Cuando eres joven quieres cambiar el mundo. Cuando no eres tan joven te das cuenta de que la gente no quiere ser cambiada (y menos por ti), entonces recuerdas el proverbio ruso: “Si intentas enseñar a tocar el violín a un cerdo perderás el tiempo y molestarás al cerdo” y sonríes con una mezcla de superioridad (2/5) y melancolía (3/5).
Yo he molestado a mucha gente (y a algunos cerdos) intentando enseñarles a tocar el violín cuando realmente querían tocar la armónica o el contrabajo o rebozarse gozosamente en el barro.
¿Quién soy yo para imponer mi instrumento al mundo?