Ranas hervidas, líneas rojas y pendientes resbaladizas

Supongamos que tienes 94.714 pelos en tu cabello (la media es alrededor de 100.000). Si te quito uno, ¿eres calvo? No. Tienes 94.713 pelos. Si te quito otro, ¿eres calvo? No. Tienes 94.712. Entonces, ¿si te quito un solo pelo no te conviertes en calvo? No ¿Por qué no?  Porque un solo pelo menos no puede suponer la diferencia entre estar calvo y no estarlo, podrías aducir. De la misma forma que una golondrina no hace verano, un pelo no es nunca la diferencia entre estar calvo y no estarlo.

Si aplicamos este razonamiento, podría seguir quitándote pelos hasta que tuvieras unos pocos y seguirías sin estar calvo. Podrías tener cero pelos y seguir sin estar calvo, porque un pelo nunca marca la diferencia. Es más, si pudiera quitarte más pelos del cabello de los que tienes, podrías tener un número de pelos negativo en tu “cabellera” y seguir sin estar calvo.

En resumen, de una diferencia cuantitativa insignificante (un pelo arriba, un pelo abajo) no puede derivar una diferencia cualitativa (estar calvo o no estar calvo), y por tanto  no hay personas calvas.

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Big Yawn, por B. Garding en flickr: https://flic.kr/p/jZLDkF                                                                                                   ¿Está este hombre calvo?

Este tipo de falacia se llama “falacia del continuo”. Obviamente, todos sabemos que aunque no podamos definir exactamente el punto en que uno empieza a o deja de ser calvo, realmente hay personas calvas en el mundo. Ser calvo y no serlo son dos posibilidades en una persona.

No tenemos un número de pelos a partir del cual se considere que alguien es calvo, ni un grado de pigmentación en que  la piel clara se convierte en oscura; tampoco sabemos dónde está el límite entre seguir una dieta y no seguirla: ¿comer una chocolatina muy pequeña un día aislado en más de dos meses de dieta rompe la dieta? ¿Y dos chocolatinas en un solo mes? ¿Cuándo la excepción rompe el estado de estar siguiendo una dieta?

Parece que es difícil encontrar los límites en conceptos imprecisos o borrosos. Pero pocos de nosotros diríamos que no hay pieles oscuras, que es imposible no seguir una  dieta o que no hay calvos en el mundo. Por absurdo que parezca, la falacia del continuo  la usamos en juegos mentales con nosotros mismos más de lo que creemos.

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Gradiente de color de verde a rojo, los colores adyacentes son indistinguibles para el ojo humano (compuesto de 256 rectángulos de colores realmente únicos y distintos unos de otros)                                                                                 .       Por Jorchen Burghardt bajo licencia de dominio público en Wikipedia Commons.

La falacia del continuo es un argumento que usa nuestro Yo Ocurrente o Mr. Hyde para hacer excepciones y transgredir las reglas que nos fijan o nos fijamos a nosotros mismos. Por ejemplo, ¿te conviertes en una mala persona solo porque a veces digas alguna mentira piadosa o una mentirijilla para conseguir una ventaja personal? Creo que pocos de nosotros —exceptuando los muy  rigurosos moralmente y excepcionalmente íntegros— nos juzgaríamos tan mal solo por tener algún desliz o no comportarnos virtuosamente en toda ocasión. Mr. Hyde tiende a repetir este argumento cada vez  y las excepciones terminan acumulándose.

Pendientes resbaladizas y ranas hervidas

Los estudiosos de  las relaciones humanas, la política y las estrategias de negociación hablan del concepto de pendiente resbaladiza.

