El ejercicio de esta semana es mucho más completo que los de las semanas anteriores. Es el primer ejercicio de meditación cuasi-formal que te propongo. Y para él puedes aprovechar una situación cotidiana. Si no tienes coche, no importa: puedes adaptarlo a tus desplazamientos en transporte colectivo o andando.
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Vacía tu mente de todo lo que no sea la acción de conducir. Cuando conversas, conversas. Cuando comes, comes. Cuando conduces, conduces. Está por tanto desaconsejada la radio y la música; y por supuesto el hablar por el móvil. Un alto porcentaje de accidentes son consecuencia de distracciones producidas por ellos.
Tampoco comas, toques a tu acompañante o discutas. No intentes optimizar el tiempo de desplazamiento con audiolibros, cursos de idiomas o cualquier otro medio de exprimir el tiempo de conducción. Cuando conduces, conduces.
● Sonríe, respira y ve despacio. El ritual comienza sentándote calmadamente, abrochándote el cinturón, comprobando los retrovisores y encendiendo el motor. Absolutamente centrado en lo que haces. Metes primera y comienza tu meditación diaria al volante. El foco de tu atención es la carretera y las condiciones del tráfico.
● Sé grácil. Las manos en la posición de las dos menos diez. Siente la textura y temperatura del volante. Introduce las marchas como si interpretaras una pieza musical exquisita. Suavidad y alerta en calma. Atención al tráfico mental interno y al tráfico motorizado externo.
● Sé amable. Como regla general, siempre conduces por el carril derecho, no efectúas adelantamientos, mantienes una respetuosa distancia de seguridad, anticipas los movimientos de tus compañeros conductores, respetas escrupulosamente los pasos de cebra, los semáforos y los límites de velocidad. Estás preparado para cualquier cosa. Plena presencia.
● Sé compasivo. Si algún conductor menos evolucionado te pita, se cruza, se exaspera, se queja de tu parsimonia al retomar la marcha tras un semáforo, sonríes y rezas un microsegundo por su alma. El conductor exasperado es también un ser vivo. Aprovecha para ejercitar la compasión. Sé como el sándalo, que perfuma el hacha que le corta. Lo importante es el camino, no la posada.
Conducir es un proceso, no un destino. Confúndete con el acto de conducir: destino, camino, conductor, coche, todo forma parte de un mismo proceso. Sumérgete.
Cuando llegues al lugar de destino busca con tranquilidad y desapego un lugar para aparcar, relájate, no mires el reloj, controla la ansiedad, acepta la demora en aparcar. Deslízate con tu automóvil como un anciano chamán remando con una canoa en un río de asfalto.
Aparca. Apaga el motor. Desabróchate el cinturón. Haz tres respiraciones profundas. Estás calmado, relajado, totalmente presente, eres como el agua, flexible, adaptable. Estás preparado para empezar una nueva jornada, presto para cualquier cosa. Esbozas una tenue sonrisa.
Al final del día, mismo ritual. Una ligera variación: el viaje de vuelta a casa es un ritual de descompresión. Dejas todos los problemas, asuntos, tensiones, detrás de ti. No te preocupes por ellos, mañana seguirán allí, esperando como un perro fiel con la roja lengua fuera. Te centras una vez más en el tráfico y la conducción. Eres flujo en movimiento. Alerta en calma. Estás vivo.
Me encanta. Conducir sin pensar en otra cosa, disfrutar de la sensación de velocidad y de control sobre la máquina. Incluso pensar que a medida que te alejas del punto de origen dejas atrás ciertos «problemas» y preocupaciones.
El problemilla que tengo (y no seré la única) es que cuando cojo el coche suelo llevar a mis dos hijas detrás. Y no son calladitas, precisamente. Intentaré explicarles lo del anciano chamán remando por el río de asfalto, pero no sé yo…
Introduce a tus hijas en la meditación, también estás atenta a ellas; sus movimientos y palabras forman parte de las condiciones de la meditación al volante, al igual que los otros conductores y coches. Puedes aceptar su alboroto y jolgorio sin que tu paz mental sufra.
Nadie dijo que fuera fácil!
Muy bueno. Alguna vez lo he hecho por curiosidad. Conducir con calma. Pero no tan formalmente como describes. Lo haré así.
