Matar moscas a cañonazos

El minimalismo existencial –o minimalismo  como diseño de vida– está especialmente interesado en dosificar el esfuerzo y no dedicar más recursos que los necesarios para lograr las metas. La regla de Pareto del 80/20 nos recuerda que con el 20% de las acciones conseguiremos aproximadamente el 80% de los resultados. Cuando no necesitamos maximizar, las acciones posibles que resultan más eficaces son unas pocas y es en ellas en las que debemos centrarnos.

Siempre se puede mejorar, siempre se puede aspirar a más. El minimalismo no está contra el «más»:  minimalizar no es lo mismo que minimizar, como elocuentemente argumenta Alan Furth.

Alguien podría decir que nos falta ambición si no intentamos siempre obtener lo mejor y lo más. Es justo lo contrario: como queremos obtener lo más de nuestros esfuerzos y de nuestra vida en general somos muy cuidadosos en las decisiones sobre nuestras acciones y en el cómo empleamos nuestros siempre limitados recursos: atención, esfuerzo, tiempo, etc. No intentamos llegar al «más» o lo máximo en  unas pocas metas descuidando el resto. Queremos el «más» de los resultados en términos globables, no en un área pequeña de nuestra vida.

Overkill

Mucho menos queremos el «más» de las acciones.

Hay un término inglés de la ciencia militar, «overkill», que significa usar recursos ofensivos muy superiores a la resistencia del oponente. Se puede usar con fines propagandísticos o psicológicos y a veces se aplica en las acciones militares, pero supone una excepción al principio  general de la economía de medios.

Podemos usar el concepto de overkill en la esfera de la acción personal:  el overkill puede resultar un acto de afirmación y producir una gran sensación de poder o valía cuando usas tus recursos mucho más allá de lo necesario. Es, por así decirlo, un acto de propaganda dirigido a uno mismo y los demás.

Te puedes sentir poderoso y ver aumentar la confianza, como cuando en un proyecto profesional haces lo máximo para lucirte y no dejas ni un solo detalle al azar. O como cuando inicias un programa de mejora física, te apuntas a un gimnasio, compras el equipamiento más caro, contratas diez clases con un entrenador personal y adquieres un dispositivo sofisticado de registro de tu actividad física.

El contra del overkill es que entierras  horas de trabajo y dinero más allá de lo razonable. El rendimiento de tu esfuerzo y dinero invertido es gradualmente más pequeño y genera menos valor.

Ten en cuenta que, aunque te sobre el tiempo y la energía para lograr un objetivo determinado –y te puedas permitir el ser perfeccionista–, esos recursos de más dejan de estar disponibles para usos alternativos en tu vida. Lo que gastas en una dirección deja de poder ser usado en otra dirección; esto es lo que los economistas llaman «coste de oportunidad«: la renuncia que haces al mejor uso alternativo de unos recursos dados. Normalmente no somos conscientes del coste de oportunidad porque no es visible, requiere un ejercicio de consciencia y de imaginación.

Un ejemplo personal: fitbit

En mi caso, el uso de fitbit –un medidor de actividad física, cantidad y calidad de sueño, calorías, registro de alimentos– ha sido un ejemplo de overkill. Medir está bien porque permite controlar y no engañarse sobre el resultado de las acciones, pero me pregunto si registrar lo que como, medir las calorías consumidas, obtener el balance calórico, saber el número de tramos de escalera que subo cada día y conocer el perfil de actividad física  diaria  aporta realmente valor.

fitbit

Mi experiencia con el uso de aparatos electrónicos, teléfonos móviles, ordenadores, etc. — los de fitness incluidos– es que de todas las características que compras solo unas pocas (20% o menos)  aportan la mayor parte del valor (80% o más), y que el resto generan más ruido que información, amén de las complicaciones operativas de monitorizar muchas variables y hacer seguimiento. La mayoría de los productos adolecen de un exceso de posibilidades para los usos que terminamos dándoles.

 Con fitbit no ha sido distinto: me encuentro con que de todas sus funciones he terminando aprovechando solo la de medición de pasos diarios. La medición del sueño, que empecé también registrándo, la abandoné porque muchas noches no recordaba inicializar el registro; y, aunque lo registrara adecuadamente y observara su evolución o pautas, no lograba traducir en acciones de mejora esa información. Por otra parte, mi cantidad y calidad de sueño eran y siguen siendo bastantes buenas. ¿Para qué monitorizar lo que está suficientemente bien?

En mi caso, un mejor uso alternativo del tiempo de monitorización podría haber sido el dedicar más tiempo a la meditación o a charlar con amigos.  Este ha sido para mí el coste de oportunidad de usar el fitbit.  Con la meditación, podría haber logrado más consciencia de mis actos y autocontrol; con el mayor tiempo de socialización, un montón de experiencias y bienestar emocional y estar más cerca de mis amigos.

Para este viaje no necesitaba tantas alforjas

Un podómetro sencillo, que se puede comprar por 5 euros (un 5% del coste del fitbit) en una farmacia, podría haber hecho sus función básica: medir pasos. No tendría página web donde consultar y sincronizar datos y estadísticas ni gráficos vistosos, pero podría saber igualmente si estoy haciendo mis 10.000 pasos diarios o alguna cifra razonable similar. Quizá un podómetro más barato no sea tan preciso; pero, ¡qué más da que sean 11.000 pasos o 9.500!

Es más importante el fijar una meta de actividad física razonable diaria y saber si la mantienes o te quedas por debajo; conocer el número exacto de pasos diarios o de calorías o de tramos de escaleras o de tiempo dormido es matar moscas a cañonazos, si no eres un deportista de élite que dedica su vida a maximizar su rendimiento físico en condiciones de competición. 

5 comentarios sobre “Matar moscas a cañonazos

  1. Evalué la posibilidad de adquirir un Fitbit ya desde su versión anterior. Me hacían gracia todos los informes que te genera, sin embargo carecía de la opción que yo realmente «necesitaba»: GPS. Acabé comprando por el mismo precio un reloj-GPS Garmin. Es muy básico pero me permite analizar todas las rutas de correr y bici.

  2. El problema con el «overkill» es que necesitas una muy buena inteligencia militar para saber lo que es un overkill y lo que no. Al principio piensas que lo vas a usar todo. Sólo cuando llevas un tiempo de uso te das cuenta de si usas todo o no.

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