Fui a los bosques porque deseaba vivir deliberadamente; enfrentar solo los hechos esenciales de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida… para no darme cuenta, en el momento de morir, de que no había vivido.
Henry David Thoureau. Walden.
Leí hace años que Bill Gates tenía la costumbre de pasar una semana entera dos veces al año en una cabaña en los bosques aislado del mundo leyendo libros, documentos internos de Microsoft y propuestas de inversión, meditando sobre la evolución del mercado tecnológico, haciendo revisión del año y decidiendo los siguientes movimientos estratégicos. Hay días en que llegaba a pasar hasta dieciocho horas leyendo casi sin interrupción. Él los llama “thinkweeks”, aunque según lo descrito se parezcan más a “readweeks”.
En su momento, me pareció un hábito clave para lograr perspectiva, cesar del modo ejecutor temporalmente, y desarrollar un estado mental más estratégico y largoplacista. No recuerdo que en el artículo se hablara de revisión personal y menos de examen espiritual. Bill Gates es agnóstico, considera que es poco “eficiente” pasar la mañana del domingo en misa o en alguna celebración religiosa; sin embargo, como estructura de reflexión, aunque sea meramente profesional, me parece que algo similar a la thinkweek es imprescindible en toda vida bien vivida, o al menos bien organizada.
Yo practico un ritual similar con mis reencarnaciones minimalistas1 cada tres meses, mi revisión de mitad del año y mi costumbre de “despejar las cubiertas2” a comienzo de año para considerar el estatus de mis proyectos abiertos, eliminar proyectos zombis3 y hacer revisión de mis distintas áreas vitales: espiritual, intelectual, emocional, familiar, amistad, financiera, profesional y física.
He tenido una revisión de mitad del año hace unas pocas semanas y tuve una revisión del 2022 en enero, pero me he dado cuenta de que una semana para este tipo de revisión integral, casi existencial, es insuficiente.
Me doy cuenta de que mis revisiones anuales han pecado de apresuramiento: apenas he dedicado tiempo a reconocer mis pecados (o mis errores, o mis taras, o mis defectos del carácter) y, mucho menos, a meditar sobre ellos y sus causas. Habitualmente, intento poner el contador a cero, pero sin hacer el esfuerzo introspectivo humilde y reflexivo previo; es como si considerara que los últimos días del mes ya están perdidos para la acción, que son como los minutos de la basura del baloncesto4, que “todo el pescado existencial está vendido” y por tanto dé por finalizado el año y me enfoque en los preparativos del siguiente.
Como consecuencia de este apresuramiento, paso muy rápido por la parte de los errores y me enfoco en anticipar, decidir metas y objetivos, y planear qué hacer en el siguiente año.
A la manera de un Sísifo maldecido por los dioses y un desnortado pollo descabezado, año tras año, he repetido el mismo ritual fallido de empezar de cero y planear el glorioso futuro (¡este año será distinto!) sin examinar previamente las causas de mis logros o mis éxitos, requisito previo si uno quiere aumentar la probabilidad de hacer más frecuentes los unos y evitar los otros.
Futuro, s. Época en que nuestros asuntos prosperan, nuestros amigos son leales y nuestra felicidad está asegurada.
Diccionario del Diablo. Ambrose Pierce
Pero puede que la próxima vez sea diferente, aunque sé que es de locos seguir haciendo lo mismo y esperar resultados distintos… Poco a poco, durante este verano, ha emergido la idea –quizá por contar con un poco más de tiempo y tranquilidad– de que necesito extender mis periodos de retiro y reformulación de metas, y dotarme de una mejor estructura de reflexión existencial; una semana, incluso un par de semanas es poco, mis revisiones mensuales, trimestrales y anuales son demasiado cortas.
En el calendario judío, hay un periodo especial durante el año dedicado a esta meditación introspectiva y con vocación de cambio que estoy buscando.
Mes de Elul, Rosh Hashanah, los Días Temibles y Yom Kippur
En la tradición judía, el mes de Elul es el último mes del año y precede al año nuevo judío, Rosh Hashanah, que, tras diez días, “Los Días Temibles” o “Los Días muy Santos”, culmina en Yom Kippur o el Día de la Expiación.
Según el Talmud (Rosh Hashaná 32b)5, en Rosh Hashanah se abren tres libros donde se inscribe el destino de los justos, los malvados y los que están entremedias de esos dos grupos. Los nombres de los justos se inscriben inmediatamente en el Libro de la Vida y se sellan para que los justos vivan. Los malvados son borrados del Libro de los vivos para siempre e inscritos en el Libro de la Muerte. Al grupo intermedio se les inscribe en un tercer libro y se le conceden diez días (los Días Temibles) hasta Yom Kippur para que reflexionen, se arrepientan y recuperen su relación con D-os.
Hoy estamos en el inicio de Elul, nos encontramos muy cerca del nuevo año judío y el juicio divino, así como de los Días Temibles y el Día de la Expiación. Este año el año nuevo judío 5784 será el 15 de septiembre del 2023. ¿Estamos preparados?