Veamos un ejemplo de política internacional:  una pequeña vulneración del territorio de un país, pongamos una lancha deportiva que entra en aguas jurisdiccionales, no justifica una represalia, se puede hacer la vista gorda. Pero si no se hace nada, otras lanchas aprenden que no hay gran peligro y repiten el mismo movimiento. ¿Y si fuera una patrullera de otro país con policías o  militares que por error entran durante unos minutos? Si no hay un aviso claro, podemos estar animando acciones más inaceptables; el problema es que nos estamos acostumbrado poco a poco a la situación ¿Y si las patrulleras del otro país permanecen durante horas? Parece que tampoco se haría nada violento, sería desproporcionado, se permitió durante minutos y se ha creado un precedente, es más cómodo dejar pasar la situación esperando que sea solo temporal. ¿Y si fuera un buque  más grande sin armas pero con propósitos científicos? Quizá tampoco se haría nada o se elevaría una leve protesta, pero poco más; no hay motivos agresivos, ya hubo lanchas en el pasado y eso no fue una amenaza. ¿Y si son tres patrulleras con hombres armados que han entrado dos metros en las aguas del otro país? Los precedentes anteriores, la tibieza en la respuesta y que el público se ha acostumbrado a las intromisiones en aguas jurisdiccionales hacen probable que se mire a otro lado. Podría seguir aumentándose gradualmente el nivel de amenaza, sin respuestas disuasorias de las autoridades, hasta tener una flota de guerra que estuviera amenazando alguna base militar y que  fuera demasiado tarde para defenderse con éxito.

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Obstacle Race – Dornoch Highhland Gathering 2007, por John Haslam en flickr: https://flic.kr/p/2wL9qa

Cada vulneración adicional de las aguas juridisccionales por la potencia extranjera es lo suficientemente pequeña como para no justificar la declaración de guerra y simultáneamente cada paso hace más probable el siguiente paso, hasta que  la acumulación de pequeños pasos potencialmente agresivos  se  convierten en una gran amenaza  para la seguridad nacional.

El argumento de la pendiente resbaladiza pone el énfasis en que una pequeña acción sin importancia puede desencadenar una reacción en cadena que lleve del punto A al Z de manera muy probable o casi inevitable, pasando casi automáticamente por los puntos B, C, D, E, F, etc.. Por eso hay que procurar evitar esas acciones o cortarlas de raíz cuando se produzcan, por insignificantes que puedan ser.

Ahora veamos un caso relacionado con la voluntad y la autorregulación de las personas:  el  exfumador que  una noche en la que está de muy  buen humor —quizá en una fiesta o en una celebración familiar como en una boda— se  dice  “un día es un día”. Su razonamiento es que un solo pitillo, un solo día, en una ocasión señalada, no le va a hacer mal. Y quien dice un pitillo en una noche, dice dos pitillos, y así sucesivamente. A la semana ha vuelto a retomar su hábito de fumar un paquete diario.

El argumento de la pendiente resbaladiza reviste cierto parecido con el fenómeno la rana hervida: metes a una rana en un recipiente con agua hervida: la rana salta inmediatamente y evita ser escaldada.  Pero imagina que la metes en una olla con agua tibia: la rana nada tranquilamente o se queda flotando plácidamente. Ahora pones a fuego muy lento la olla y elevas la temperatura medio grado: la rana sigue flotando sin casi advertir la diferencia;  o si la advierte, no se dispara su sistema biológico de alarma.

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Photo © 2010 J. Ronald Lee. http://jronaldlee.com/

Sigues aumentando poco a poco la temperatura;  como es tan gradual, la rana no se siente impelida a saltar de la olla.  Pero la temperatura sigue subiendo y cada vez que sube la rana está más y más adormecida, con menos fuerzas para salir de la olla. Hasta que llega el momento en que la temperatura es tan alta y la rana está tan debilitada que cuando advierte la necesidad de escapar no puede hacerlo y fallece en la olla de agua hervida.

Casos ilustrativos dramáticos

No pienses que esta imagen de la rana es una mera imagen muy llamativa pero sin relevancia práctica. Después de todo, puedes decir, las personas individuales son inteligentes, no ranas: anticipan la acumulación de pequeños cambios y evitan la escalada de los acontecimientos.

Hay multitud de ejemplos por todos conocidos que siguen la dinámica de la rana hervida y la pendiente resbaladiza:  una persona sometida al acoso de su jefe directo o compañeros en el trabajo sufre una acumulación de pequeñas agresiones y estrés que termina afectando su equilibrio psíquico y puede degenerar en ansiedad clínica, depresión y graves problemas de salud.

