Voy a tomar el desayuno en el hotel y cojo el periódico para entretenerme mientras bebo el café, estoy en la consulta del dentista y tomo una revista, entro en el coche y pongo inmediatamente algo de música, llego a casa y lo primero que hago es encender la televisión, me siento inquieto y compruebo si tengo mensajes en el móvil, estoy en el baño y hojeo una revista u oigo distraídamente la radio, si es sábado me siento en la necesidad de estar rodeado de gente bulliciosa y voy a lugares donde la gente bebe sin sed (gracias, Fito), voy andando por la calle y conecto el i-pod, es muy tarde en la noche y me conecto a internet y navego durante horas, estoy en el aeropuerto esperando y reviso el correo, es domingo por la tarde y decido irme al cine para desconectar un poco y pasar un rato entretenido…
La mente, al igual que el poder político, aborrece los espacios vacíos. Siempre tiene que haber algo ocurriendo en el escenario; es por ello que para evitar el caos de la mente y el malestar que produce buscamos las distracciones, y acabamos inundando nuestro tiempo y nuestro espacio mental con montones de impactos, que son como meteoritos que golpean la superficie lunar de nuestra conciencia.
El estado natural de la mente es el caos, lo que los budistas llaman Mente de mono, y lo que en términos médicos ahora se ha dado en llamar Desorden de déficit de la atención.
Si dejamos libre curso a la dinámica de la mente, nos inundará de preocupaciones, de ansiedades, de remordimientos, etc: “tendría que hacer esto”, “había un algo en su voz que no me gusta”, “me pueden despedir”, “me saca de quicio”, “he ganado peso, debería comer menos”, “he de acabar el informe”, “¡¿qué ruido era ese?!”, “me siento solo”, “no debí decir eso”, “nunca llegaré a nada”, “a saber por dónde sale éste», «de mañana no pasa, mañana hago la renta». El caos mental es agotador y lo evitamos siempre que podemos.
La industria del entretenimiento se nutre y prospera proporcionándonos una salida al caos mental de la mente de mono. Y lo hace muy bien.
Parece que entonces estamos atrapados entre el natural caos de la conciencia, por un lado, y los medios de comunicación de masas y la industria del entretenimiento, por otro lado, con sus efectos estructuradores de la atención, cuasi-hinópticos, pero que no siempre promueven nuestro mejor interés.
¿Hay alguna solución a este enredo?
La neurociencia actual va avalando diversos conceptos budistas que son relevantes para este post. La mente consciente funciona en dos modos que llamaré: mente deliberativa (que es la que se cita en el post) y mente observacional. MD y MO en lo sucesivo. MO no analiza, no interpreta, no juzga y no cuenta historias. Simplemente observa lo que proviene de los sentidos y sensaciones en tiempo real. Un estudio de Norman Farb y seis científicos más de la universidad de Toronto (“Mindfulness meditation reveals distinct neural modes of self-reference”) no solo exhibe las partes del cerebro-partes diferentes-que se activan cuando estamos en el modo MD o en el MO sino que aporta importantes elementos, que son estos:
1 La red neuronal MD funciona por defecto
2 La red neuronal correspondientes a MD y MO están inversamente correlacionadas. A más actividad de una, menos de la otra. Los ejemplos son típicos: perdemos cosas y nos “equivocamos” en las tareas diarias cuando MD nos absorbe porque no estamos atentos.
3 La meditación mindfulness y similares permite adquirir la habilidad de percibir en que modo estamos de pensamiento (además de otras habilidades)
4 La práctica de esta meditación y similares, refuerza los circuitos neuronales de MO de modo que se adquiere dicha destreza de modo permanente. Por lo tanto, la práctica y el uso de MO no es un simple descanso de la mente para la saturante MD, sino un cambio profundo a nivel neuronal.
Hechas estas precisiones, es obvio que si ocurre lo relatado en el artículo, es decir uno queda saturado por los excesos de MD, puede potenciar MO con técnicas mindfulness.
Otro punto que quería comentar al respecto, es la experiencia de flujo (Flow) del psicólogo Mihály Csíkszentmihályi. En la Wikipedia en inglés viene un buen resumen de sus ideas. Traduzco un poco libremente: “Según C, el flujo es motivación con concentración plena. Significa una inmersión total de la mente y significa quizá el modo definitivo de encauzar las emociones al servicio de la consecución de una tarea o de un aprendizaje. Dichas emociones no están solo canalizadas, sino además llenas de energía positiva hacia la tarea que tenemos entre manos” En realidad el estado de flujo podría considerarse como un estado mindfulness en acción. Entrar en estado de flujo, que supone sumergirnos en una tarea a un nivel justo de esfuerzo (si es poco nos aburre, si es mucho nos agobia) produce esa absorción que supone la detención de la MD y permite que solo estemos atentos a lo que sucede con nuestra tarea, lo que es estar en modo MO. Quizá por eso son mucho más felices que la media algunos profesionales de diversos campos (actividades que requieren alta absorción) como científicos, músicos etc, pues pasan buena parte de su tiempo en estado de flujo.
El Modo Observador y la experiencia de flujo serían por tanto las maneras principales de acallar a la Mente deliberativa.
Más tiempo centrados, igual a más felicidad. Interesante aportación.
Desarrollar habilidades según las pautas de la práctica deliberada, no sólo conducen a dominar la habilidad, sino que tiene efectos colaterales…
Dejarse llevar por el corazon…de esos nodos caóticos solo nos puede rescatar nuestro nene interior !
y no es un tópico… 🙂