¿Podemos tener certeza que seremos inscritos en el Libro de la Vida inmediatamente o quizá (lo más seguro) tengamos que hacer un esfuerzo adicional por ajustar las cuentas con nuestros semejantes y Hashem?
Si tuvieras una cita como imputado con la justicia, intentarías estar bien preparado; es por eso por lo que el mes de Elul se dedica a la introspección, el análisis de los malos comportamientos y pecados, para estar en el mejor estado espiritual cuando llegue el juicio o –si no eres inscrito en el Libro de la vida en el comienzo del año— partir de una disposición espiritual más reflexiva y asentada en los Días Temibles, cuando intentes reparar la relación con otras personas y con D-os.
Comentaba antes que el tiempo de introspección y análisis y revisión del pasado es usualmente muy corto; la realidad nos lanza sus sucesos, sus urgencias, sus exigencias, y, como al viajero en la proverbial noria, no nos da opción de bajarnos de ella, de recobrar el aliento, de asentar el espíritu e intentar lograr algo de perspectiva y evaluar nuestras vidas.
Pero el arrepentimiento y el retorno espiritual (teshuvah) requieren conciencia, silencio externo e interno, escucha, que solo se pueden alcanzar con tiempo suficiente de análisis introspectivo y determinación de cambio.
Según la tradición, los cuarenta días entre el inicio de Elul y Yom Kippur son los cuarenta días que pasó Moisés en el monte Sinaí tras el episodio del becerro de oro y la subsiguiente rotura de las tablas de la ley. En estos días, Moisés se retiró en soledad pidiendo por el pueblo de Israel y su perdón. En Yom Kippur, se produce el perdón divino y la reconciliación.

Los treinta días de Elul, entre esta semana y el 15 de septiembre de Rosh Hashanah, son una oportunidad para juzgarnos a nosotros mismos antes del juicio divino en el inicio del nuevo año. Si logramos una visión más nítida de nuestro comportamiento pasado, nuestro carácter actual, nuestras fallas y lagunas espirituales, quizá haya alguna esperanza. Quizá podamos dar con las causas de nuestros fallos morales y existenciales, quizá podamos sentir profundamente lo inadecuado de nuestro ser, y podamos vislumbrar nuevos horizontes y mejores deseos y sueños.
El mes de Elul es la oportunidad de practicar cheshbon hanefesh, la contabilidad del alma que nos permita hacer balance y volver a nuestro mejor ser.
Si a pesar de nuestros esfuerzos no somos inscritos en el Libro de la Vida en el nuevo año, estaremos mejor preparados para el arrepentimiento y búsqueda del perdón en los Días Temibles antes del sellado final de nuestro destino en Yom Kippur.
Todas estas consideraciones anteriores y el hecho de que estoy inmerso en el Proyecto Silentud me han animado a dedicar el mes de Elul, antes de Rosh Hashanah y Yom Kippur, a un silencio activo, donde quiero que la introspección, la audacia espiritual y la revisión de mi vida tomen protagonismo.
Toda persona debe prepararse con antelación durante treinta días con arrepentimiento y oración y caridad para el día en que aparezca en juicio delante de D-os en Rosh Hashanah. Así que permitid que cada uno analice detenidamente sus acciones con el objeto de repararlas. Dejad que se alejen durante una hora al día y hagan examen de sí mismos.
Mateh Moshe.
Como de buenas intenciones está pavimentado el camino al infierno, es muy importante que ritualice Elul y establezca un periodo diario dedicado exclusivamente al silencio y la introspección, con la esperanza de que conduzca a la purificación de mi alma. Como muchas otras cosas valiosas en la vida, la santidad exige preparación.
El Rabino Chaim David Azulai escribía: «Durante Elul, el mes anterior a Rosh Hashanah, uno debe dedicar menos tiempo al estudio y más tiempo a periodos fijos de introspección y autoevaluación». En mi caso, ese menor tiempo de estudio se extenderá a menos tiempo para asuntos prácticos y cortoplacistas, intentando favorecer la desconexión del tráfago cotidiano, la conciencia más profunda, y cohabitar con los propios fantasmas, con los propios demonios.
Intentaré mirarme al espejo interior durante más tiempo, contemplar mis imperfecciones a la luz del día, experimentar sin analgésicos el dolor de una vida imperfecta y esencialmente errada, mirar a los ojos al espectro de mis tendencias y acciones más malvadas, y –Hashem lo quiera– ser el último en pestañear. Quizá así haya alguna esperanza de ser inscrito en el Libro de la vida y estar contigo un año más.





Es difícil hacer esa introspección, creo que como sociedad se nos ha enseñado siempre a estar en nuestro mejor momento y desestimar aquellas partes problemáticas de nuestra personalidad, por tanto cada vez que intento mirar hacia dentro siento como si barriera y escondiera el mugre debajo de la alfombra jajajaja
el camino es largo…