No se va lejos cuando se cambia de camino cada día.
–Proverbio japonés.
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Como podéis observar en mi última renovación del compromiso, parece que tengo una cierta fijación por los números. Muchas de mis reglas tienen un número en su nombre: Regla de los dos minutos de David Allen, Regla del tres de la acción, e-mail de tres líneas y ahora la Regla de los treinta días.
La regla de los treinta días de los proyectos dice: cuando inicies un proyecto, una rutina, un hábito o tomes una decisión, comprométete con ella por treinta días, finalizados los cuales tienes libertad para continuar o para abandonar.
Justificación:
- ¿Por qué treinta días? Las promesas concretas se recuerdan mejor. Concretar una promesa aumenta la probabilidad de su cumplimiento.
- Decidir hacer algo que requiere una cierta voluntad y continuidad es fácil, pero mantenerlo es más difícil. Como decía Maquiavelo de los franceses en El príncipe: “en el principio del combate empiezan como más que hombres, y acaban como menos que mujeres cuando el combate se prolonga”. En los inicios es fácil estar entusiasmado, visualizas los beneficios y te sientes inspirado por ellos, y es fácil subestimar el esfuerzo cuando tienes que hacerlo mañana o en semanas sucesivas. En resumen, somos muy voluntariosos para el esfuerzo futuro, menos para el presente.
- Cuando llegan las dificultades y la pérdida de la motivación a lo largo del camino (lo que invariablemente sucede), la perspectiva de un compromiso indefinido convierte todo compromiso en una losa.
- Saber que tu compromiso tiene un fin, y que si quieres tienes la libertad de abandonar el proyecto cuando concluyan los treinta días, te hace más fácil perseverar.
- Es probable que cuando llegue el fin de los treinta días hayas tenido tiempo de cosechar algunos de los beneficios del proyecto y hayas recuperado la motivación.
- Menos de treinta días, pongamos una semana o un par de días, no sería adecuado, pues no habría tiempo de observar resultados.
- Se elimina fricción. Eliminamos la indecisión y la tensión generada por las dudas y reevaluaciones a mitad del camino.
- Esta regla supone un término medio entre el decidir en cada momento si continuar y estar sujeto a las intermitencias de la motivación y el deseo, por un lado, y la estrategia de Quemar las naves, por otro lado, que poda posibilidades y elimina flexibilidad estratégica para aumentar el compromiso. Quemar las naves quizá sea más apropiado para compromisos grandes, cuasi-existenciales.
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