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El jefe o los compañeros de trabajo no empiezan a acosarle desde el primer día, antes tientan el terreno con pequeñas desconsideraciones o comentarios jocosos;  si no hay reacción siguen elevando el nivel del acoso hasta hacerlo poco a poco casi insoportable. Si ese mismo trabajador hubiera sido humillado abierta y directamente por su jefe en su primer día de trabajo, se hubiera largado del trabajo, habría tomado medidas o acudido a instancias superiores.

El otro caso paradigmático es el de las personas  maltratadas por sus parejas. Aquí se mezcla el problema de las distinciones borrosas (amor–no amor, discusiones de pareja normales–agresiones, etc.) con el fenómeno de la pendiente resbaladiza y la rana hervida. ¿En qué punto una desconsideración o una palabra más alta que otra se convierte en agresión? ¿Cómo sabes cuando alguien te ama y cuando te ha dejado de amarte o te ama de una manera que pone en riesgo tu integridad personal o incluso tu vida? ¿Cuándo es el momento exacto en que debes dejar a tu pareja o pedir ayuda?

Puede ocurrir que el debilitamiento gradual que produce en las personas la acumulación de pequeñas agresiones, la dificultad de categorizar el comportamiento humano y el no saber determinar el momento exacto en que se han de tomar medidas conspiren para mantener y escalar estas circunstancias de maltrato o acoso descritas anteriormente.

Autorregulación y líneas rojas

Y ahora relacionemos todo lo anterior con nuestro Curso de Perseverancia y autorregulación.

Mi tesis es que muchos de los fallos en nuestro sistema de autorregulación personal —por ejemplo, la dificultad de seguir una dieta, de mantener un peso saludable, de ceñirse a rutinas de trabajo o seguir los planes— son debidos a que nuestras estándares de comportamiento o reglas están sometidos a una erosión continua resultado de pequeñas desviaciones que se acumulan y que vuelven gradualmente más tolerables conductas que en un principio hubiéramos considerado inaceptables.

Se puede alegar que una excepción a la regla no da al traste con la regla, es incluso sana; después de todo somos humanos, y tenemos que dar rienda suelta de cuando en cuando, dentro de unos límites, a nuestra espontaneidad. Una vida solo dirigida por reglas y con solo consideraciones  de futuro y casi desprecio por el placer presente, amenazaría con hacernos perder mucho del gozo de vivir. ¿No es así?

De hecho, si nos sacrificamos en el presente es porque disfrutaremos de sus frutos en un presente futuro. No tendría sentido un sacrificio eterno, a menos que todo lo hiciéramos por nuestros descendientes y no valoráramos nada nuestro placer o satisfacción personal.

Usamos este argumento de las “excepciones que no tienen importancia” en nuestro diálogo interior todos los días. Pero si abusamos de él  podemos estar resbalando hacia el abismo mientras que consideramos que cada uno de nuestros pasos es razonable y no tiene gran repercusión.

La solución que propongo a esta escalada de pequeñas desviaciones es establecer claramente una “línea roja”. Esta expresión es un calco del inglés (“red line”) que puede traducirse también por “punto innegociable” o “límite máximo” o “límite mínimo”, según los casos.

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En cualquiera de los planes que nos marquemos o las reglas por las que organicemos nuestras vidas o los hábitos que consideremos necesario establecer o los resultados que queremos obtener, nos fijamos unos límites que no hemos de traspasar, pase lo que pase. Si lo traspasamos, se desatan las alarmas y debemos  saltar de la  olla  antes de que empiece a hervir el agua y sea demasiado tarde.

La  línea roja  tiene algo de arbitraria:  podría haberla  marcada un poco antes o un poco después, pero es importante que esté claramente definida y que se fije en un punto donde todavía no estemos debilitados o hayamos perdido claramente el rumbo.

