Be flexible, my friend

Uno de mis hermanos cuenta la anécdota de estar pasando unas vacaciones en una isla del Caribe, Granada,  y conocer a un negro  simpático y hablador. Confraternizaron y charlaron durante un rato.

Este hombre decía que todo lo que era se lo debía a su maestro, un rastafari muy sabio, y que seguía todas sus enseñanzas; una de ellas era la importancia de ser flexible. “I’m flexible”, decía repetias veces; entendemos que no solo al realizar estiramientos sino en diversidad de asuntos.  

En cierto momento, el rastafari confesó que su maestro también le inculcó el odio hacia los blancos.

Después de una pausa, agregó con tono tranquilizador que en este punto no seguía los pasos de su maestro y que también era ‘flexible’.

Esta anécdota me recuerda la dificultad de guiarse por principios tales como   “Be Flexible”  cuando tienes otros como “Hate white people”.

Principios, reglas y herramientas

Mi sistema de minimalismo existencial se concibió como un sistema de principios, reglas y herramientas del minimalismo.

Podemos decir que forman una jerarquía. Las herramientas son medios para fines más altos, mientras que las reglas intentan operacionalizar los principios. Los principios, por otro lado, son exhortaciones generales lo suficientemente vagas para aplicarse en diversas situaciones, sirviendo más como guías en la toma de decisiones que como rutas definidas

Es innegable que odiar a la gente blanca parece más una regla de conducta que un principio, pero se asemeja a este último. Si fuera una regla,  habría que definir qué significa exactamente odiar a los blancos y en qué tipo de acciones o inacciones se traduce.

Podría ser que hubiera que odiar la blancura o la raza blanca en general pero no a las personas blancas individuales; sería como la exhortación de Concepción Arenal “Odia el delito y compadece el delincuente”1.  Resulta complicado determinar si el maestro rastafari interpretaba la regla de odiar a los blancos como un principio general de desconfianza hacia ellos o como una norma más activa de llamada a la lucha.

La dificultad de lidiar con varios principios

Si ser flexible era un principio para el maestro rastafari, pero al mismo también otro era odiar a los blancos, el discípulo dudaría sobre cuál aplicar si se encontrara con un blanco europeo.

Esto obligaría a crear una jerarquía de principios para deshacer algunas de las contradicciones del sistema, aunque en un mismo nivel jerárquico siempre podría haber conflictos que tendrían que dirimirse apelando a un principio superior.

Puede que en el caso anterior el principio de ser flexible fuera jerárquicamente superior al de odiar a los blancos.  También podría ser que la exhortación a odiar a los blancos no admitiera excepciones y fuera un principio tan importante  o más que el de ser flexible.

Podría ser que en la mayoría de los asuntos importantes –sean estos cuestiones éticas,  estéticas o de la búsqueda de la verdad– no haya reglas, ni siquiera principios de actuación suficientemente claros.

Por tanto,  en muchas ocasiones habrá que seguir la intuición, el ojo clínico o la corazonada que permita dirimir los dilemas cotidianos caso por caso.

Ante la imposibilidad de  sistematizar, de diseñar una ecuación que resuelva todas nuestras equis,  nos queda la experiencia, la casuística, el gusto, el tocar de oído, sin partitura e improvisando de cuando en cuando.

Cabalgando las contradicciones

Puede que necesitemos llevar un caos dentro de nosotros, un caos de opuestos y contradicciones derivado de considerar muchas posibilidades, y, a la manera de Nietzsche, podamos así alumbrar una estrella danzarina, un cometa, una estrella fugaz…

Quizá la apertura mental nos lleve a tolerar mejor las contradicciones, o, al contrario, el tolerar las contradicciones sin anular ninguno de los opuestos, nos lleve a la apertura mental.

Confía en las contradicciones y míralas todas. Nunca anules una fuerza para dar supremacía a otra. La contradicción misma es la realidad en toda su multiplicidad. El hombre, desde su punto de vista, sólo puede ver la realidad en las contradicciones. Y cuanto más fiel es a su percepción de la contradicción, más abierto está a lo que hay que saber. La «armonía» como un bien absoluto es para los dioses, no para el hombre.

—Alfred Kazin. Citado en The marginalian2 por Maria Popova

Caerse el cerebro de ser tan abiertos

De lo anterior, parece derivarse que  tengamos que estar con Marx (Groucho) y digamos  de cuando en cuando eso de “Señora, estos son mis principios, y si no le gustan… pues tengo otros”.

Pero ser marxistas en esto nos llevaría al problema planteado en la cita: ¿Podríamos estar siendo demasiado flexibles, ser de mentes tan abiertas que se nos abra la tapa de los sesos y se caiga el cerebro?

[Los caballeros prácticos] tienen una serie de comentarios amargamente sarcásticos sobre personas cuyas mentes son tan abiertas que se les cae el cerebro .

—Max Radin, 1937

Podríamos ser tan abiertos a las nuevas ideas que ninguna germinara profundamente, que no hubiera tiempo para considerar y experimentar lo suficiente para conocer su ámbito de aplicación o su forma de aplicarla.

Esta apertura mental, este abrir el grifo de las influencias,  puede derivar fácilmente en inconstancia, irregularidad, capricho, exceso de sensibilidad a los sucesos internos y externos que nos asaetean. Como resultado careceríamos de fondo, de fundamento, de cimientos mínimos sobre los que sustentar una vida bien vivida.

La bestia, al vivir en un eterno presente, no puede comprometer su acción para el futuro, tanto por incapacidad de conceptualizar la promesa como por carecer de la habilidad para gestionar  inteligentemente sus variados y a veces contradictorios motivos.

Comprometer al yo futuro es algo que solo el yo presente del Hombre puede hacer, no está al alcance de ningún otro ente conocido. La sociedad, la civilización y sus frutos no serían posibles sin la capacidad de empeñar la palabra, que a su vez depende que seamos capaces de empeñarnos en algo, esforzarnos y entregar parte de nuestra alma y de nuestra acción futura. 

Ningún viento es favorable para quien no sabe hacia donde navega

–Lucio Aneo Séneca

El problema con la apertura mental y la excesiva “inclusividad” de las ideas —por usar un término actualmente en boga—  es que nos quedemos a medio camino en todo, que no nos comprometamos lo suficiente con ninguna idea o dirección intelectual o vital: por querer tener el dedo en todas las tartas, podemos no llegar a tenerlo en ninguna; por no privilegiar ninguna doctrina u orientación vital  podemos caer en un pantano inclusivo. Este pantano espiritual no muestra tanto bonhomía como nuestra molicie y carencia de criterio.

En última instancia, la capacidad de comprometerse con valores claros distingue a una persona de carácter y proporciona un fundamento para una vida bien vivida.

El sé flexible –o  inclusivo o diverso o igualitario– con todas las ideas, opiniones o doctrinas  es el signo de los tiempos, pero deberíamos empezar a considerar las bondades de la discriminación y si la flexibilidad o acogimiento universal de personas e ideologías es siempre tan apropiada como indudablemente lo fue en el caso del rastafari de Granada que desafío a su maestro y optó por no odiar a los blancos.

Referencias

  1. Odia al delito y compadece al delincuente. Diario ABC ↩︎
  2. Perception and the Power of the Critical Imagination: Alfred Kazin on Embracing Contradiction and How the Sacredness of Human Attention Shapes Our Reality. Blog The Marginalian. ↩︎