obtener algo de tu tiempo y darte algo que quieras comprar. En este sentido, las empresas digitales no hacen nada que no hagamos los demás, solo lo hacen en mayor escala, coste más bajo y con mejores resultados.
Para las familias, los daños colaterales del uso de las redes sociales son entre otros: la fragmentación de la atención, la reducción de los índices de lectura en cuanto el niño dispone del móvil, el aislamiento, el ciberacoso, las adiciones a los videojuegos, la explotación o intercambios ilícitos mediados a través de las redes sociales, los crecientes índices de depresión y ansiedad entre los niños y jóvenes y, en casos extremos, los suicidios precipitados por un uso abusivo o escapista de las redes sociales e internet.
Si no es Zuckerberg, ¿quién es el culpable?
El culpable eres tú.
El culpable eres tú, que compraste a tu hijo un teléfono inteligente cuando llegó a los 10 años, o, si fuiste conservador, a los 12 y, si fuiste un héroe, a los 14 o los 15.
Por primera vez en España la proporción de niños de 10 a 15 años que disponen de teléfono móvil ha superado los siete de cada 10, con subidas en los últimos 10 años en la mayor parte de las comunidades, especialmente desde la llegada de la pandemia de covid. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), ya con 12 años un 72,1% de niños y niñas cuentan con teléfono móvil. A los 13, tienen teléfono el 88,2% y a los 14 y 15 son ya el 94,1% y 94,8% respectivamente.
Fuente: elperiódico.com , 4 diciembre 2023

El culpable eres tú que pasas más tiempo con tu móvil que hablando con tus hijos.
El culpable eres tú, que cediste a la presión social de otras familias, otros padres y otros niños.
El culpable eres tú, que no tienes criterio más allá del del rebaño y del viento que más fuerte sopla.
El culpable eres tú que no lees o no haces caso a los agoreros que llevan años alertando sobre el peligro de las pantallas sobre el desarrollo cognitivo y emocional de los niños, por ejemplo alguno de estos:
Homo Mínimus (serie artículos Neoludismo)
Cal Newport (Por qué deberías dejar las redes sociales):
Catherine L’Ecuyer (Educar en la realidad),
Michel Desmurget (La fábrica de cretinos digitales). Aquí una entrevista con el autor.
El culpable eres tú que esperas que el Gobierno prohiba los móviles en la escuela cuando tú eres incapaz o te sientes impotente para hacerlo en tu propia casa.
El culpable eres tú, que has decidido delegar la educación de tus hijos en las escuelas.
El culpable eres tú, que dices que los libros son caros, pero en tu casa no faltan las suscripciones anuales a Netflix, Disney o plataformas similares.
El culpable eres tú, que delegas la formación del carácter de tus hijos en la cultura popular, el grupo de amigos y la publicidad e ideología transmitida por los medios de comunicación digitales y de masas.
El culpable eres tú, que presionas a tu colegio para que digitalice la educación e introduzca tabletas y pizarras digitales para que tus hijos no pierdan «el tren de la modernidad».
El culpable eres tú, que no dedicas dos noches de las 365 del año que dedicas a ver Netflix a informarte sobre el daño que hacen a tus hijos los teléfonos inteligentes.
El culpable eres tú, que eres menos inteligente que el teléfono que llevas contigo a todas partes.
El culpable eres tú, que patéticamente te engañas a ti mismo y compras teléfonos inteligentes a tus hijos para que «estén localizados y puedan llamarte en caso de emergencia».
El culpable eres tú, que hace meses que no juegas al parchis, al risk o al go (según tu nivel intelectual) con tu hijo.
El culpable eres tú, que te has tragado toda la infotontería que te venden las empresas tecnológicas.
El culpable eres tú que no sabes lo que es un algoritmo ni quieres saberlo.
El culpable eres tú, que dilapidas tu tiempo y tu vida mirando una pantalla.
El culpable eres tú, que idolatras la opinión de informáticos con gafas y camisetas de superhéroes.
El culpable eres tú, que dices «Esto es lo que hay» o «No se pueden poner puertas al campo» o «No quiero que mi hijo sea un analfabeto digital».
El culpable eres tú, que crees que las aplicaciones educativas o de búsqueda de información son la verdadera razón por la que tu hijo te exige un teléfono inteligente o un ordenador.
El culpable eres tú, que ya has aceptado que tus hijos estén presentes físicamente pero ausentes en espíritu.
El culpable eres tú, que no te das cuenta de que el ciberacoso, la pornografía, los problemas mentales, no son los mayores riesgos a los que se enfrentan tus hijos. Estos son riesgos probables, pero existen riesgos casi ciertos sobre las mentes de tus hijos que no podrás evitar.
El culpable eres tú, que te crees a Pau Donés, y dices que todo depende, que, según como se mire, todo depende.
El culpable eres tú, que crees en el uso responsable y en el acompañamiento de tus hijos en el mundo digital. ¿Crees también en el uso responsable de las drogas y el acompañamiento del camello en el viaje del drogadicto?
