Seguro que has experimentado alguna vez esta incómoda situación: estás en una reunión de trabajo o quizá en una reunión con amigos o en una discusión y alguien te da un argumento impactante, sorpresivo que no sabes cómo rebatir inmediatamente. Te quedas callado, con un poco de cara de tonto, aunque sabes que tiene que haber una respuesta. Pero no alcanzas a dar con ella. Acaba la reunión, estás conduciendo o andando por la calle, sigues rumiando el suceso, un poco fastidiado por tu falta de reacción.
Finalmente, dejas de pensar en ello y tu atención pasa al tráfico o a los escaparates de una tienda o cualquier otro asunto. De repente, te acomete la respuesta, las palabras perfectas aparecen en tu mente, la réplica que desmonta el argumento de tu adversario; incluso, te dices la respuesta en alto, como si tuvieras público. Y piensas: “¡Esto es lo que tenía que haber dicho”, sonríes satisfecho… pero demasiado tarde, claro, ya no está la persona a la que contestar ni audiencia ante la que brillar.

Esta experiencia tiene un nombre en francés: L’esprit de l’escalier, literalmente “El espíritu de la escalera”. Hace referencia a la embarazosa o incómoda circunstancia de pensar la réplica perfecta demasiado tarde y suele venir acompañada de un sentimiento de pesar o arrepentimiento.
El nombre de este fenómeno procede de una descripción del enciclopedista y filósofo Denis Diderot de una situación en Paradoxe sur le comédien. Durante una cena en casa del hombre de estado Jacques Necker, se hizo un comentario a Diderot que le dejó sin habla, porque, explica, “un hombre sensible, tal como yo, abrumado por el argumento esgrimido contra él, se siente confundido y solo puede pensar claramente cuando baja hasta el final de las escaleras”.
En este caso, “el final de las escaleras” se refiere a la arquitectura de la clase de mansión a la que Diderot había sido invitado. En ese tipo de casas, las habitaciones para recepciones están en la planta noble, una planta por encima de la planta baja. Llegar al final de las escaleras significa haber abandonado definitivamente la reunión.
En español, podríamos traducirlo por “Ingenio de escalera” u “Ocurrencia de escalera”, como prefiero decir, para reflejar que esta ocurrencia es una del Yo Ocurrente o nuestra Inteligencia Generadora, la parte de nuestra mente que actúa en la sombra, como una suerte de Mr. Hyde de cuyos movimientos nunca podemos estar seguros ni conocer con certeza.
Experiencias ajá y ocurrencias de escalera
Hace algo más de un año, en Juego sucio en la fontana, propuse un experimento mental en forma de acertijo.
[…] Te propongo un experimento mental que será muy revelador: toma nota del acertijo y llévalo contigo durante los próximos días. Dedica a intentar resolverlo al menos cinco minutos todos los días.
Sirvió como ejercicio de perseverancia, porque te pedía que pensaras un poco todos los días durante una semana. Si finalmente lo resolvías, era también un vívido ejemplo de lo que es una Experiencia Ajá, o ¡Eureka!
Cualquiera que lo intentó se dio cuenta de que la respuesta no era ni mucho menos obvia. No era extraordinariamente complicada, pero tampoco obvia. Podías pensar en ella unos minutos, no dar con la respuesta y olvidarte; o bien, obcecarte y seguir un rato más. Probablemente no darías con la respuesta en un primer intento ni un segundo. Al día siguiente, volverías a intentarlo unos minutos y puede que al final desistieras o siguieras así varios días.

Si dabas con la solución lo hacías no cuando estabas pensando intensamente en el acertijo, haciendo un análisis lógico o considerando posibilidades explícitamente, sino cuando estabas sin hacer nada en particular, paseando, duchándote o alguna otra actividad rutinaria que no demandaba muchos recursos mentales. De repente, sin saber por qué ni de dónde, te acometía la respuesta, veías que las piezas encajaban y sabías con certeza que habías resuelto el acertijo.
Modo de pensamiento difuso
Tras estas revelaciones, eurekas o experiencias ajá subyace el mismo proceso inconsciente que tras el espíritu de la escalera: un modo de pensamiento difuso no conscientemente dirigido que opera bajo la superficie de la conciencia cuando estamos ocupados en otros asuntos y que emerge inesperadamente en momentos de calma mental, en un estado de contemplación en el que no estamos pensando en nada en particular.
Bertrand Russell, el filósofo inglés, hace referencia a este proceso en su libro La conquista de la felicidad:
Yo he notado, por ejemplo, que si he de escribir sobre un asunto difícil, no hay mejor plan que pensar en ello intensamente —con la mayor intensidad de que soy capaz— durante algunas horas diarias, y luego dar órdenes, por decirlo así, de que el trabajo continúe subrepticiamente. Después de algunos meses vuelvo a mi asunto y encuentro que el trabajo está hecho. Antes de descubrir esta técnica solía perder los meses intermedios preocupándome porque no hacía progreso alguno. No encontraba por ello con más prontitud la solución y perdía meses que ahora puedo dedicar a otras cosas.
No sorprendentemente, este mismo filósofo escribió una colección de ensayos bajo el título Elogio de la ociosidad.

Estas observaciones y otras que haremos próximamente sobre distintos modos mentales aconsejan rehabilitar la función del descanso, la calma y el paso del modo intencional al difuso o contemplativo.
En estos tiempos frenéticos, donde adoramos al becerro de oro de la rapidez, la productividad, y la acción dirigida por metas conscientes es importante rescatar manifiestos como el del Descanso deliberado de Alex Soojung-Kim Pang. Porque a veces pensar y hacer menos es pensar y hacer mejor.
Es un estado complejo este que explicas aqui, incluso me da la sensación que se contradice un poco con otras de tus entradas (Ritualiza el descanso y el recogimiento con el Sabbat). Acaso debemos interrrumpir nuestros descansos con estas ideas «eureka» que nos vienen de pronto al pensamiento? o hablamos de un «descanso controlado» para la creatividad?
El sabbat es un capítulo aparte. Todavía estoy experimentando con él, pero según lo veo debería estar desconectado de cualquier intención o trabajo mundano, incluyendo los descansos creativos.
Los rabinos llegan a decir que si durante el sabbat se te ocurre una idea para mejorar el trabajo o perfeccionar algún sistema, aunque no hagas nada ni tomes nota de ella, debes evitar actuar en base a ella cuando vuelvas a tu vida cotidiana.
No creo que vaya a llegar a este estado de pureza, pero sí que creo que el sabbat no debería tener intención utilitaria, aunque probablemente sea muy «útil» como forma de organizarse y construir un palacio de tiempo.
En este artículo hablo más de un «descanso controlado» para la creatividad, algo más cercano al manifiesto de Alex Kim-soojung Pang sobre el descanso deliberado.
El Sabbat… no solo es el día de descanso, es el día de comunicación especial con tus guías espirituales. En el libro (que te regale en 2010) La Respuesta del Ángel, se puede observar que los ángeles se comunican y instruyen a sus pequeños servidores, casi siempre en viernes.
Shalom Sabbat.
Con este canto se saluda en Sabbat a los ángeles. 🙂