Cómo dejar de ser invisible

La atención es la moneda de la comunicación humana. Damos atención y obtenemos atención. A veces es tan simple como eso. La reciprocidad funciona  bien en las distancias cortas.

No todos tenemos la atención que deseamos. Quizá sí de nuestro esposa, quizá no de nuestros hijos; quizá sí de nuestra novia, quizá no de la reina de las fiestas; quizá sí de nuestro jefe, pero quizá no del jefe de nuestro jefe, que decide quién asciende o no; quizá sí de unas cuantas decenas de lectores, pero seguro que no de los miles que tienen otros blogueros (con menos merecimientos).  La lista de nuestras frustraciones atencionales puede seguir y seguir. Pero ya captas el mensaje: somos invisibles para la gran mayoría de la humanidad, e incluso, muy a nuestro pesar, en nuestros círculos más cercanos.

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Solo yo me veo

Pero no todas las atenciones tienen el mismo valor. No es lo mismo la atención que te preste Obama o tu jefe en una fiesta de la oficina que la del bedel del ministerio o el  vendedor de automóviles. Si te la presta un personaje famoso o importante, dices: “qué tipo tan cercano, tan natural”; si lo hace alguien que consideras de “rango inferior”, lo das por sentado y no te sorprende, quizá llegues a decir: “qué pesado”. No percibes tanto que estás recibiendo valor como que alguien lo reclama de ti.

Para que te miren, para que te elijan, para tener tus quince minutos de gloria, para que te asciendan, para que te consideren potencial pareja, para que te contraten, para que te quieran… tienes que resaltar de la multitud y de los millones de inputs. Cada día es más difícil, hasta tienes que luchar con las armas de distracción masiva:  móviles, guasap, el iPad o el portátil. Cada día es más difícil conectar, cada día estamos más desconectados, cada día es más complicado tener la atención individida de nadie. La mente humana es una mente itinerante y oportunista, siempre escaneando el entorno en busca de mejores opciones.

La pregunta de fondo que hace cualquiera antes de prestar su atención es: ¿por qué tendría que fijarme en ti? ¿Por qué tendría que darte mi atención y mi precioso tiempo? ¿Por qué has de dejar de ser invisible?

La respuesta obvia: el mar rojo de la competencia

La respuesta  inmediata y fácil es: porque hablo más alto, porque soy más espectacular, porque me esfuerzo más, porque quiero tu atención más y lo demuestro (con la esperanza de ser correspondido), porque tengo más músculos o gasto más dinero o  porque soy más guapo.

Lo anterior no está al alcance de todos, y si lo está, no lo está siempre ni absolutamente; siempre puede aparecer otro más espectacular, más guapo, con más músculos, que hable más alto, que esté dispuesto a subir la puja.

La respuesta natural, obvia, inmediata supone por lo tanto  entrar en un mar rojo competitivo, rojo por la sangre de los competidores. Solo puede quedar uno. O unos pocos.

Es una carrera de armas atencionales por captar cuota de atención en las mentes a las que nos dirigimos. Quien aporte más en la puja obtiene la atención, pero de manera pasajera e indiferenciada; es como una empresa que siempre ofrece los mejores precios en un mercado de empresas con el mismo producto. La lucha es constante, cansada y… aburrida.

Hay una alternativa: océano azul de la creación

La otra opción es crear. Crear algo. Y para ello entramos en un océano azul de posibilidades.

No se trata meramente  de tener una cualidad intrínseca o heredada que te garantice el éxito atencional, como la belleza, el dinero o la “creatividad”.  Se trata de poner en marcha nuestra inteligencia creadora y crear cosas nuevas.

No usaré la palabra creatividad porque alude a un rasgo del carácter que se tiene o no se tiene. No todos somos “creativos”, pero todos tenemos una mente creadora.

Una inteligencia creadora es una inteligencia que crea sorpresas eficaces. Creamos algo que antes no existía y, por tanto, hay sorpresa y generamos atención; pero no es una mera ocurrencia o fogonazo que pone en alerta  a los que nos rodean. Es una sorpresa eficaz. Es decir, es una sorpresa que logra algo para alguien, que crea valor o hace mejor la vida de otro ser humano.

Con la sorpresa conseguimos resaltar sobre el mar de fondo de los estímulos; con la eficacia en la creación de valor.  logramos que la mirada de los otros se mantenga sobre nosotros.

Cuando el hombre invisible se pone el   sombrero  de la creación, deja de ser invisible.

15 comentarios sobre “Cómo dejar de ser invisible

  1. Pues yo pienso que es al revés, tovarich. Creo que todos somos creativos pero no todos somos creadores (o tenemos mente creadora). Tiro de diccionario:

    creativo, va.
    1. adj. Que posee o estimula la capacidad de creación, invención, etc.
    2. adj. ant. Capaz de crear algo.

    creador, ra.
    (Del lat. creātor, -ōris).
    1. adj. Que crea, establece o funda algo. Poeta, artista, ingeniero creador. Facultades creadoras. Mente creadora. U. t. c. s.

    Todos somos la segunda acepción de «creativo» pero no todos creamos, establecemos o fundamos algo.
    Por lo demás, mira, no nos engañemos, muchos creadores trabajan de sol a sol pero siguen en la ivisibilidad. Aún así, crear por crear, ya vale la pena.

