No puedes plantar una semilla, regar un poco e impacientarte porque no tienes una flor. No puedes decir: «¡crece, capullo, crece ya!».
Bueno, sí puedes, claro que puedes, pero no debes, ya me entiendes.
Por encima de todo, confía en la lenta obra de Dios.
Somos, naturalmente, impacientes en todo por alcanzar el final sin demora.
Quisiéramos saltarnos las etapas intermedias.
Nos impacienta estar en camino hacia algo desconocido, algo nuevo.Y, sin embargo, es la ley de todo progreso
que se hace pasando por algunas etapas de inestabilidad,
y que puede tomar mucho tiempo.
Y así creo que es contigo;
tus ideas maduran gradualmente, déjalas crecer,
déjalas tomar forma, sin prisa indebida.
No intentes forzarlas,
como si pudieras ser hoy lo que el tiempo
(es decir, la gracia y las circunstancias actuando sobre tu propia buena voluntad)
hará de ti mañana.Solo Dios podría decir qué será este nuevo espíritu
que se está formando gradualmente dentro de ti.
Dale a Nuestro Señor el beneficio de creer
que su mano te está guiando,
y acepta la ansiedad de sentirte
en suspenso e incompleto.
—Pierre Teilhard de Chardin

Regresaron los artículos cortos… ¡sí!
Saludos Homo Mínimus.
Yuri, desde Honduras.
Salud y saludos, Yuri, espero que estés bien hoy y mañana ligeramente mejor.
Ahora hace falta conocer o tener herramientas para aceptar esa ansiedad.
Quizá no se pueda ir mucho más allá de la aceptación.
Gracias!
¡Gracias por tu comentario con exclamación final!
En relación al poder y al deber al que aludía en el párrafo inicial, recuerdo un chiste de un filósofo español llamada Xabier Zubiri contado por otro filósofo, José Antonio Marina:
Buen recordatorio para ser pacientes!!!