13 comentarios sobre “Encuesta: ¿qué es la libertad?

  1. La libertad es el mayor regalo que Dios ha dado al ser humano y para mí significa ser capaz de elegir entre hacer el bien y hacer el bien. Es tratar de vivir más allá de lo tangible. Todo lo demás va en contra de la libertad. Especialmente la mentalidad de hoy en día: hacer lo que uno quiere, no ser un producto de sus genes, etc… vaya tonterías.

  2. Esta escena evoca muy bien lo que significa ser un hombre libre:

    El camino del Bien. Desafortunadamente no he encontrado la escena en español.

  3. ¡Qué cabrito! Has mezclado varias ideas muy dispares y definidas de forma muy desemejante…. difícil…. pero ahí está mi voto.

    De hecho la propia definición de Libertad se escapa al que intenta conceptualizarla. Hayek lo hace en LOS FUNDAMENTOS DE LA LIBERTAD y creo que al final acaba definiéndola de forma negativa.

    Y como tengo la red a mano…..:

    «El concepto de libertad de Hayek tiene que inscribirse en su sentido negativo. Hayek definiría la libertad como una ausencia de coacción, trasladando el problema de la palabra «libertad» a la palabra «coacción», definición que Hayek no resolvería. Coacción significaría la intencionalidad a la hora de provocar una conducta en un sujeto que nunca haría libremente pero que se ve forzado a realizar para evitar males mayores. Según Hayek habrían diferentes grados de coacción, que irían desde la esclavitud, como su nivel máximo, hasta formas de coacción que se dan en asociaciones voluntarias.»

    De nada.

  4. Buenos días Homominimus y compañía.
    Dios es libertario😉. Nos dio libre albedrío para ver si voluntariamente elegimos LIBERTAD. 😊.

  5. Don Minimus, le dejo una cita de Igor Stravinski que quizás le aporte algo. Por supuesto, habla de la libertad encarándola desde su campo de acción, que es la composición musical, pero se puede realizar fácilmente un paralelismo con el sentido más amplio de la palabra. Mi voto en esta encuesta creo que le quedará claro.

    «Por lo que a mí se refiere, siento una especie de terror cuando, al ponerme a trabajar, ante de la infinidad de posibilidades que se me ofrecen, tengo la sensación de que todo me está permitido. Si todo me está permitido, lo mejor y lo peor; si ninguna resistencia se me ofrece, todo esfuerzo es inconcebible; no puedo apoyarme en nada y toda empresa, desde entonces, es vana.

    ¿Estoy, pues, obligado a perderme en este abismo de libertad? ¿A qué podré asirme para escapar al vértigo que me atrae ante la virtualidad de este infinito? Pero no he de perecer. Venceré mi terror y me haré firme en la idea de que dispongo de siete notas de la gama y de sus intervalos cromáticos, de que el tiempo fuerte y el tiempo débil están a mi disposición y de que tengo así elementos sólidos y concretos que me ofrecen un campo de experimentación tan vasto como la desazón y el vértigo del infinito que antes me asustaban. De este campo extraeré yo mis raíces, completamente persuadido de que las combinaciones que disponen de doce sonidos en cada octava y de todas las variedades de la rítmica me prometen riquezas que toda la actividad del genio humano no agotará jamás.

    Lo que me saca de la angustia que me invade ante una libertad sin cortapisas es que tengo siempre la facultad de dirigirme inmediatamente a las cosas concretas que he expuesto. Sólo he de habérmelas con una libertad teórica. Que me den lo finito, lo definido, la materia que puede servir a mi operación, en tanto esté al alcance de mis posibilidades. Ella se me da dentro de sus limitaciones. Yo a mi vez le impongo las mías. Henos entonces en el reino de la necesidad. Y con todo: ¿quién de nosotros no ha oído hablar del arte sino como de un reino de libertad? Esta especie de herejía está uniformemente extendida porque se piensa que el arte cae fuera de la común actividad. Y en arte, como en todas las cosas, no se edifica si no es sobre un cimiento resistente: lo que se opone al apoyo se opone también al movimiento.

    Mi libertad consiste, pues, en mis movimientos dentro del estrecho marco que yo mismo me he asignado para cada una de mis empresas.

    Y diré más: mi libertad será tanto más grande y profunda cuanto más estrechamente limite mi campo de actuación y me imponga más obstáculos. Lo que me libra de una traba me quita una fuerza. Cuanto más se obliga uno, mejor se libera de las cadenas que traban al espíritu.

    A la voz que me ordena crear respondo con temor, pero en seguida me tranquilizo al tomar como armas las cosas que participan en la creación, pero que le son todavía exteriores. Y lo arbitrario de la sujeción no está ahí sino para obtener el rigor de la ejecución.

    De todo lo dicho hemos de concluir en la necesidad de dogmatizar bajo pena de no alcanzar el fin propuesto. Si estas palabras nos incomodan y nos parecen duras, podemos abstenernos de pronunciarlas. No por eso dejarán de encerrar el secreto de la salvación: «Es evidente —escribió Baudelaire— que las retóricas y las prosodias no son tiranías inventadas arbitrariamente, sino una colección de reglas reclamadas por la organización misma del ser espiritual; y nunca, ni las prosodias ni las retóricas, han impedido que la originalidad se produzca claramente. Por lo contrario, decir que contribuyen a que la originalidad se despliegue será infinitamente más cierto. «

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