    1. Camarada Balaj,
      todos tenemos una «mente creadora», como dice en la segunda acepción de la RAE, con el potencial de crear. Algunos crearán más, otros crearán menos, pero eso lo tenemos todos.

      La palabra «creativo» y «creatividad» las he empleado en el sentido habitual: una cualidad que se tiene o no se tiene y de la que depende el crear o no crear.

      Puesto que yo no creo en esa cualidad esencial que unos tienen y otros no tienen, digo que todos somos «creadores», aunque no respondamos al modelo de persona «creativa» por naturaleza que tiene la gente.

      Para mí, la inteligencia creadora es una obra en construcción, una actividad, un conjunto de acciones con propósito, no una cualidad abstracta que genera obras creativas.

      En cuanto a los creadores que son invisibles pero disfrutan mucho creando, no entran dentro de mi definición de creadores: si no creas valor para alguien y ese valor es apreciado por alguien, entonces no hay creación propiamente dicha.

      El criterio último de obra creadora está en la mente de otros seres humanos distintos del creador que obtienen algún valor –del tipo que sea– de la obra. Es posible que esa obra tarde en ser reconocida y pasen siglos hasta que eso ocurra. En todo caso, hasta que alguien no reconoce valor en la obra no sabemos si es una verdadera creación en el sentido de sorpresa eficaz.

      1. (Discutamos!!!)

        Puf, es que los conceptos que se manejan, de entrada, son muy relativos. ¿Qué es ser visible? ¿Que te vea uno? ¿Que te vean cien? ¿Cincuenta mil?
        ¿Qué es atención? ¿Que te miren un minuto? ¿Unas semanas? ¿Para siempre?
        ¿Si nadie te presta atención o no aportas valor a otros no eres creador de nada? ¿No era un creador Robinson Crusoe?

        Después, como guinda, parece ser que es mucho más fácil obtener la atención desruyendo que creando. Y eso no aporta valor, aunque se te puede catalagor de creador de pánico, aversión o lo que sea.

        Sobre el tema de abajo ya hemos hablado, no es una cualidad de la personalidad, sino una cualidad humana, sin más. Se tiene y punto. Que se use o no, es otra cosa, pero se tiene.

        Hum… La próxima vez que te vea ya sé que tema abordar. Yo quería conocer tu lado troll y sólo me encontré con buen rollo. Ahora sé dónde pinchar 😉

        Un abrazo!

    2. El mismo Edward De Bono, que tanto te gusta, evitaba la palabra «creatividad» o «creativo» por las mismas razones que yo. Por eso se inventó la expresión «pensamiento lateral», que es más neutra y se refiere a un proceso más que a una cualidad de la personalidad.

      La creación de la que yo hablo es un tipo de actividad mental.

  2. En el fondo, es un conflicto con nuestro ego.Si estás a gusto contigo mismo y tu filosofía de vida, te da igual si estas permanentemente conectado a la red, si llevas ropa de hace diez años o si te saludan o no.

    1. Quizá si estás bien contigo mismo, no dependas de la buena opinión ajena ni reclames la atención de todo el mundo.

      Pero si eres un ser humano necesitas la atención ajena, o al menos la ilusión de la atención ajena. Puede que un eremita, un místico o un santo esté aparentemente por encima de esta necesidad, pero eso es porque busca una atención más grande: la de Dios.

  3. Llamar la atención y dejar de ser invisibles puede parecer fascinante pero sólo es una distracción terrenal del ego, es pura ilusión.

    1. Será una ilusión, pero a mí me hace ilusión que me comentes igual que –supongo– a ti hace algo de ilusión que te responda.

      No solo de pan vive el hombre. Todos queremos atención. No pasa nada. No hay nada malo en ello. No hay que evitarlo. NO es una mancha del carácter que eliminar. Qué budistas estáis todos hoy.

  4. ¿Quién no quiere dejar de ser invisible en ocasiones?. Yo creo que todos somos creativos y creadores. Creamos en diferentes campos, lo cual no quiere decir que todas las creaciones tengan el mismo valor.
    Se puede crear al pintar una pared o al pintar la mona lisa. Ambas cosas son creaciones, y ambas están bien, pero no son iguales.
    Hay muchas maneras de no ser invisible: tener poder, tener fama, tener dinero. A los que carecen de todo eso, no les queda más remedio que ser, como bien dice homo minimus creativo.
    Si eres capaz de estrenar una obra de teatro en el teatro principal de tu ciudad, no serás invisible. Si la estrenas en un sótano oscuro de las afueras, serás invisible salvo que consigas hacer algo que te convierta en visible, como una promoción espectacular y rompedora que te ponga en el escaparate. Una especie de marketing de guerrilla.

  5. Yo entiendo que la lucha por no ser invisible también lo es en el terreno creativo. Al fin y al cabo, no es como si no se compitiese a ver quien inventa el mejor método, producto o lo que sea… No estás fuera del conflicto por eso. De hecho, es muy probable que la mirada se mantenga en ti sólo hasta que alguien haga una creación mejor y vuelta a empezar.
    Que es una lucha mucho más productiva eso por supuesto.

    Saludo 😉

  6. Todos los niños quieren la atención de sus padres. Ten un hijo e ignórale, ya verás qué clase de bicho sale.

    1. Todas las personas quieren/necesitan/ansían la atención de otras personas. Lo que nos diferencia a los más adultos de los niños es la forma que tenemos de buscar la atención de otros seres humanos. Hay formas más ecológicas que otras.

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