Aunque mis desplazamientos diarios al trabajo son en bicicleta, menos estresantes de por si, lo adaptaré de esta manera.
He hecho este tipo de práctica antes aunque no con la consciencia de una meditación en toda su expresión lo cual me parece fabuloso para esta semana. He descubierto que es una excelente forma de practicar la compasión: ¿Quién cede el paso?, ¿Quién te pita por cederlo?…¿Rebasas o te rebasan y por qué?… ¿Te das cuenta del valor del conductor como un igual?, ¿Quién se muestra dominante y egoísta en su paso por la vida (oops por el asfalto) ;)?, ¿Qué sientes cuando alguien pasa por delante de ti para dar vuelta y no respeta semáforos o filas de gente esperando?… y ¿Quién de nosotros se ha tomado alguna vez el tiempo necesario para conducir sin prisa o para hacer de conducir una meditación diaria?…
No conduzco, así que ayer adapté esta consigna a un paseo que me di (45 min): nada de escuchar la radio mientras caminaba, nada de aprovechar para llamar por teléfono a nadie, nada de consultar el correo… Nada de nada: solo caminar y, en todo caso y ya que estaba, escuchaba y me concentraba en mis pasos (adaptación de una de las primeras consignas que tuvimos). El resultado fue positivo: volví más tranquilo a casa de lo que había salido.
Terminado el ejercicio, ahí sí, plenamente consciente de haberlo terminado, saqué el teléfono y llamé, je, je.
Sigo, aunque no comente , leo dos veces a la semana el post por que si no mi mente se va por los cerros de Úbeda y para centrarla (es mas rebelde que un rizo de Bisbal, jejeje) necesito refrescar las consignas. Muchas gracias.
Undécima semana. Conducción minimalista y parsimonia.
El curso avanza, las tareas se acumulan y la atención se dispersa.
La motivación con altibajos y bajando, pero supongo que algo va quedando.
Escribo, comento y leo los comentarios.
Las campanas siguen sonando en el móvil y me recuerdan respirar, ponerme derecho y la tarea semanal.
Intento ponerle nombre a las emociones.
Estoy secuestrado por las preocupaciones, los temores y la ansiedad.
Intento ser paciente y sereno y practicar la parsimonia en los gestos, al hablar, al comer, al caminar y al conducir.
Un abrazo a todos.
Yo sigo tratando de ser «flujo en movimiento» mientras camino. A falta de coche, he tratado de concentrarme en mis desplazamientos hasta el metro o caminando por la ciudad rumbo al trabajo. Incluso subiendo o bajando una escalera. Cada tanto, hago sonar una campana mental y juego a concentrarme en cierto trayecto (con resultados dispares, se entiende…).
Lo de ser el sándalo que perfuma el hacha que lo corta, ha ido (está yendo) por momentos. Esa me parece una habilidad para ninjas del minimalismo. Estoy lejos de semejante destreza.
Me gusta la imagen de que, por más que nos empeñemos, algunos problemas no se van, sino que suelen quedarse esperándonos a nuestra lado como un perro fiel que nos muestra su lengua roja… Por tanto, ¿para qué intentar resolverlo todo hoy? Mejor paso a paso, poco a poco, de manera gradual (pero sin pausa).
También aprecio cada vez más disfrutar de la compañía de Herman y algunos otros asiduos del blog. Esta semana apenas he escrito en mi cuaderno de campo; sin embargo, saber que estáis por aquí me recuerda que si paso por el blog y escribo algo renovaré automáticamente mis ‘votos minimalistas’. Además, trabajar en grupo me está ayudando a ser más eficaz y consciente de que todas las semanas tengo deberes conmigo mismo, con mi proyecto anual de progresar en determinadas habilidades.
Más cosas… Medidores de ansiedad: bien, bajo control. Campanas: reservadas para cuando presiento o estoy en medio de la tormenta. Respiraciones: siempre; las he incorporado a mi vida con toda naturalidad. Saborear la comida: progreso adecuadamente (que solía decirse). Postura corporal: hago más ejercicio que antes con el cuello y los hombros. Observatorio de emociones: no es que logre disfrutar de todas ellas como quien ve peces en su acuario personal; pero, bueno, con tiempo y paciencia, suelo verlas con cierta distancia, las etiqueto y tomo nota de la estela que van dejando por mi cabeza mientras nadan hasta desvanecerse días o semanas después.