Algunos ejemplos de líneas rojas

  • Toque de queda digital. A partir de las 0:00 me desconecto de las  redes sociales, cierro el correo electrónico y apago el smartphone. Así evito estar conectado (y perturbado) todo el día. Ya sé que no pasaría nada por estar hasta las 0:03, pero soy implacable y a las 0:00 se acaba temporalmente mi vida digital.
  • Entre pomodoro y pomodoro me tomo un “pequeño” descanso. El límite son diez minutos. Si me paso de ese tiempo, puedo perder la concentración y los beneficios de la pausa y tengo que hacer más esfuerzo de voluntad para retomar el trabajo.
  • Faturday. Línea roja para las excepciones a la dieta. Fuera del día que determine para el faturday, no hay más excepciones en mi dieta. De otra manera, una pequeña excepción amenazará con repetirse y hacerme perder el norte saludable al que aspiro.
  • 70.000 pasos semanales. Intento hacer alrededor de 10.000 pasos diarios, me permito hacer más algunos días y otros días menos, pero al final de la semana el mínimo admisible es de 70.000. O si quiero más flexibilidad, 280.000 al mes. Pero en todo caso el mínimo está claro.
  • Sabbat. Línea roja para el trabajo. Pone un límite máximo al número de días semanales que puedo dedicar a trabajar (máximo seis). El Sabbat es un mecanismo para promover el necesario descanso y recogimiento  y protegerlo de las distracciones digitales o la tendencia de lo profesional a invadirlo todo. Tiene un carácter al menos tan sagrado como mi carrera profesional: si no he dejado de ir a trabajar un solo día en diez años porque no me apeteciera, lo mismo ocurre con el Sabbat: forma parte de mi identidad y mi moral respetar el Sabbat.
  • El tiempo asignado a tareas importantes pero no urgentes. Por ejemplo, las dos primeras horas del día están dedicadas exclusivamente a mis TMI (tareas más importantes). El mínimo innegociable son esas dos horas al principio de la mañana.
  • Relaciones con mis mejores amigos. Me pongo un recordatorio en el calendario cada cuatro meses. Si cuando salta el aviso de contactar con el amigo, me doy cuenta de que no he tenido ninguna conversación o contacto con él en los cuatro últimos meses, le llamó e intento quedar con él. La línea roja en este caso es no pasar sin ver a mis amigos más cercanos al menos una vez cada cuatro meses.
  • Fechas límite para fin de proyectos. Evita la extensión de plazos y evita caer en la procrastinación propiciada por la ley del Parkinson: un proyecto tiende a ocupar todo el tiempo que le asignemos, por amplio que sea.
  • Economía doméstica. El mínimo dinero ahorrado ha de ser el suficiente como para pasar un año sin ingresos. Esto me proporciona un colchón de seguridad y evita las escaladas de pequeños gastos que terminan acumulándose y me ponen en dificultades financieras. Si mis ahorros bajan de la cantidad estipulada, enseguida reduzco mis gastos, cancelo viajes o dejo de salir a cenar fuera los fines de semana.
  • Salgo por la noche con los amigos. En el pasado tuve problemas con el alcohol. Mi línea roja son tres copas. 
  • Peso máximo innegociable. El mío es 80,0 kg. a partir de hoy. Por encima de él saltan todas mis alarmas y tomo medidas correctivas inmediatas: control alimentación y ejercicio físico.

28 comentarios sobre “Ranas hervidas, líneas rojas y pendientes resbaladizas

  1. Creo en las reglas. Creo que si hay una excepción a la regla, debería convertirse en parte de una nueva regla. No creo en las excepciones aisladas.
    Ps: Quiero verte con tres copas.

  2. precisamente ahora me llego este artículo que tanto lo necesito, estoy comiendo de más, y debo marcar mi linea roja. muchas, muchas gracias. sus artículos son muy prácticos.

  3. Me ha gustado mucho el artículo. Creo que voy a explicitar mis líneas rojas siguiendo tu ejemplo, creo que puede ayudar a corregir ciertos comportamientos.

    1. Es formidable! Me ha hecho ser más consciente de cómo esos tres hábitos en los que trabajamos abarcan mucho más campos. Al fin y al cabo, la actitud que hay tras el hábito de hacer ejercicio y comer bien, y los semáforos en rojo que nos alertan cuando nos salimos de la buena senda, es la misma que la que adoptamos cuando ponemos freno a alguien que nos falta al respeto. Yo tengo todos los semáforos en rojo +++ pero sigo dando pasos. Pocos. Y pocas meditaciones. Y poca elíptica. Y muy pocas sentadillas (fue tal el entusiasmo q he tenido lumbalgia un mes). Pero tantos pocos estoy segura que me llevarán a buen puerto. Yo no me «cuelgo» de nada ni de nadie. Tus artículos, tu curso, los retos son para mí un aliciente existencial. Ya he cumplido un trimestre; cuando cumpla cuatro ( o tres, como en un embarazo) me gustaría invitarte a pasear un rato por el jardín botánico y poder conocerte y compartir contigo mis logros. Suponiendo que aprebe el curso, claro. Gracias por todos tus artículos, éste me ha llegado mucho.

