Prefiero ver a ChatGPT como una tecnología cultural de agregación y difusión de conocimiento disperso, no como un agente –ni mucho menos como un agente con conciencia.
Vi el Aleph desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, y en la tierra otra vez el Aleph y en el Aleph la tierra…
–Jorge Luis Borges, El Aleph
Para mí, ChatGPT y sistemas afines no son tan diferentes a una biblioteca bien surtida, de la que sabes que contiene tanto conocimiento que apenas se puede rozar la superficie, o en la que solo es posible adentrarse profundamente en un ámbito muy estrecho. Eso sí, es una biblioteca de fricción muy baja, donde puedes encontrar y combinar lo que quieras muy rápidamente.
La IA simplemente nos pone más en contacto con una realidad ya existente desde hace mucho tiempo: que el conocimiento humano es prácticamente infinito y que el de cualquier individuo, no importa lo que sepa, es siempre infinitesimal.
«El Aleph” de Borges cumple una función similar a la interpretada y transmitida por la mística judía. A través de él se revela una verdad desbordante y absoluta que, sin embargo, no deja al mismo tiempo de ocultarse para provocar la renovación constante del esfuerzo humano por acercarse a su presencia.
Camilo García-Giraldo, El «Aleph» de Jorge Luis Borges.
Por supuesto que lo que se puede conocer es todavía más infinito que lo que la humanidad conoce; es un transfinito de orden superior, por usar una analogía tomada de la teoría de conjuntos.
Me parece haber sido solo un niño jugando en la orilla del mar, divirtiéndose y buscando una piedra más lisa o una concha más bonita de lo normal, mientras el gran océano de la verdad yacía ante mis ojos con todo por descubrir
–Isaac Newton
Esto no puede sino generar vértigo cognitivo, casi existencial, unido a una sensación de melancolía por el no saber y el saber que nunca sabrás la mayor parte de lo que se sabe y se puede saber.
¿Cómo transmitir a otros el infinito Aleph, que mi temerosa memoria apenas abarca?
–Jorge Luis Borges, El Aleph
Con la melancolía de constatar nuestra posición en el mundo –el equivalente a mirar por una estrecha rendija una habitación inmensa–, nos puede acompañar una mayor humildad epistémica, la consecuencia natural de contemplar, si no el infinito mismo, sí la posibilidad del infinito.
A pesar de haber descubierto que hay una puerta artificial hecha de redes neuronales que conduce por un pasillo a un conocimiento universal esencialmente inabarcable, es reconfortante reconocer nuestra aportación: esta quedará subsumida en el océano del saber, pero podrá ser desenterrada por otro ser humano más adelante o, más probablemente, convertirse en una humilde piedra de una catedral futura.
A veces sentimos que lo que hacemos es tan sólo una gota en un mar de necesidad; pero el mar sería menos si le faltara nuestra gota.
–Madre Teresa de Calcuta
Nuestras vidas cognitivas no se escurrirán para siempre por las grietas del tiempo. Sabemos que lo que aportemos estará disponible para las nuevas generaciones, si es que algún día lo necesitan o sienten curiosidad por algo de lo que hicimos. Cada uno de nosotros, con sus pequeños pasos, durante un fugaz fragmento del tiempo, será como el soldado desconocido del gran ejército de la humanidad, que camina en busca de un futuro mejor. A su vez, los que vengan después darán sus propios pasos aprovechando el pasado que ayudamos a construir.
No hace falta ser eterno. No es necesario vivir y morir en el espejo de la gloria póstuma.
Basta con poder ser útil alguna vez para alguien, aunque solo sea por un instante.
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