Bueno, hasta aquí. A ver qué tal se da el finde.
Gracias a este curso puedo decir sin ningún tipo de pudor a los de BMW, señores, NO ME GUSTA CONDUCIR.
Desde que conduzco plenamente consciente, detecto más la ansiedad que nos invade en la carretera, aquí en Valencia, la gente me pita, me insultan y me dan recuerdos para mi santa madre, y todo por respetar los límites de velocidad, pero no pasa nada, gracias a la semana pasada detecto que me sube la ansiedad, y agradezco las tres respiraciones profundas en el momento en el que aparco para bajarme del coche, y dejarlo todo en la carretera.
Seguimos adelante.
¡Bravo!
Gracias Tremen, yo también valoro tu compañía y la de todos los intrépidos exploradores de la mente y la conciencia. Si miramos atrás, muchos muertos, heridos y desaparecidos. Si mirados adelante, se divisa un campamento a nueve jornadas, allí podremos rellenar la mochila con nuevas motivaciones. Pero lo mejor es mirar a los lados y ver a un puñado de supervivientes, comprometidos con el trabajo de coleccionar instantes de conciencia. Y sobretodo ver al jefe, al culpable de que hayamos mejorado nuestro nivel de conciencia. Está como una cabra, pero es un ejemplo a seguir, parece que lleva tiempo quitándose telarañas y sacudiéndose el polvo del camino. Nos ha regalado este curso genial, nos anima y está pendiente para que no nos perdamos en laberintos mentales y nos pongamos a desvariar. Gracias a todos y un abrazo.
Gracias por tus palabras, Herman; me sonrojo cada vez que me llamas jefe y me alegro de que digas que estoy como una cabra. Un abrazo.
Conducir…
Al igual que las demás semanas la experiencia varía dependiendo de las experiencias que me propone mi entorno. A más estrés necesito mayor consciencia y alejamiento para observar.
He podido experimentar que cuando bajo el ritmo, tomo consciencia elevo el control sobre mi entorno.
Percibo el estrés como el río del que acabo de salir, lo miro, pero no lo siento. Esto me ha sorprendido mucho, pues creo me da control sobre él.
Empiezo a darme cuenta de que este «Observar → Contemplar → Meditar → Acción» va funcionando.
Respecto al sándalo, árbol de unos 30 años de vida, que genera aceite volátil y relajante, podria actuar como disparador al entrar en el coche con un saquito perfumado.
La experiencia olfativa es una experiencia que asociamos de forma inconsciente y que permanece en el tiempo con una durabilidad sorprendente.
Cuando viva una situación agresiva pensaré ¡¡sándalo!!, a ver si esto me retorna al estado observación no participante en mi propia experiencia.
La atención plena tiene olor a sándalo 😀
Esta «práctica» no ha sido muy fácil para mi. De normal conduzco despacio, sin prisas, sin ansiedades y en general suelo observar a los otros conductores; sus ansiedades, sus agresividades, sus errores y sus egocentrismos. Peeero, además y como voy despacio estoy muy acostumbrado a conducir «en automático» y, mientras,mi mente no para. En la soledad de la conducción es cuando más pienso en mis asuntos y problemas dándoles y dándoles vueltas. Por eso ha sido difícil para mi, y he fallado mucho. Intentaba centrarme, vaciar mi mente y estar atento a la conducción, pero al poco volvía a mis pensamientos. En fin difícil, difícil.
Yo sigo fascinada con tratar de ponerle números a mi ansiedad jajaja. Mi conducción fue satisfactoria en la semana excepto un día en que la ansiedad por llegar a tiempo me convirtió en uno de esos seres que no quieres toparte al volante jajaja. La atención plena va dejando su rastro benéfico: al escuchar más mi cuerpo mis uñas han podido crecer… ¡por fin! (hoy las miro y las atiendo… antes las tenía olvidadas :P). También he observado como me siento al volante y me percato de como reacciono a mi entorno, al stress del camino… y el camino es en sí mismo una metáfora.