      1. Amparo, será un placer salir a dar un paseo y tomar un café. Me alegra mucho que definas el blog como un «aliciente existencial». ¿Qué más se puede pedir?

  4. Hola Homominimus,
    Este artículo me ha hecho ponerme las pilas. Llevaba un par de semanas descendiendo por la resbaladiza pendiente de la pereza y la vagancia y las pocas ganas de luchar por conseguir mis metas personales y profesionales. Creo que las excepciones a la regla son peligrosas. Necesarias, sí ( pero peligrosas). Suelen ser «el comienzo del fin». Al menos en mi caso.
    Me ha resultado muy útil el artículo. Tanto que creo que me voy a suscribir a tu blog para no perderme una.
    Un abrazo

      1. Calla…que no era poca fe… Eran ganas de no liarme la vida!
        Pero o me la «lío» o me convierto en rana hervida…
        🙂 que sea lo que Dios quiera jeje
        Empezaré por leer un libro que me han llegado a mi correo y hacer unos cuantos tests. Ya te iré contando.

  5. Hola! Es la primera vez que comento y quiero felicitarte por la página. Primero porque es muy muy buena y, segundo, porque no eres consciente de cuanto me ayuda. Dicho esto, paso al grano. En cuanto terminé de leer, sólo pude pensar…¿Eres consciente de cuanto se asemeja la primera parte de la entrada a la filosofía de Hegel, concretamente a la «línea nodal hegeliana de las relaciones cuantitativas»? Hoy me animé a escribir, pero tengo la impresión en muchas ocasiones que te leo, de que permanentemente tus post tienen una línea de filosofía dialéctica subyacente muy clara.

    Ahora podrás decirme que tu no la ves, que nunca has leído a Hegel (o a Engels), o que, directamente, no te interesa la filosofía jejeje Pero tenía que decírtelo!
    Un saludo y, de nuevo, felicidades y gracias 🙂

    1. Hola Alberto,
      ante todo, muchas gracias por tu comentario, me alegro mucho que te pueda ayudar.
      Y ahora respondo a tu pregunta… : ¡no tenía ni idea de que hubiera un paralelismo con alguna idea de Hegel! Tendré que investigar a ver quién ese Hegel que va por ahí plagiándome. 🙂
      Más en serio: sí que me gusta la filosofía, ahora estoy interesándome por el existencialismo, pero me temo que del idealismo alemán y de Hegel no tengo ni idea. Así que te agradezco mucho la referencia.
      Un saludo, otra vez gracias por tu comentario, y que te animes a comentar más a menudo.

  6. Me viene como anillo al dedo, yo debo marcar varias líneas rojas, pero sobre todo una, justo vengo de caminar, por primera vez después de bastantes días de reposo por una intervención, y me estoy planteando cuánto es lo mínimo que me debo permitir caminar a la semana, porque me hace bien y me hace falta para muchas cosas. Quizás ese sea mi reto de noviembre.

  7. Estimado HM. Conocí tu blog por el Podcast Satori Time, mismo que extraño por la dinámica de discusión que tenían sobre los temas planteados. Este tema de la «Rana Hervida» me toco de sobremanera, pues es un mecanismo muy interesante. Recordé mucho los mecanismos de habituación que se da a nivel neuronal como base del aprendizaje. Voy a seguir los consejos que das, como el de la línea roja y comento los resultados. Al final son excelentes experimentos con uno mismo como parte de los mismos y eso me fascina.

  8. I know. She puts so much thought into it. When it is my turn to be in charge (someday) it will likely be a huge let down for my family. That day wo#n182&7;t likely come for a little while, but I better start pinning now!!

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