Minimalismo no es ascetismo

El minimalismo existencial no es renuncia. Solemos hablar de «poda minimalista» , «dejar ir», «dejar pasar»,  «no maximizar», «estar contento con lo que ya tienes», «suboptimizar», «apreciar los pequeños dones», «no desear más allá de lo razonable», etc. Puede parecer que el minimalismo existencial implica renunciar a las cosas buenas y a las cosas mejores de la vida. Parece que descarta el progreso y los sueños,  que es una especie de despojamiento triste y ascético.

Pero el minimalismo no es ascetismo, no busca  la renuncia por la renuncia, sino que emplea la renuncia como medio para un fin: obtener lo mejor de la vida y hacer lo mejor posible en la vida.

Somos seres finitos, con un tiempo finito,  atención finita, energía finita y los recursos a nuestra disposición son siempre escasos en relación a lo que deseamos; es necesario aprender a determinar qué es lo verdaderamente importante. Elegir significa por lo tanto renunciar: si quiero esto, entonces no quiero lo otro.

Una vez escuché en una conversación ajena algo que decía un vagabundo a otro vagabundo; era una de esas charlas semi-filosóficas y trascendentales que se tienen cuando  se está en comunión con el interlocutor y no se está totalmente borracho. Decía: «lo difícil en la vida no es decidir lo que quieres, sino lo que no quieres».

En el momento me pareció absurda la frase, porque para la mayoría es más fácil saber  lo que no queremos  que lo que queremos. Pero con el paso del tiempo he reconocido su profundidad: lo difícil es renunciar y por lo tanto no querer, porque somos seres diseñados para querer todo y para correr en distintas direcciones. Perseguimos todo a la vez: cosas compatibles o no opuestas, pero que drenan recursos unas de otras, y hasta cosas incompatibles, que no pueden conseguirse jamás a la vez.

Además, no es tanto que queramos mantener opciones abiertas como una forma de flexibilidad estratégica; la verdadera razón está en que subjetivamente sentimos  aversión a desprendernos de la posibilidad:  haremos lo posible por mantenerla abierta. Peter Drucker, el gurú del management, decía que la verdadera dificultad está no en priorizar, sino en «posterizar», en decir no a opciones, tareas o posibilidades.

En una sociedad en que la renuncia parece un anatema y la maquinaria publicitaria  nos ha adiestrado para que busquemos  satisfacer hasta el menor de nuestros deseos o caprichos, es complicado comprender que no podemos tener todo. De hecho, sólo podemos tener unas pocas cosas en la vida. Querer todo es  equivalente en el fondo a no querer nada.

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