El culpable eres tú, que has dejado al diablo entrar en tu casa.
El culpable eres tú, que crees que arder en el infierno es menos doloroso si estás acompañado por otros.
Conclusión
En definitiva, puede que Zuckerberg sea un cabeza de turco que paga por los pecados personales y sociales de todos nosotros.
Un chivo expiatorio también se conoce como cabeza de turco. El origen de esta expresión se halla en las Cruzadas. La animadversión existente de las fuerzas cristianas hacia los turcos hacía que fuese muy valorado el lograr matar a uno de ellos. Si se conseguía matar a uno, se le cortaba la cabeza para ser puesta en cualquier palo, fierro o cosa alargada, a modo de trofeo. Así, se les achacaban todos los males acaecidos a los cristianos, no solo en el campo de batalla, sino también aquellos ajenos a su voluntad.
Wikipedia







Interesante. Todo esto se veía venir. Mi hijo no tuvo móvil hasta los 16. Ahora me lo agradece y él mismo al año se dió cuenta que perdía el tiempo y limitó su uso.
Soy profesora y el panorama es desolador. La mayoría de chicos tienen una comprensión lectora muy baja, vocabulario pobre, no saben redactar. Eso sí, todos con móviles y Netflix. En fin…
Entonces tú estás por encima de los padres-héroes que entregaron un móvil a su hijo a los 15. A los 16, ya se habrá evitado un gran daño en la fase más importante del desarrollo del cerebro.
Un auténtico genio el pelirrojo que ha sabido hacerse multimillonario explotando la vanidad, el cotilleo, las envidias y las más bajas pasiones de los humanos
Aún así, como bien dices, la culpa es nuestra; aunque a buen seguro no toda
La cuestión no es tanto saber dónde está la culpa como cuál es nuestra parte de culpa y si podemos hacer algo por evitar el problema en nosotros y nuestra familia.
El combatir esta adicción, tuya propia, de los hijos, de tu pareja… es una lucha constante contra todos los estímulos y opiniones, contra amigos, padres, profes, sociedad, políticos, todas las nuevas generaciones, un nadar contracorriente, batallas sin cuartel, volver a levantarse de nuevo tras sucumbir. Y en eso estamos. El opio o la cocaína se vendían inicialmente en farmacias, y tras miles de vidas destrozadas, fueron prohibiendola, aunque no quedó erradicada. No cuento con que regulen o prohíban está forma de ganar dinero a costa de los demás, pero sería de gran ayuda
Sería de gran ayuda, pero de poco serviría si cuando los chicos salen de clase siguen con el mismo habito. No creo que lleguen al extremo de prohibirlo en las casas particulares. Aunque bueno, tampoco creía que el Gobierno pudiera encerrarnos durante meses en nuestras casas sin reaccion popular. Tenemos muchas tragaderas, la mayoría de nosotros somos tragacionistas.
Gracias por el artículo.
Justo esta mañana he leído esta noticia: https://www.lavanguardia.com/andro4all/redes-sociales/demandan-a-google-meta-snap-y-tiktok-por-danar-la-salud-mental-de-los-ninos
Hace unos meses leí el libro de Johann Hari, Stolen Focus. Seguro que tú también lo conoces.
Parece que puede pasar como ocurrió en su día con el tabaco y empiecen las demandas.
Pero me pregunto quién va a demandar a los padres por su negligencia.
Sí, leí el libro de Johann Hari, es una recopilación de muchas investigaciones y ya lugares comunes. En la última parte del libro empieza a hablar de política y de tecnológicas y de acción social (política de arriba abajo).
En esta parte diferimos bastante porque para mí , como habrás deducido del artículo, la responsabilidad principal está en los padres y en cada uno de nosotros como personas individuales. Creo que se debería empezar a culpar a los padres, pero claro, esto es más difícil de vender al electorado.
En todo caso, y sin negar la multicausalidad del problema, yo aplicaría (me aplicaría) la frase proverbial española «Que cada palo aguante su vela».
https://www.elmundo.es/como/2023/09/25/65116429fc6c83c2218b45a7.html
Me siento como el idiota del dibujo mientras contesto con mi smartphone y por email a alguien a quien sigo gracias a las redes sociales. Me siento más idiota aun cuando me doy cuenta que si quiero puedo dejar el comentario en facebook y así seguir siendo alimentando al monstruo. Aun más idiota si pienso que en lugar de estar leyendo blogs digitales delante de una pantalla podría estar en conferencias reales o hablando con mi hijo. Cuanta contradicción. Homo minimus me has dejado KO (otra vez). Gracias
Gracias por pasarte por aquí.
[¿eres escritora?]
No soy escritora (lo preguntas por si soy la.que escribe novela romántica?)
Si alguna vez he hecho egosurfing me la he encontrado ocupando las primeras 200.entradas…mejor.
Encantada de aeguir paseando por.aqui…por.muy idiota que me.sienta
Gracias